Dos más dos: ¿cuatro?

Dos más dos: ¿cuatro?

Cada uno de los candidatos a la presidencia del país, así como los candidatos a 9 gubernaturas en distintos estados de la República están en plena batalla campal. Y no se diga los que quieren ser legisladores federales o locales o alcaldes: todos están tan enloquecidos como embravecidos, porque las cifras los martirizan todos los días…

Simple y sencillamente cada día, cada mañana, a primerísima hora, se vuelcan en los medios electrónicos, digitales y, sobre todo impresos, para ver las encuestas: los resultados  más recientes de su popularidad, de la voluntad de voto, de simpatías o antipatías, de errores o aciertos, de triunfo o fracaso: todo está ahí, en las encuestas suyas de cada día.

¿Para quién son las encuestas? En realidad a los mexicanos al grito de guerra, que somos de a pie, ni nos van ni nos vienen.

En todo caso desde hace ya un buen rato, nos dicen que el puntero es Andrés Manuel López Obrador y estas encuestas conducen a pensar que en efecto, el candidato de Morena ganará la elección presidencial del 1 de julio de este año. Muy probablemente.

Luego, estas empresas nos dicen que el punto de observación debe ser quién estará en segundo lugar, como si con esto se ganara la vicepresidencia o una posición relevante en el nuevo gobierno, lo cual no será.

Y como ocurre cada día en los medios “nacionales” esto se replica en cada uno de los estados que están en la lisa. En cada uno de ellos las encuestadoras locales –o las nacionales, ya reconocidas, que extienden sus tentáculos a todo el país— dicen el día a día de la carrera electoral.

Y luego, se da el caso de que hay candidatos o partidos que hacen sus encuestas para salir ganones ellos o sus candidatos y con esto respiran aliviados y suponen que así los electores se irán con la finta y votarán por ellos. Lamentable ingenuidad  política esa.  Es así que vemos resultados verdaderamente inverosímiles, como ya ha ocurrido en la capital del país en donde de pronto aparecen posiciones que nada tienen que ver con otras encuestas…

Y así la vida electoral que se transforma en encuestas, en cifras, en datos, en ‘metodologías’ y en suposiciones. Porque eso generan las encuestas. Suposiciones.

Las tendencias electorales, simpatías o diferencias por este o tal candidato se expresan en hechos reales, firmes y más o menos conscientes, y será el mismo día 1 de julio cuando se decidirá. Esto es que ante evidencias de movimientos sociales, de participación y acción política si se perfilan candidatos ganadores o  perdedores pero, en todo caso, la política y la sociedad toman decisiones impredecibles en todo momento.

Con esto no se trata de aguarle la fiesta a ninguno de los candidatos, pero sí se trata de ponernos en el plano de la certeza y veremos que las encuestadoras se mueven, con mucha frecuencia, en rangos mínimos o, ahora, mediante categorías fragmentadas respecto de los aspirantes a puestos de elección popular.

Las encuestas han  fracasado en elecciones como las ocurridas hace poco en Francia. En Estados Unidos las encuestadoras, en su mayoría daban el triunfo a Hilary Clinton, y hace casi seis años en México las encuestadoras daban diversidad de triunfadores, una de las cuales fue tan inducida que, al final, hizo que un presentador de noticias en la televisión tuviera que salir por piernas por el grado de manipulación al que llegó con estas cifras.

Ganan y ganan y ganan millones las encuestadoras ‘oficialmente registradas’ ante el Instituto Nacional Electoral. El dinero con que se les paga, con frecuencia viene de medios de información que quieren tener adelantos de resultados según convenga: ya para fortalecerse  ante su público o por hacerse de influencia política.

Pero también las encuestadoras ganan mucho dinero proveniente de partidos políticos y ese dinero es parte de las prerrogativas que se le asigna a estos institutos políticos y, por tanto son recursos públicos: esto es: pagamos porque nos muestren una suposición.

Uno de los encuestadores estrella en el país, Roy Campos dijo apenas que “… aunque (las encuestas) nos digan las probabilidades de ocurrencia de un resultado, nunca nos dan certeza de nada, podemos por tanto decir si un candidato tiene más probabilidades de triunfo que otro, pero nunca eliminar la probabilidad de que pierda”. Esto es: no hay certezas, sólo probabilidades.

Al final de cuentas se lavarán las manos. Dirán que habían advertido ‘sus márgenes de error’. Mientras, en todo el país, ahí están las encuestas que nos dicen que ‘2+2=4, aunque puede haber error’.

Así que será bueno que tomemos con calma estas cifras cotidianas, y mejor veamos y sigamos con atención a los candidatos en nuestros espacios vitales. Quién sí o quién no conviene a nuestros intereses ideológicos, a nuestras necesidades individuales y colectivas, a nuestro futuro y a nuestra fortaleza, armonía y solución a los grandes problemas nacionales, estatales o municipales: eso es.

jhsantiago@prodigy.net.mx