Cómo se vive la alienación en Tabasco
03/07/2025
Alienarse es convertirse en extraño de uno mismo
Alienarse es convertirse en extraño de uno mismo. Es mirar tus propias manos y no reconocerte en lo que hacen. Es trabajar ocho, diez o doce horas al día... y sentir que nada de eso te pertenece, ni te define, ni te acerca a lo que de verdad importa. Es vivir sin poder decidir cómo vivir.
El concepto de alienación aparece de forma central en los escritos de Karl Marx, especialmente en sus Manuscritos económico-filosóficos de 1844. Marx señala que, bajo el capitalismo, los trabajadores se alienan porque:
1. No controlan lo que producen (ni el proceso, ni el resultado).
2. El producto de su trabajo no les pertenece.
3. El trabajo no expresa su esencia humana, sino que la sofoca.
4. Y, finalmente, se alienan entre sí, porque la competencia reemplaza la colaboración.
Pero esta idea va más allá del obrero en la fábrica inglesa del siglo XIX. En Tabasco, actualmente, sigue viva en tres historias distintas (ficción), pero iguales en sustancia.
1. Don Esteban y el campo.
Don Esteban, de 57 años, trabaja desde las cuatro de la mañana en una finca platanera cerca de Teapa. Conoce la tierra, el clima y los ciclos de la siembra, pero no decide nada sobre lo que planta, ni cómo ni para quién. Su raya es de 250 pesos al día, cuando hay trabajo.
El plátano que corta viaja por el mundo. Él no sabe quién lo come, y nunca verá el producto final en una mesa servida. Tampoco puede quedarse con uno sin permiso. La tierra donde camina no es suya, aunque su abuelo nació allí.
Don Esteban está alienado porque trabaja sin sentido de pertenencia ni control, y porque su saber ancestral ha sido reducido a fuerza física barata. Y aunque su cuerpo está allí, su historia y su voluntad han sido arrancadas del proceso.
2. Luis y la oficina.
Luis, de 32 años, trabaja en una oficina subcontratada por una empresa que da servicios técnicos a PEMEX. Administra datos, responde correos, llena reportes. Su jornada es de 9 a 7, aunque a veces sale más tarde.
Luis no odia su trabajo, pero siente que no importa. Nada de lo que hace parece tener sentido por sí mismo. La empresa para la que trabaja no lo reconoce; su jefe apenas lo saluda. Hay meses en que siente que su única motivación es la quincena y la promesa lejana de comprar un coche nuevo.
Luis vive una forma moderna de alienación: no ve el resultado de su esfuerzo, no encuentra conexión entre lo que hace y quién es, y siente que su tiempo no le pertenece. Va dejando pedazos de vida detrás de una pantalla.
3. Andrea y el freelance.
Andrea, de 28 años, vive en Cunduacán y trabaja desde su laptop traduciendo documentos legales para una firma en Los Ángeles. Cobra por hora, pero su ingreso mensual promedio es de unos 15,000 pesos. No tiene seguridad social ni vacaciones pagadas. Trabaja sola, casi todo el día, y rara vez interactúa con quienes la contratan.
Andrea debería sentirse libre por trabajar desde casa, pero siente que su vida transcurre en una burbuja sin raíces ni comunidad. Cada documento traducido es como un ladrillo invisible en un edificio que jamás verá. Todo es funcional, pero nada es significativo.
Andrea está alienada de otra forma: no es explotada brutalmente, pero está desconectada del propósito, y aislada emocionalmente del mundo que la rodea.
La alienación no siempre existió
Este modo de vida (hacer cosas que no entendemos, para otros que no conocemos, por fines que no compartimos) no era natural en las sociedades pre-capitalistas. En las comunidades antiguas, las personas cazaban, sembraban, tejían, construían... y sabían por qué y para quién lo hacían. El trabajo estaba ligado a la comunidad, a la identidad, a la subsistencia real, no a la acumulación sin sentido.
Pero cuando el trabajo perdió sentido, las cosas tomaron su lugar. La alienación y el materialismo son hermanos: mientras más vacío se vuelve nuestro trabajo, más llenamos ese vacío con objetos. Don Esteban no puede encontrar propósito en cortar plátanos para desconocidos, entonces busca ese propósito en lo que puede comprar con su raya. Luis no halla significado en sus reportes, entonces lo busca en la promesa de un coche nuevo. Andrea no ve comunidad en su trabajo solitario, entonces trata de construir identidad a través de lo que puede permitirse con sus 15,000 pesos. El materialismo no es solo codicia: es el intento desesperado de llenar el agujero que deja la alienación.
¿Qué nos ha hecho el materialismo?
Nos ha desconectado de la tierra, del otro y de nosotros mismos, convencido de que nuestro valor depende de lo que tenemos y no de lo que somos. Nos ha hecho vivir para producir, no para vivir. Está acabando con el planeta.
La única cura contra la alienación y el materialismo es pensar en nuestro papel en el sistema y cómo impacta en el planeta y la humanidad en todas las dimensiones, y eso duele internamente. La sociedad de hoy no tolera el dolor propio, no tolera el dolor que conlleva ser humanos y tener una responsabilidad colectiva. (Colaboración para PRESENTE)
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