¿Dónde están ellos, donde estamos nosotros?

Cuando son la fe y la ambición combinadas las que mueven a los seres humanos

Hilvanado derrotas y acrecentado su rabia ha venido la derecha conservadora desde el 2018 cuando lo inconcebible -al menos para ella- sucedió y el régimen neoliberal se vino abajo. 

Creyeron -y con razón- que lo tenían todo; dinero, medios, coartada democrática, el aparato del estado, la inestabilidad y el terror generados por la violencia criminal, para seguir turnándose en el poder. 

Se les “coló” a palacio nacional Andrés Manuel López Obrador, en su soberbia no lo vieron venir y en lugar de detenerse a analizar las causas de la debacle, corregir errores y reconquistar a la base social perdida se empeñaron en librar en su contra una guerra y no cualquier guerra; una cruzada.

Cuando son la fe y la ambición combinadas las que mueven a los seres humanos, como sucede en las guerras santas, no hay manera de dar ni de pedir cuartel. Solo se da por terminado el conflicto con el aniquilamiento del enemigo. No hay negociación alguna; la única paz posible es la de los sepulcros.

La democracia, sus plazos y sus reglas son -para los conservadores- un estorbo intolerable; para su enemigo, para “el otro”, simplemente, no hay cabida en el mundo. Su problema central es que no entienden que ese “otro” no está en guerra contra ellos ni pretende aniquilarlos y que, además no está solo. 

No entienden que López Obrador no “se les metió” a palacio por la ignorancia del pueblo y porque ellos se descuidaron; sino porque 30 millones de mexicanas y mexicanos conscientes lo pusimos ahí con nuestros votos y le dimos un mandato contundente; ponle fin a un régimen, transforma al país, cumple con aquello que, por todo el territorio nacional, repetiste durante años; “por el bien de todos primero los pobres”. 

Empeñados, como están, en esta cruzada se han olvidado de las llamadas “cuatro preguntas de estado mayor”, esas que cualquiera que se dispone a librar una batalla, ha de responder oportuna y certeramente si quiere tener alguna perspectiva de victoria: ¿Cómo están ellos? ¿Cómo estamos nosotros? ¿Dónde están ellos? ¿Dónde estamos nosotros?

Ellos están desmoralizados, solo los apoya el 30 % de la población y por eso son tan rijosos y también tan peligrosos. Pueden fingir, como lo hicieron en la última elección, que van ganando “su guerra” pero la realidad demuestra que han perdido batallas políticas cruciales. El desaliento puede conducirles de la violencia verbal a la física.

No le quitaron la mayoría legislativa a López Obrador, no pararon las obras de infraestructura ni los programas del bienestar, tampoco el presupuesto de egresos, perdieron 11 gubernaturas y 19 legislaturas locales. El año que entra no les pinta mejor.

Nosotros -me asumo como uno más de los que están por la transformación de México- somos quienes garantizamos, a tres años de gobierno, un nada despreciable 65% de aceptación para López Obrador. Estamos convencidos y firmes en torno a él pero no movilizados.

Ellos están en todos los medios de comunicación todo el tiempo. Actuando también masivamente en las redes. Desatando campañas de “fake news”. Tratando de despertar los instintos más oscuros y primitivos de los sectores de la clase media, convenciéndolos de que esta amenazada su propia sobrevivencia.

A nosotros nos toca que esta vez “no nos falte pueblo”; debemos volver a estar ahí donde se han fraguado las grandes victorias, en las calles y en las urnas, para ganar elecciones e impulsar y defender pacíficamente las reformas eléctrica, de hidrocarburos y electoral que son cruciales para consolidar la transformación del país. 

Que ellos sigan con su guerra santa mientras nosotros consolidamos la democracia y construimos la paz.