Días patrios

Decía Luis González de Alba, a quien es difícil no extrañar en estos días, que mal debía estar un país que empezaba su historia con una mentira

Decía Luis González de Alba, a quien es difícil no extrañar en estos días, que mal debía estar un país que empezaba su historia con una mentira.

Algo parecido a una mentira preside el cuento de nuestros inicios como nación, el relato de nuestra independencia.

Los niños aprenden en la escuela que el padre de la independencia mexicana es el cura Hidalgo, y que la fecha de la fundación de México como país independiente es el 16 de septiembre de 1810.

¿Por qué? Porque en la madrugada de ese día el cura de la parroquia de Dolores, Don Miguel Hidalgo y Costilla, dio lo que se ha perpetuado en nuestros oídos patrios como “El Grito” de la independencia, es decir, el llamado a separarse de España mediante una revuelta contra la opresión y la injusticia, el cual produjo una avasalladora insurrección popular y trajo consigo la Independencia de México.

Hay algunos detalles difíciles de explicar en este redondo relato heroico. Por ejemplo: ¿Por qué un cura que se quería separar de España se levantó en Dolores Hidalgo echando vivas a Fernando VII, que era el Rey de España?

¿Cómo pudo producir la independencia una rebelión que fue derrotada militarmente en 1811, y de la que su caudillo, Hidalgo, se arrepintió con todas sus letras? 

¿Por qué la independencia de España tardó todavía 10 años en llegar, pues se logró en 1821, y por qué el conductor de aquella independencia exitosa no fue el cura Hidalgo, sino el militar criollo que hizo su carrera combatiendo y derrotando a insurgentes de la estirpe de Hidalgo y Morelos?

Otro más: ¿Por qué la insurgencia de Hidalgo y de Morelos trajo una violencia que destruyó la riqueza de la Nueva España, mientras que la Independencia de Iturbide se pactó políticamente sin necesidad de ninguna batalla de significación?

Nada de esto tiene respuesta en la historia patria. Celebramos 1810, no 1821, como año de nuestra independencia, y como próceres de ella a los curas derrotados, Hidalgo y Morelos, y no al criollo triunfador, Agustín de Iturbide.

Complejas son las circunvoluciones de nuestra imaginación histórica. Volveré en estos días patrios a una de ellas: la invención del Padre de la Patria.