Crecen las presiones contra Pemex; ahora desde el FMI

Así es la situación de la empresa Petróleos Mexicanos

El silencio tiene dos niveles de influencia: cuando es para afirmar sin argumentos, y cuando se calla para dominar una situación que se está cocinando  al interior de uno como persona. O bien, dado el caso, cuando se trata de establecer una estrategia a desarrollar a largo plazo. Y de esos silencios sabe Octavio Romero Oropeza.

El día que el mexicano común visitó el interior de Los Pinos -aquella lujosa residencia oficial, hoy vuelta museo, llena de historias y de pesados secretos-, la dimensión de la realidad política del pasado seguramente tomó forma en la percepción de la realidad, de quienes la visitan.

Así es la situación de la empresa Petróleos Mexicanos. Es necesario verla de cerca para establecer una relación de hechos, desde el pasado Cardenista, hasta nuestros días. Si el nacionalismo, tan descartado ahora, por ardoroso y ferviente leal detonante de pasiones, nos avasallara como una marca indeleble desde el conocimiento de nuestra historia, la participación política tomaría otros caminos en la ciudadanía.

LA CRUDA REALIDAD

En diciembre de 2018, el grupo de avanzada que se presentó en las oficinas de Pemex, enarbolando la bandera de la 4T, recibió las llaves de una empresa en quiebra. Sí en quiebra. Para 2019, visitar los complejos petroquímicos, las procesadoras de gas, las plataformas marinas y los pozos petroleros se volvió una constante, para dar testimonio de lo que había quedado: óxido, herrumbre, ductos deteriorados, deudas enormes por conceptos igual fuera de foco, a compañías que se convirtieron de la noche a la mañana en proveedoras de Pemex. Sólo mencionar su nombre implica despertar las ambiciones de extraños, y de conocidos; ven y han visto en la flamante Pemex, la posibilidad de salir de su miseria económica, aun cuando su miseria humana prevalezca.

Hemos visto la andanada en columnas de opinión derramar estadísticas, sacadas quién sabe de dónde, o bien porque ha sido pagada a propósito, o bien porque se tiene que decir; pero esa última opción en estos tiempos es sumamente escasa. El silencio favorece a quien decide asumirlo, y dejar correr el agua. Ya desde 1982 Pemex se convirtió en botín de políticos: garantía de votos y de dinero. Pero si en el pasado los directores le dieron su sello personal, el presente siglo XXI definirá cómo rescatar una empresa saqueada, endeudada, sin mantenimiento, y que debe romper resistencias en muchos sentidos. El factor más difícil es el humano, ese implica achacar culpas y asumir riesgos, es evidenciar la ambición de otros y la premura por matarla de un golpe definitivo, que la lleve a las manos de sus propios verdugos para presentarla después con cara de iniciativa privada.

Nadie dijo que asumir la dirección de una empresa que ha pasado por reestructuraciones administrativas sería un periplo agradable. Ahí están los contratos firmados a treinta años, o compromisos asumidos en administraciones anteriores, que obligan desde el esquema administrativo a llevar a buen fin el compromiso firmado. Encima permanecer expuesto a una sectorización que francamente no se le adivina dónde empieza y con quién termina. Todos buscan el inicio de ésta madeja de estambres que es Pemex, sus vericuetos normativos, sus inalcanzables metas, más que de razones humanas, de criterios herméticos. El asunto es que, aun cuando existe la observación del Fondo Monetario Internacional (emitido el viernes 8 de octubre 2021) en su informe Capítulo IV, “el reporte es un monitor de los eventos económicos del país tras una visita del Fondo al país e incluye su postura sobre políticas y decisiones tomadas por el Gobierno”.

LO NO ESENCIAL…¿PARA QUIÉN?

Refiere que aunque la gestión de la actual crisis, es adecuada, el gobierno de México debe virar el rumbo y rectificar, sobre todo lo referente a Pemex (plan de negocios) y permitir la apertura a la inversión privada en el sector energético. Esas –qué novedad- fueron las observaciones del FMI.

Resulta que ahora no es posible tomar decisiones sobre los recursos del país, mucho menos de la gestión de la energía de manera soberana. En medio de toda esta cínica lucha de recursos, disfrazadas de “sugerencias de bien hacer”, en realidad está la intencionalidad más básica con la que actúan los seres humanos: el egoísmo y el control.  Vender un “activo no esencial” no debe tomarse como tal, eso no es una sugerencia, eso es una insinuación al desastre.

Tachar a alguien de ineficiente ante el manejo de una empresa, compleja, intervenida, manipulada, saqueada, y desinstalada por otros en el pasado, es un reto que lleva tiempo; por me explico el silencio de Octavio Romero. Los oscuros pasillos de Pemex, donde las botas resuenan, tienen más de procesos a largo plazo, que de la inmediatez que pueda exigírsele a la madre tierra y su panza de hidrocarburos. A ver, siéntese a esperar que mientras perfora, lo que se asome de una primera vez, sea petróleo. Si no saben de perforación y extracción, mejor ni asomar la nariz con una opinión tan chata y obtusa.