El Gran Confinamiento (I)

En el presente artículo, buscamos esbozar, los factores mínimos que debemos considerar para maximizar el bienestar social

Todos los mexicanos conscientes y comprometidos, con principios y valores, están convencidos que el único camino para salir de la pandemia del COVID-19 es quedarse en casa, y de esta forma poder controlar su propagación. Esta acción permitirá salir de este hoyo negro que nadie lo esperaba, se sabe que es una situación muy difícil, sobre todo para la población más vulnerables de bajos ingresos o sin ingresos. Por ello, de manera esquemática, en el presente artículo, buscamos esbozar, los factores mínimos que debemos considerar para maximizar el bienestar social.

El 11 de marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud declaró oficialmente que el fenómeno del coronavirus era una pandemia, sin embargo, desde meses antes a dicha fecha se ha observado una crisis en el sistema económico mundial. Solamente antes del anuncio, las bolsas internacionales, de inicios año a la fecha de la declaratoria, se encontraban en número negativos.

Las bolsas, sin importar su ubicación geográfica, mostraban pérdida de más de dos dígitos. Milán mostraba pérdidas del 36.6%, Paris -32.35%, Francfort -30.85%, Nueva York -25.71%, México -15.86%, por mencionar algunos ejemplos.

En la misma línea, de enero a abril del presente año el Fondo Monetario Internacional estimó un crecimiento de la economía de 3.3, en enero, a una contracción de la economía mundial en -3%; esto es, una pérdida de 6 puntos porcentuales en sólo cuatro meses. Estas estimaciones se basan en, como menciona la misma institución, “factores difíciles de predecir, como la trayectoria de la pandemia, la intensidad y eficacia de los esfuerzos de contención, el grado de las perturbaciones en la oferta, las repercusiones del endurecimiento drástico de las condiciones en los mercados financieros mundiales, variaciones de los patrones de gasto, cambios de comportamiento, efectos en la confianza y volatilidad de los precios de las materias primas”.

El 20 de abril, uno de los insumos principales, el petróleo, fue cotizado en un precio nunca visto en la historia del sector petrolero, por debajo de $0 dólares el barril, y en el caso mexicano, la mezcla se ubicó en -2.37 dólares por barril. Esto es, los mercados internacionales, los operadores de los contratos a futuro, estimaron que los productores de petróleo no pueden almacenar la producción de petróleo que generan dada la poca demanda de los compradores que están dispuestos a recibir barriles de crudo (nota: el acuerdo de la OPEP entrará hasta el mes de mayo).

De los hechos anteriores, se observa que los efectos económicos del Coronavirus, a nivel global, afectaron tres áreas principales. La primera, los mercados financieros internacionales; la segunda, la disrupción de las cadenas de suministro globales, y la tercera, la producción de insumos mundiales. Sin embargo, ninguno de estos fenómenos ha sido la primera vez que sucede en la historia de la economía contemporánea y sin embargo, seguimos sorprendidos encontrando esto shocks externos a la economía.

El Cisne Negro, concepto popularizado por Nassim Nicholas Taleb, es un suceso imprevisto, raro y ajeno a las expectativas normales que provoca un enorme impacto socioeconómico; este suceso revela la grave limitación del aprendizaje con base en la observación y la experiencia, así como la fragilidad de nuestro sistema económico.

Sin embargo, pensar en que estos fenómenos como el COVID-19 y su impacto en la economía internacional, como estamos observando, sean fenómenos imprevistos o raros sería entrar en una justificación de Cisne Negro. Lo que se percibe es una amenaza altamente probable, de alto impacto y aunque se conoce ello, ésta constituye una amenaza a la que se le presta poca atención.

La constante expresada en los tres párrafos primeros de esta nota es la especulación de bienes y servicios que todavía no se han producido. Hace sólo una década, se vivió una de las mayores de las crisis mundiales el colapso de la burbuja inmobiliaria en los Estados Unidos, generada por los mercados financieros y su especulación. Otros diez años antes, en el año 2000, la crisis dotcom. La capitalización de las empresas tecnológicas vía la bolsa de valores llevó a que en un periodo de 3 años (1997-2000), el índice NASDAQ creciera en un 300% y su nivel de capitalización en un 600%. Sin embargo, el pánico de los inversores en la Bolsa de Valores y la venta masiva de acciones de empresas que no contaban con cadenas de suministro sólidas que sustentaran sus operaciones (clicks and bricks) provocaron la caída en picada del índice NASDAQ y pérdidas millonarias. El resultado una disminución del PIB mundial del 2.3%.

Lo que se interpreta es una economía mundial altamente bursatilizada, cuyo valor de las empresas que el mercado le atribuye a una empresa depende de la especulación y el impacto en la economía mundial cada vez es más profundo. En el caso de la Crisis PuntoCom, el crecimiento real del PIB mundial disminuyó sólo 2.3 puntos porcentuales; en el segundo evento, la crisis hipotecaria la contracción fue de 5.7%; en el presente tercer caso, el Gran Confinamiento, el estimado del presente mes es de casi 6%.

Otro ejemplo de lo que se pudiese llamar Cisne Negro, ocurrió a principio de 2009, cuando en México y Estados Unidos surgió la influenza AH1N1. Se estima que el impacto del que tuvo esta pandemia en la economía mexicana fue de una contracción del PIB del -1.3% en el periodo en que duró la pandemia (enero 2009 - agosto 2010). En términos reales por actividad económica, de acuerdo con información de INEGI, el mayor impacto se tuvo en las actividades primarias; es decir, aquellas que aprovechan los recursos naturales para su producción (Capital Natural), con una disminución del 27.1%. No sobra mencionar que éstas se realizan preponderantemente en las áreas rurales del país. Las actividades secundarias, estas son las relacionadas con la industria, se contrajeron en un 1.2%. Finalmente, en actividades terciarias, las que se encargan de distribuir los bienes producidos por las actividades primarias y secundarias, así como de prestar diversos servicios, mostró un crecimiento del 0.2%.

Por sector de actividad, en el mismo periodo, se observó que 8 sectores tuvieron la mayor afectación: el relacionado con la agricultura, ganadería, forestal y pesca; los servicio profesionales, estos son los conocidos coloquialmente como despachos, actividades de autoempleo de los profesionistas; los servicios de apoyo a los negocios que son actividades como administración de negocios, contratación y colocación de personal, preparación de documentos, fotocopiado, acceso a computadoras, recepción de llamadas telefónicas, cobranza, organización de viajes, vigilancia y seguridad, limpieza de inmuebles, empacado y etiquetado; construcción; comercio al por menor, servicios educativos, minería, alojamiento temporal y preparación de alimentos y bebidas (preparación de alimentos para consumo inmediato al cliente).

Es de notar que el sector de Servicios Financieros y de Seguros, fue el de mayor crecimiento en este mismo periodo, con un aumento del 30.2%. Lo que lleva a observar, que frente a la adversidad económica generada por el AH1N1, los servicios financieros fueron la principal fuente alterna de ingresos de la población. El papel de la Banca de Desarrollo, en especial, del Banco de Bienestar, será primordial para hacer frente a la actual situación que enfrenta el país y facilitar los medios financieros a los más desaventajados. (Se han suprimido los cuadros estadísticos que acompañan al texto original, para facilitar la lectura. Los autores colaboran en el equipo de la Presidencia)