El Tabasco que le tocará gobernar a Javier May

Desde 1983, la población de Tabasco ha crecido de 1.3 millones a 2.4 millones, complicando la gobernabilidad

Cuando don Enrique González Pedrero llegó a Tabasco como gobernador, éramos cerca de un millón 300 mil habitantes en 1983, hoy la población de la entidad es de dos millones, 400 mil habitantes. El municipio de Centro tenía en 1983 una población de 250 mil habitantes, hoy rebasa, incluyendo nuestra ciudad capital, los 700 mil habitantes. 

Hoy Tabasco es una entidad más compleja y difícil para gobernar: no sólo porque las necesidades de empleo, salud, vivienda, educación, alimentación y transporte se han multiplicado sino además porque las patologías sociales, como un cáncer, han invadido nuestra sociedad. 

Aunado a la extrema inseguridad y al temor permanente que se vive debido al crimen organizado y al narcotráfico, el número de crímenes, feminicidios, robos, secuestros, violencia familiar, suicidios y demás son el pan de cada día en Tabasco. El alcoholismo y la drogadicción, en hombres y mujeres, han alcanzado niveles preocupantes. 

Y los problemas no sólo se deben a una causa cuantitativa, a la explosión demográfica que en los últimos 40 años ha tenido Tabasco, sino además hay factores cualitativos que han jugado y siguen jugando un papel sustancial en la multiplicación de nuestros problemas: mucho de ello se debe a la pobreza extrema que sigue sin resolverse en nuestra entidad. Según la CONEVAL, 

Tabasco ocupa hoy el sexto lugar con mayor porcentaje de población en pobreza extrema en el país: más de un millón de tabasqueños vive sumido en la pobreza extrema. Una sociedad así es más vulnerable para sufrir las patologías propias de la pobreza: la ignorancia, la prostitución, la venta de estupefacientes, los secuestros, el robo de cajeros o de pequeños comercios, el asalto a un taxista, el alcoholismo y la drogadicción y, en grado extremo, el suicidio. Porque una sociedad con un sistema económico y un gobierno que no le brinda oportunidades y esperanzas de vivir a las personas, las orilla a todo: incluso al suicidio.

Tabasco ocupa hoy el lugar número dieciocho en educación, lo que hoy conocemos como educación dentro de nuestro sistema escolarizado es sobre todo capacitación, preparación y entrenamiento para algún trabajo. Y el problema de las estructuras económicas de nuestra entidad es que éstas no ofrecen empleos para todos los egresados de una carrera o de un oficio. Y el problema viene de una historia económica donde han predominado estructuras agrícolas y pecuarias, aunque éstas ya dejaron sus mejores años en décadas pasadas: el cacao ya no es negocio, igual que la copra y la pimienta. Dentro de las actividades primarias, la caña de azúcar y el plátano producen el 79 por ciento del total estatal agrícola. Aun así, todas esas actividades primarias de plantaciones siempre han ofrecido pocos empleos y bajos salarios a sus peones; lo mismo sucede con la ganadería de bovinos que emplea poca gente y los salarios son bajos.

En contraste al sector agropecuario, en nuestra entidad no existen fábricas, no hay un sector manufacturero que ofrezca empleos: todos los productos manufacturados que compramos y usamos en Tabasco vienen de fuera. Y dentro del Estado esos productos lo venden principalmente poderosas cadenas comerciales, nacionales y trasnacionales, que además pagan salarios muy bajos a sus empleados. 

Ante la presencia de un sector primario en crisis y la ausencia de empresas manufactureras, el sector terciario o de servicios ha crecido de manera hipertrofiada empleando bastante personal: en un tiempo la burocracia federal, estatal y municipal creció de manera extraordinaria y, hasta donde el gasto público lo permitió, en una época se convirtió en una gran empleadora de personal. Y esto fue así a partir de que las participaciones federales pudieron alimentar ese crecimiento: buena parte del gasto público se va en gasto corriente. Además, dentro de las actividades terciarias, el sector educativo junto con el sector salud, oficial y privado, emplean mucho personal: muchos profesores, médicos y enfermeras. El comercio, restaurantes y hoteles son otra fuente importante de empleos. Sin embargo, no hay fábricas manufactureras en la entidad. No es raro que Tabasco tenga una de las tasas más altas de trabajo informal, décima, en todo el país: el 62 por ciento de trabajadores de la entidad tienen un empleo sin prestaciones.

Por encima de este panorama, en contraste es Pemex y la extracción de crudo y gas la actividad que más genera valor agregado y que emplea personal de manera permanente con mejores salarios en comparación a las demás actividades productivas. Y no todos los tabasqueños trabajan en Pemex, ni viven de la actividad petrolera. Por todo lo explicado, un gobierno local tiene que impulsar la industria de la construcción no sólo porque la obra es necesaria, sino que tiene un efecto multiplicador: genera empleos directos e indirectos y hace mercado. Y aun cuando los trabajos de esa industria son temporales porque duran mientras dura la obra, los gobiernos de le entidad están obligados a realizar “obras” por la necesidad de la obra misma y por las razones aquí explicadas. 

En estas páginas me he tomado la libertad de sugerirle al gobernador electo, Javier May, la necesidad insoslayable de impulsar la industria de la construcción por ser ésta un motor dinamizador de la economía. Llevar a cabo un ambicioso programa carretero integral con apoyo de la doctora Claudia Sheinbaum; también es necesaria la ampliación y modernización de la infraestructura hospitalaria y escolar, entre otras obras. Ojalá no echen en saco roto estas sugerencias. Es una modesta contribución a partir de una visión de conjunto sobre Tabasco y México.