De la transformación y sus opositores

De la profundidad y los alcances de la transformación que está viviendo el país nos habla la rabia incontenible con que la derecha conservadora se expresa y actúa

De la profundidad y los alcances de la transformación que está viviendo el país nos habla la rabia incontenible con que la derecha conservadora se expresa y actúa. Sus dirigentes en los sindicatos patronales, sus voceros (que son legión) en las páginas de los diarios, en los espacios informativos de la radio y la TV, en sus partidos políticos y sus frentes de masas (sin masas) han dinamitado todos los puentes. No hay, para ellos, diálogo posible con Andrés Manuel López Obrador; sólo quieren -a cualquier precio- sacarlo de Palacio Nacional.

Poco o nada les importan los tiempos y las reglas de la democracia. Menos les importa la paz social. A duras penas -y sólo para conservar las apariencias- contienen su ímpetu golpista. Los gobernadores federalistas juegan con la idea del resquebrajamiento del pacto federal y exigen primero rendición y luego diálogo. Los miembros de la élite económica que fueron los dueños del país juegan, por su parte, a tres pistas: alientan a los fanáticos del Frenaa, financian el linchamiento mediático del Presidente, y toman el mando de la oposición descabezada para intentar quitarle en 2021 la mayoría legislativa a López Obrador y para tratar de despojarlo en 2022, o antes si pueden, del cargo.

En los medios de comunicación convencionales, las y los columnistas más influyentes, los intelectuales que actuaron en el pasado como “conciencia de la nación” y consejeros del presidente en turno -esos mismos que diseñaron la coartada teórica para impedir el triunfo del tabasqueño en 2006 y en 2012- ahora intentan con un ataque sistemático y masivo destruir a quien, por el voto mayoritario de la ciudadanía, será -hasta 2024- el Presidente de México.

 En las redes sociales miles de bots que amplifican sus mentiras y calumnias y crean un clima de encono social e incertidumbre nunca antes vivido en nuestro país. Imposible no pensar -es la percepción de colapso y fracaso de la democracia que pretenden imponer- en la República de Weimar, en la España de 1936, en la Guatemala de Jacobo Arbenz, en la Unidad Popular y Salvador Allende en Chile.

Sólo les faltan dos cosas esenciales para conseguir sus fines y derrocar al gobierno de la 4ª Transformación: pueblo y ejército.

Pese a la campaña de linchamiento, los ataques en todos los flancos y el impacto brutal y combinado de la violencia (heredada e incentivada por la acción coordinada entre el viejo régimen y el narco), la crisis económica (mas aguda por el sabotaje de los barones del dinero) y la pandemia (de la que la derecha sin ningún pudor intenta sacar raja política) la gente -eso demuestran las encuestas- no abandona a López Obrador. Y en las Fuerzas Armadas -cuya extracción las identifica con el proceso de la transformación- no encuentra ningún eco su llamado golpista. 

¿Entonces? ¿Es el momento de responder los ataques de la derecha con la misma virulencia, con la misma desesperación, con la misma estridencia?, ¿de sentir miedo?, ¿de desalentarse? ¡Qué va!

Para quienes llevamos a López Obrador a la Presidencia es la hora de la serenidad, la persistencia, la creatividad, la audacia y también de la organización en defensa de la democracia por la que tanto luchamos.

“De escultores -decía Don Miguel de Unamuno- y no de sastres es la tarea”. Una tarea que apenas ha comenzado y que, para ser verdadera ha de ser radical y no ha de dejar piedra sobre piedra de ese viejo sistema de corrupción, opresión, injusticia y desigualdad al que por más de tres décadas vivimos condenados. 

 @epigmenioibarra