Crisis o Apocalipsis
11/09/2025
La reflexión sobre la violencia y el derecho a no perdonar
Un activista y un poeta platican sobre los males del mundo, inspirados en dos sobrevivientes que también dialogaban después de haber sufrido el Holocausto. La diferencia entre el cuarteto de conversadores es que Jorge Semprún y Elie Wiesel ni siquiera sabían si saldrían de aquel infierno para convertirse, uno en novelista y el otro en un escritor, mucho menos que su encuentro en el año 1995 resultaría en el libro: Se taire est impossible (Callar es imposible).
En cambio, Javier Sicilia y Jacobo Dayán fueron animados por los avezados editores Andrés Ramírez y Romeo Tello para registrar su conversación en "Crisis y Apocalipsis: El Mal en Nuestro Tiempo."
Es así como se registra este diálogo sobre todo lo que está mal en el contexto nacional y mundial a nivel institucional, en donde poco se hace por erradicar de manera constante y efectiva los males profundos que aquejan a la sociedad, mismos que para ellos parecen llevar a una inevitable eclosión histórica sin parangón.
El libro no deja escapar su oportunidad para enfrentarse cara a cara con el fenómeno de la fe, tambaleante para ellos; no solo la fe en Dios sino en la ciencia, en la razón y hasta en el hombre mismo.
Jacobo Dayán, activista de a través del Movimiento por la Paz, con Justicia y Dignidad, también especialista en Derecho Penal internacional, entabló amistad con Javier Sicilia, poeta católico que sufrió la terrible pérdida de su hijo Francisco, víctima junto a otras seis personas en marzo de 2011 a manos de un grupo armado en medio de la violencia generada por la declarada guerra contra el narco. Este trabajo es resultado de esa amistad, de su labor como víctimas y auxiliadores de quienes, al igual que Sicilia, han perdido a un ser querido a causa de la violencia desatada en el país.
El libro publicado en mayo de 2025 trata de explicar que el mal tal como se vivió en Auswitchz Birkenau durante el exterminio nazi al pueblo judío no es ajeno ni diferente al que ocurre en México.
La brutalidad de la violencia, el despojo de la identidad, del hogar, de las posesiones materiales, son problemas a los que el Estado ha hecho de oídos sordos y que son generadores del problema internacional que ahora representa la migración a gran escala, explica Sicilia.
Es así como Sicilia trae Auwitchz a México, la idea de que el campo de concentración que continúa con sus puertas abiertas, recibiendo prisioneros, un cementerio de gran extensión, en donde las víctimas son olvidadas y utilizadas como agentes políticos, donde la palabra "desaparecido" se vuelve demasiado abstracta.
Pero argumentar de esta manera también podría llevar a banalizar el exterminio nazi en una comparación como esa, en el que la situación mexicana es un caso aparte, una situación que debe estudiarse y no tomarse tan a la ligera.
La principal flaqueza en "Crisis y Apocalipsis" es que ni Dayán ni Sicilia salen del confort pesimista en el que descansan sus ideas; no proponen, no ayudan moralmente a las víctimas de las que tanto dicen ser parte, pero un tanto de eso es del arrobo y de la apuesta de la obra: una propuesta que señale lo malo, que ponga el dedo en la llaga, que recuerde que después de una intensa lucha diaria en los tribunales y en las hojas de papel que tanto se escriben denunciando las injusticias diarias al pueblo, poco o nada cambia.
Y es en lo que los protagonistas más difieren: en la fe, Dayán, agnóstico de origen Judío-Sirio se inclina sobre la idea Wiesel sobre el no perdón de los asesinos, sobre todo de niños, porque muchas veces se confunde el perdón con el olvido, y un olvido que llega el desprecio de las víctimas.
Sicilia como creyente, sin embargo, es sin querer, más idealista, conserva la esperanza en ese "Reparar el mundo", en ese Tikum Olam que se trabaja desde la resistencia sin garantía alguna, que en algún momento genera un cambio, aunque pequeño, pero significativo en lo que el huracán de la historia ha destruido y despedazado.
Se ampara bajo los versos del hindú Lanza del Vasto, el cual propone reducirse como humanidad a lo elemental, a lo básico, al estado natural.
La obra de Dayán y Sicilia marca una profunda reflexión sobre el panorama nada alentador bajo el que viven millones de mexicanos, cansados de largas jornadas de trabajo y de instituciones que prometen mucho pero no dan resultados.
También es una conversación sincera en la que no se teme argumentar las creencias espirituales más arraigadas de sus protagonistas y añadirlas al debate político y filosófico.
Es una invitación a regresar a las víctimas, a familiarizarse con ellas, no solo recordar los hechos si no a ayudarlas, en un país en donde a diario llueven los discursos oficialistas prometiendo mejorar la situación para millones de personas en el país. Este diálogo invita recordar a las víctimas, a visualizar el fin al que inevitablemente nos acercamos y de cómo las riendas del país no están en otras manos más que en las nuestras, sin mayores ayudas que las de los principios humanos más elementales, en las que a veces, sin otra opción, se incluye el no perdonar jamás.
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