Cuadernos de la pandemia. Las pandemias y la memoria histórica

Si antes la especie humana no se extingue, y las humanidades y las ciencias sociales resisten el embate que intenta aniquilarlas

Si antes la especie humana no se extingue, y las humanidades y las ciencias sociales resisten el embate que intenta aniquilarlas, en cien años los historiadores y practicantes de las distintas ciencias sociales que quieran hacer un recuento de lo que pasaba en 2020, seguramente se sentirán abrumados por la cantidad de información que tendrán que revisar para historiar y teorizar lo que un siglo antes estaba sucediendo a causa de la pandemia del COVID19, y seguramente se enterarán de cómo sobrevivimos esta crisis y si de ella sacamos o no alguna lección. 

Lo que vemos hoy nos es nuevo, y si ya nos pasó, como especie, deberíamos estar preparados para enfrentar la situación, pero parece que no lo estamos. Entre 1918 y 1922 se extendió por el mundo la influenza española, también conocida en México como grippe. Ese virus que hizo su aparición entre los humanos en la primavera de 1918, de Europa se diseminó en pocos meses por todo el mundo y las fuentes aseguran que causó la muerte 60 millones de personas en dos años; a México llegó a finales de ese año y afectó a una población de por sí diezmada por los eventos revolucionarios que cobraron la vida de aproximadamente un millón de mexicanos.

Hace unos días en una página de Facebook, la antropóloga Marta Rees, publicó una nota en la que se aludía a ese fatal acontecimiento y en la que había un comentario sobre la escasa información acerca de las condiciones y formas en las que la población de Oaxaca enfrentó esa enfermedad. Como parte de esa inquietud ahí también se divulgaba la información que hizo pública el Archivo General de Estado de Oaxaca (AGEO) en su página oficial https://www.oaxaca.gob.mx/ageo/la-influenza-espanola-de-1918-a-1922-en-oaxaca/,  donde están disponibles documentos que son una joya por su rareza y que permiten tener una idea de lo pasó un siglo atrás.

Por las de notas de esa página y de otros lugares me he enterado de que se trataba de un virus que causaba síntomas muy parecidos a los del COVID19 y algunas medidas entonces tomadas también era similares a las de ahora, y aunque hay entre estos hechos cien años de distancia es posible establecer algunas reflexiones y paralelismos con lo que acontece actualmente. 

Políticamente parece que estamos en una situación muy distante a la de hace cien años. En aquella época este país estaba saliendo de un conflicto armado muy prolongado, estaba en pañales la construcción del sistema político que todavía nos agobia, aunque los alcances de esa revolución han quedado en el pasado a pesar de los esfuerzos de algunos por mantenerla viva. El país tenía casi 11 millones de habitantes mientras en Oaxaca había 976,000 personas. Si ahora no conocemos con certeza los datos menos en esa época sin computadoras, sin un registro sistemático y sin los medios de comunicación de hoy en día; por eso las cifras son muy aproximadas y con rangos de posibilidades muy amplias, se supone que en el país murieron a causa de esta enfermedad entre 300,000 y 600,000, algo así como la mitad de los que se murieron por causa de la Revolución.

Hoy, solo de esta iniciativa de Isidoro Yescas y Claudio Sánchez (Cuadernos de la Pandemia) ya hay más de 600 páginas escritas sobre el COVID en Oaxaca y muchísima información está disponible en las páginas de los diarios locales, en los blogs y páginas de Facebook; en fin, son seguramente millones de páginas de información de lo que sucede justo ahora, pero de esa época lo que nos queda es poco, en por eso es de gran valía lo que atesora el AGEO.

En cien años, si nuestra especie sobrevive, la gente tendrá detalles de cómo pasamos esta crisis, de lo que estamos pensando justo en el momento que esto sucede, de lo que sucedió hace cien años tal vez ya ninguno lo recuerde; tal vez algunos lo sepan por lo que le contaron sus bisabuelos,  bisabuelas,  abuelos y abuelas a sus padres y madres. En cambio, en cien años si la información que se produce ahora sobrevive serán millones de páginas las que estarán disponibles para los investigadores del futuro, que ojalá exista.

          Si nos detenemos a  ver con cuidado la imagen de un diario de la época nos percatamos de que aquella pandemia causaba síntomas muy parecidos a los de la de ahora y que las recomendaciones de lo que sucedió hace cien años son igualmente semejantes a las que se repiten en los medios de comunicación de hoy en día. Es difícil imaginar cuánta gente tuvo en aquella ocasión acceso a esa información. Por la información digital disponible en la página del AGEO se puede apreciar que el gobierno de estado de Oaxaca en aquel entonces mandó a imprimir seis mil ejemplares de avisos. ¿Es posible que algunas lecciones se hayan obtenido de aquella pandemia, pero cuáles son? Seguramente algunas de las medidas de aquellos tiempos se mantienen en la memoria de nuestra especie, o de nuestros antepasados y algo nos queda. Al escuchar entre las recomendaciones de ahora que hay mojar las suelas del calzado con una solución de cal, recomendación que circuló por el WhatsApp muy recientemente, junto con la sugerencia de combatir el virus con tés de limón y las vaporizaciones con eucalipto y manzanilla, pienso que seguramente esto proviene de aquella antigua recomendación de usar la lechada de cal, seguramente parte de lo que se dice ahí ayudaría mucho en la etapa temprana de este contagio; pero que ¿nos queda de cierto que efectivamente sea eficaz para enfrentar esta dolencia hoy en día?, no lo sé.  Lo que deduzco,  por lo que dicen las paginas digitalizadas a las que aquí hago referencia, es que hace cien años los escusados actuales y las toallas desechables estaban ausentes, por eso se recomendaba que las bacinillas de una persona enferma no fueran usadas por los que no tenían el contagio, igualmente se recomendaba lavar los trapos, supongo pañuelos, del enfermo, no saludar de mano, aislar a los enfermos.

Por la tasa de fatalidad de esa enfermedad es posible deducir que las recomendaciones no tuvieron eco o no llegaron a la población que entonces tenía al telégrafo como el medio de comunicación más rápido, pero que solo comunicaba de forma inmediata a las grandes ciudades. Seguramente nuestras condiciones son distintas y no se trata de que hayamos aprendido de la crisis pasada hace cien años, sino de que tenemos otros medios para enfrentarla, y parece que la comunicación es uno de ellos. Así, al menos vamos a poder decirles  a nuestros tataranietos, o algún visitante del futuro, lo que hicimos mientras nos encerrábamos para evitar el contagio. (CUADERNOS DE LA PANDEMIA, con trabajos de investigadores y periodistas de Oaxaca)