Despreciamos los datos y santificamos las opiniones

Despreciamos los datos y santificamos las opiniones

Roto, destrozado, el falso paradigma de que un candidato se iba a llevar el 60 por ciento de los votos en la elección para Gobernador en Tabasco, las cosas vuelven a donde nunca deberían a haber salido: A esperar que la sana competencia, la democracia y la participación, pasando por el conteo de los votos, nos diga quién es el elegido, o la elegida, para dirigir el destino del estado en estos tiempos revueltos. Todo lo demás son cantos de sirena, estrategias mediáticas que nada, o muy poco, tienen que ver con la realidad. Se abre el plazo de la recta final, el momento de la carne en el asador, toda la carne, el instante de tirar más leña al fuego de la campaña que se extingue irremediablemente y se va como el agua entre nuestras manos. Es la hora de la verdad de las urnas, la encuesta final y autentica que a nadie miente, que nadie conoce. Si es cierto eso de que el voto de los indecisos, que son más del 60 por ciento, se decide en la última semana antes de la votación, nos encontramos exactamente en el centro, en el hueso, de esta ceremonia democrática que tanto nos ha llegado a apasionar. Ahora, en vísperas electorales, no podemos tener la fiesta en paz porque siguen mintiéndonos con las supuestas encuestas y apareciendo golfos y golfas nuevos/as que se unen impetuosamente a los antiguos. Lástima que se estén descubriendo ahora y no antes para evitarnos tanta pena y después de haber causado un gran perjuicio a sus candidatos. Los números cantan y siguen desafinando, pero crecen las encuestas y unos partidos crecen, otros se mantienen y alguno se estanca. La solución, que no va a aclarar nada, está al caer. Sólo falta que los indecisos se decidan para que todo continúe y dentro de seis años sigamos buscando la manera de entendernos. Se pueden perder las ilusiones, pero no la esperanza de encontrarlas. En algún sitio tienen que estar. Quizá en el mismo donde el dulce y fragante Gustavo Adolfo Bécquer, que sigue siendo un contemporáneo, dijo que se va el amor, cuando el amor se olvida. Lo que no se olvidan son las promesas de los políticos, ya que haría falta tener mucha memoria. En un país como el nuestro donde la mayoría desdeña los datos y cree a ciegas en las opiniones las encuestas parece que están sirviendo para manipular la percepción, pero no para darnos datos de cómo está la opinión pública. El combate electoral va a estar muy igualado según los pronosticadores, que sólo aciertan cuando adivinan el pasado. El más cauto entre los zahoríes es Meade que es el que a pesar de manejar más datos se fía menos de quienes se los suministran. Si la pelea va a decidirse por puntos, su influencia en ese juez de millones de cabezas que llamamos pueblo está bien escogida en el tiempo y en el espacio. Somos como niños, pero no como retrasados mentales. No todos los calvos se compran unas tijeritas a la vez que adquieren un específico donde se advierte que si se observa un excesivo crecimiento del cabello hay que suspender por unos días lo de echarse unas gotitas, no sea que el flequillo pueda impedirle la visión a quien antes tenía menos pelos que un foco de la luz.