El argumento y el infantilismo

El argumento y el infantilismo

 (Proceso).- Hacia el final de su vida, Iván Illich, definiendo el mundo que emergía de la sofisticación tecnológica y la velocidad de los medios de comunicación, llamó a nuestra época la era del show, la era del espectáculo. La página del libro, que nació en el siglo XII y XIII y permitió el surgimiento de la universidad y de la reflexión crítica, dejó paso a la pantalla de la computadora y del celular. Con ello, la búsqueda de la verdad, de la realidad o de la ética que habita en el pensamiento crítico y el diálogo perdió su prestigio, sustituido cada vez más por la atención al mensaje relámpago. Desprovistos de sus contextos argumentativos, esos ectoplasmas lingüísticos tienen tal cantidad de connotaciones que, a fuerza de ya no designar nada, generan reacciones sin sentido, reacciones de un infantilismo fantasioso o de una violencia salvaje. 

El reciente escándalo lleno de vituperios, molestias, descalificaciones, incluso de insultos, suscitado por la portada del número 2192 de Proceso (“AMLO se aísla. El fantasma del fracaso”), lo confirma. La reacción que ese encabezado generó en Twitter, Facebook, incluso en artículos, muestra que quienes se desgarraron las vestiduras jamás, devorados por la mentalidad de que la parte es el todo, leyeron el contenido. Sin embargo, a diferencia del Twitter, del Facebook, del eslogan, del aviso publicitario, la frase de la portada de Proceso no era –como nunca lo es una portada, un encabezado o un título– un mensaje cerrado, sino una “cabeza”, un pórtico invitando al lector a entrar y discutir el argumento que dio origen a la portada: la entrevista de Álvaro Delgado a uno de nuestros más lúcidos constitucionalistas, Diego Valadés.

Encerrados en el galimatías de sus reacciones, no se dieron cuenta que lo que Valadés discute es uno de los temas fundamentales de la propuesta política de AMLO: la separación entre el poder político y el poder económico que tanto ha destruido la vida de la nación hasta hundirla en la deshonestidad, la violencia y el crimen. En dicha entrevista, el abogado señala que esa política, fundamental para la llamada Cuarta Transformación, puede fracasar si –de allí la idea de fantasma: algo que carece de concreción pero que puede tenerla– el gobierno de Andrés Manuel, lejos de fundarla en un sólido sistema de instituciones que fortalezca al poder político, la construye a partir de sí mismo, del personaje que ha creado.

En lugar de discutir el argumento, de ahondar en su contenido para, en la controversia, comprender e iluminar la realidad, quienes se lanzaron contra Proceso prefirieron la pataleta, la oscuridad del escándalo, la inanidad del show mediático, la afirmación del personaje contra la política; prefirieron darle concreción al fantasma que a la luz que lo exorciza. 

El propio AMLO, lejos de encarar como un estadista el argumento de Valadés, prefirió, en una exaltación ególatra, detenerse en las fotografías que acompañan la portada y el contenido de la entrevista –un hombre maduro, serio, adusto, que mira ¿desdeñoso, aislado, fuerte? el fantasma del fracaso– para percibirse como un viejo “decrépito ya chocheando”. Después, en una continuación del berrinche, el rechazo a la invitación publica de Proceso para, mediante una entrevista, entrar en el debate de los contenidos.