Don Tomás, ¿qué extraña?: el ruido de mi silbato

Don Tomás, ¿qué extraña?: el ruido de mi silbato

Don Tomás está sentado sobre una barda de cemento en la avenida Paseo Tabasco. De momento acomoda su gorra, la gira de un lugar a otro, y luego saca de su bolsillo derecho un paliacate en color verde para darle algunos dobleces.

Son casi las once de la mañana. Es el mes de marzo, y es raro sentir un fresco, pero así sucede.

Don Tomás en ese momento no siente el mínimo calor, incluso, porta una chamarra café algo desgastada, que hace juego con sus sandalias donde pueden apreciarse sus dedos con uñas largas.

El ruido de los carros por esa zona es desgastante, y llega el momento de provocar estrés. Sobre todo cuando pasa una combi rumbo al Centro y empieza con su ritual: primero es el claxon, luego se conjuga con una voz de muchacho por algunos minutos que grita la ruta a seguir.

Frente al hombre diminuto y con casi 80 años encima, pasa una muchedumbre. Nadie le mira. Cada uno va con su pensamiento en otra historia, en otro tiempo, cavilando quizá el día a día, como Don Tomás.

Dice que fue Agente de Tránsito, y que por muchos años estuvo trabajando, hasta que le dieron su jubilación, y ahora cada fin de mes cobre un dinerito. Así le llama él.

“Me quedé un rato descansado, vengo del banco, el que está hacia allá”. Y señala casi al horizonte, hacia el corazón de la zona de Tabasco 2000.

“Vivo en Linda Vista, solo, porque mis dos hijos se fueron; uno está en Campeche, y el otro en Chiapas. Allá trabajan y formaron su familia. Mi esposa murió hace cinco años, está recién, y por eso ahora estoy a la buena de Dios”.

Don Tomás dice que a veces prefiere agarrar camino que estar en su casa. “Siento que si me encierro vendrán a buscarme las enfermedades, y yo no estoy para eso. Mi esposa antes de irse me dijo que tenía prohibido dejarme por un tos o calentura”.

El hombre mueve su cuello. Ahora saca una bolsa de plástico del pantalón, y de adentro extrae un pedazo de pan, es una “chilindrina”, a la cual empieza a darle mordiscos.

Han pasado algunos minutos. Mira al cielo, como si buscara un horario entre las nubes que ya se pintan de gris y luego reciben pinceladas del sol.

“Siempre recuerdo cuando era joven, corría de un lugar a otro, pensaba que jamás llegaría a esta edad, y luego, después de casado, no imaginé que mis hijos se fueran, pero así pasó, es parte de la vida… hay que dejarlos que vuelen…”.

Don Tomás emprende su camino después de hacer una parada de casi media hora. Va despacio. Sus ojos se clavan en el pavimento de una banqueta que le puede hacer caer si no da bien el paso.

Hombre y mujeres siguen cruzando a su lado. Es como un fantasma. Quizá ni él mismo se dio cuenta desde cuándo desapareció.

Para llegar a su colonia le faltarían horas, pero el hombre diminuto por la edad prosigue moviendo sus brazos como si se tratasen de dos remos que ayudan a impulsarlo.

-Don Tomás, ¿qué extraña? –Se le pregunta.

-El ruido de mi silbato. –Responde.

PARÉNTESIS

EL diputado del PRD, Nelson Humberto Gallegos Vaca, dijo que es necesaria una regulación más estricta a las empresas recicladoras, para evitar que adquieran principalmente metales provenientes de un bien público, tal es el caso de esculturas, nomenclaturas de calles, tapas, rejillas de alcantarillas, tubería de agua, líneas conductoras de hidrocarburos y tendido eléctrico; tanto del alumbrado público como de plantas de tratamiento de agua potable y residuales. Negocio redondo. (kundera_w@hotmail.com)