Deshoras panistas, Anaya 2018: de la coalición a la colisión interna

Deshoras panistas, Anaya 2018: de la coalición a la colisión interna

*Empieza profunda reforma política: partidos en cuarentena

*Menos que todos: el peor candidato, un simulacro de Salinas

*Batallan por rescatar al PAN, desdibujado en su ideología

CON LAS ELECCIONES del primero de julio comenzó una verdadera reforma política. Podría parecer un exceso hablar de una revolución política, pero la insurgencia civil expresada en el voto obligará a una reestructuración del sistema de partidos; localmente, en varios estados, varios institutos políticos no obtuvieron el 3% mínimo para conservar el registro. Por lo pronto a nivel nacional, Nueva Alianza y Encuentro Social entraron en proceso de liquidación.

Pero no sólo eso, partidos tradicionales como el Revolucionario Institucional, Acción Nacional y de la Revolución Democrática, fueron reducidos a su mínima expresión a nivel nacional. PAN y PRD inclusive pierden prerrogativas en algunas entidades.

LA MALA COSECHA

NOS REFERIMOS ya en un comentario anterior al impacto que para el PRI tuvo la reciente experiencia electoral. Lo invito a revisar algunos aspecto del PAN, partido fundado en 1939.

Ricardo Anaya ha sido medido por los números de la elección presidencial y su debacle es histórica: con un padrón multiplicado por cuatro, obtuvo los mismos votos que Manuel Clouthier en 1988 (12 millones). Otra comparación terrible para Anaya: con la alianza PAN/PRD/MC, obtuvo 22% de los votos, mientras que Josefina Vázquez Mota en 2012, sin alianza, obtuvo 25%; ¿cuál fue la ganancia aliancista? Ninguna, aunque la proyección entusiasta del equipo de Anaya fue que el PAN sumaría 30%, el PRD 15% y MC 7%, lo que daría un total de 52%. Mal cálculo con un PRD que por vez primera se aliaba con la derecha en una campaña presidencial.

La alianza tripartita tuvo un choque con la realidad por el descuadre ideológico del PAN y del PRD en la búsqueda (perdida) de una fusión. Para votantes de izquierda, Morena estaba primero que el PAN en sus opciones, lo mismo que para los priistas inconformes. Esta alianza PAN/PRD/MC, con sus resultados, prueba que el pragmatismo salvaje tarde o temprano encuentra su sentencia en las urnas. 

UNA SOMBRA ALARGADA

Con 39 años de edad, Anaya Cortés buscó la Presidencia. Un modelo de sus afanes de poder podemos ubicarlo en la trayectoria política de Carlos Salinas, que en 1988 llegó a Los Pinos con 40 años de edad. A la manera de Salinas, el llamado “chico maravilla” hizo de la intriga una forma de ascenso. Su paso por oficinas panistas fue demoledor para sus contrincantes. A la manera de Salinas, Anaya se hizo imprescindible para el presidente en turno. Veamos: de la Madrid enfrentó en 1987 un escenario económico con inflación de 187% y se refugió en su Secretario de Programación. El tecnócrata Salinas en 1985 había despachado con sutileza palaciega a su contrincante en el gabinete económico, Jesús Silva Herzog, titular de Hacienda Jesús Silva Herzog, de orientación nacionalista. De la Madrid siempre ubicó a Salinas como sucesor, por el grado de subordinación fingida y utilidad operativa real.

Anaya se hizo imprescindible para el Presidente Peña en 2012, 2013 y 2014, los años dorados del Pacto por México. Necesitado de legitimación con fachada de unidad nacional, Peña vio en Anaya un aliado a modo: con bajo costo político y votos decisivos en el Congreso (que Anaya presidió de 2013 a 2014) para la aprobación de las reformas estructurales. El llamado PRIAN en su mole. Mientras Peña posaba, Anaya se apoderaba del PAN, desplazando a Gustavo A. Madero con formas nada democráticas e impropias; dieron lugar a un secuestro político de la institución blanquiazul, que ya no organizó una consulta interna para elegir candidato presidencial. Margarita Zavala emigró. Lo que siguió fue Por México al Frente, con los resultados que plancharon a la inverosímil criatura ideológica que cabildeó Anaya.

He aquí lo misterioso de la política real: Anaya siguió el modelo de ascenso de Carlos Salinas, pero cosechó resultados diametralmente opuestos.                   

GANGA DEL CAMBIO Y AMAGOS

OTRA razón poderosa para la debacle de Anaya: subirse a destiempo al discurso del cambio. Anaya tomó la palabra ‘cambio’ como oferta de temporada electoral. Su trayectoria política -de cercanía con y usufructo del poder- no avalaba la retórica incendiaria que incluyó “cárcel para Peña y todos los corruptos”. Trató de situarse en el carril del cambio, que ya estaba copado, por 18 años, con López Obrador y su movimiento social que luego fue partido.

La sustancia del cambio que propuso Anaya, desde su biografía política, era insustancial. Se afanó con la tecnología, pero la sociedad mexicana (harta de violencia y corrupción) deseaba un cambio político de fondo. Hábil artesano de las formas y como polemista lo demostró; otra muestra de sus formas sin fondo: reconoció –“como demócrata que soy”- la victoria de López Obrador, pero después no ha dicho esta boca es mía, quizás por la tensa situación de la gubernatura de Puebla, bastión tambaleante de su alianza.

No se sabe qué pasara con el expediente de Anaya alimentado por la PGR de Peña en el sexenio de López Obrador y Morena. Por lo pronto, como el PRI, ni Anaya ni el PAN podrán ejercer de contrapesos significativos ante la agenda de proyecto ganador. Pero el ex candidato presidencial fallido enfrenta el riesgo de la muerte política: hay una rebelión en el PAN por la sobrevivencia.

AL MARGEN

EN LA RELACIÓN de López Obrador con los gobernadores se impone la máxima del trato institucional. Distinguir entre la competencia electoral y el ejercicio del poder público.

(vmsamano@yahoo.com.mx)