DÍA CON DÍA

La tentación militar. Historia para hoy

Gran parte de la historia política de México puede leerse siguiendo la forma en que fueron domados sus ejércitos. 

La abundancia de jefes y caudillos con poder militar propio fue uno de los grandes problemas del México independiente. Guerras, rebeliones, revueltas y cuartelazos sacudieron al país por varias décadas, hasta que, a partir de su segunda presidencia, en 1884, Porfirio Díaz empezó a centralizar el poder, sometiendo uno a uno a los hombres fuertes locales, heredados de las guerras civiles.

Díaz borró caciques y construyó un ejército profesional, más bien pequeño, no muy bien armado ni muy potente, como quedaría claro a las primeras de cambio con las revueltas maderistas en 1911 y, más tarde, con las grandes batallas de la Revolución, en las que jefes y ejércitos improvisados derrotaron militarmente al ejército profesional porfirista. 

La Revolución parió una nueva camada de jefes militares con autonomía. La doma de aquella camada costó tres rebeliones: la delahuertista de 1923, que mandó anticipadamente al otro mundo a Francisco Villa y a la mitad del generalato revolucionario; la de Francisco Serrano y Arnulfo Gómez en 1927, que significó una nueva purga castrense, y la de Gonzalo Escobar, sofocada con mano de hierro al tiempo que se fundaba el Partido Nacional Revolucionario, en 1929.

En los años 30, Lázaro Cárdenas tuvo todavía el amago de una rebelión, que le costó la vida al general Saturnino Cedillo. Pero Cárdenas pudo hacer una transmisión pacífica del poder hacia las manos del que sería el último presidente militar de la Revolución, Manuel Ávila Camacho ,en 1940.

Con la presidencia de Miguel Alemán (1946-1952), no sin un conato de golpe militar, empezó la era civil de la política mexicana que dura hasta ahora. Una de las obsesiones de aquella era, y uno de sus logros, fue mantener al Ejército fuera de la política, con grandes ventajas burocráticas como corporación, pero con subordinación política al mando civil, encarnado en la figura del presidente.

De entonces a la fecha, cada vez que el mando civil ha metido al mando militar a resolverle problemas políticos, el país ha pagado un alto precio.

Mañana, un apunte sobre esos precios.