Efecto teflón: AMLO no es un ambicioso vulgar

Efecto teflón: AMLO no es un ambicioso vulgar

“No soy un ambicioso vulgar”, ha dicho el Presidente López Obrador en   contextos de señalamientos sobre corrupción en su gobierno. El último  buscapiés apareció vía supuestas propiedades no reportadas por Manuel Bartlett (director de la CFE) en su declaración patrimonial. La investigación sobre la fortuna de Bartlett, curiosamente corrió a cargo de una asistente de Carlos Loret de Mola (ex Televisa), que la mostró en su columna “Historias de reportero” (El Universal, agosto 31).

Bartlett negó de bulto el señalamiento. Al parecer, existe una fortuna familiar que se le adjudica toda al polémico político poblano, con 45 años en cargos públicos. López Obrador dijo confiar en Bartlett, aunque le pidió “informar sobre el particular”. No hay denuncia legal en curso y la secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, afirmó que no entrarán de oficio. Loret (septiembre 4) concluyó que Bartlett está “feliz, feliz, feliz”. El raspón, se entiende, quiere llegar a AMLO.

Otro proyectil reciente (julio) lo soltó Carlos Urzúa, ex titular de Hacienda, sobre el empresario Alfonso Romo y su vinculación con la Casa de Bolsa Vektor. Según Urzúa, “podría implicar un conflicto de interés por la información privilegiada que llega a Romo como jefe de asesores de la Presidencia”. No hay investigaciones en curso. AMLO sostuvo que no hay indicios de mal manejo de datos. Se antoja razonable una investigación oficial sobre Romo y Vektor. Es raspón que quiere llegar a Palacio Nacional.

Ha sido fórmula recurrente el ataque político a AMLO a través de señalamientos a correligionarios. Desde los tiempos de René Bejarano y las famosas ligas que sujetaban fajos de dinero (2004), filmadas por el empresario metido a videasta, Carlos Ahumada. Bejarano estuvo preso  y lo mismo ocurrió con el secretario de Finanzas del DF, Gustavo Ponce, cuando fue captado apostando miles de dólares en un casino de Las Vegas. López Obrador pidió que se aplicara la ley. La sanción legal a ambos personajes sembró la percepción de que las formas políticas de AMLO incluían otra ética pública,  opuesta a “la mafia del poder que defiende a sus chicos”.     

Así pues, la trayectoria de López Obrador incluye sortear el campo minado de señalamientos indirectos de corrupción. Empecinado del trabajo y la transparencia, sería vulnerable en el momento en que se supiera algo directamente de él, respecto a propiedades o componendas. Sucedió al contrario: por años fue invulnerable y en el tercer intento triunfó en las elecciones presidenciales. Algunos periodistas llaman “indestructible” al obstinado tabasqueño, sobre quien pesa una lupa gigantesca de escrutinio público.

PODER COMO DEBER

En el 85 aniversario del Fondo de Cultura Económica, flanqueado por Paco Taibo II, el Presidente soltó una perla discursiva: “El poder no es placer, sino deber”. Al poder como afrodisiaco, fruta jugosa de anteriores sexenios, responde AMLO con el poder como responsabilidad. Es coherencia de trayectoria lo que describe esa frase. La frase se sostiene como descripción ética de la vida pública, a condición de que quien la pronuncie se esfuerce por practicarla. En boca de Enrique Peña Nieto o Vicente Fox, la perla de AMLO sería un contrasentido.

Por ésa y otras razones, los señalamientos de corrupción contra el Presidente no han prosperado como temas de opinión pública. Otro blindaje que debe analizarse, para comprender los cambios profundos que vive México. No es casual que la bandera contra la corrupción sea la principal batalla de opinión pública que libra el Presidente. Es campo ético en el que, comparado con quien sea en estos tiempos, AMLO no da su brazo a torcer.                    

Punto clave: a López Obrador le beneficia la vida opulenta de otros políticos, que hacen del poder ostentación y dispendio. Quien por años ha vivido en la justa medianía juarista, no teme comparaciones con sus adversarios. La vida sencilla de López Obrador, que tiene como propiedad mayor una finca de Palenque, Chiapas, heredada de su familia, es lo primero que viene a la mente de la ciudadanía. Coherencia y ética pública. Con su austera vida privada, AMLO se blinda en la arena pública. De ahí el efecto teflón (todo se le resbala) cuando existen señalamientos de corrupción contra él o sus familiares. Mueve a la hilaridad, en algunas ocasiones, que se señale a sus hijos por la marca de tenis que portan o por el costo de un campamento de verano. Eso en otro político nadie lo mira.  

Cuando AMLO dice “no soy un ambicioso vulgar”, piensa en términos de ambición histórica. Es político de ética trascendente. Algunos analistas lo califican de mesías (Krauze) o megalómano (Hiriart), pero no le pueden decir que se ha enriquecido en la vida pública. En este sentido, la ambición histórica de trascender como la Cuarta Transformación de México, refleja lo que aquí llamaremos humildad gestora: lograr cambios profundos con acompañamiento popular. AMLO no es ambicioso vulgar: su medida es la historia de las luchas en pro de justicia igualitaria.