El Performance de los “artistas del hambre”

Ellos se presentaron como actores de un teatro de performance

Más que como ciudadanos, -o políticos abandonados por sus partidos o sin partido-, ellos se presentaron como actores de un teatro de performance. Performance se define como un conjunto de acciones que se aplican en una organización con el fin de satisfacer las expectativas de los clientes. Y la definición acuñada por la Performance Marketing Association, organización a la que pertenecen compañías como Google, Yahoo!, Dell, eBay o Amazon deja claro que esta práctica de marketing se orienta a generar una respuesta de los usuarios que se traduce en una suscripción, un registro, un reenvío, un like o una venta. Eso es lo que pretenden aquellos que se presentaron como ciudadanos de diferentes ideologías preocupados por el destino de Tabasco, solo que lo hicieron aterrorizados porque el pacto de los partidos políticos legalmente representados parece que camina con buenos augurios de convertirse en una plataforma de dialogo permanente y reconciliación. Ese es el miedo que les obligó a Manuel Andrade, Juan Manuel Fócil, Juan José Rodríguez Prats, Adrián Hernández Balboa y otros, a buscar la manera de seguir presentes en la vida política del estado a como diera lugar, y si era necesario hacer un Performance pues se hacía. Total no sería ni el primero ni el último. La cosa es que temen que su desplazamiento actual de las organizaciones políticas legales se haga permanente, por que han dejado de ser necesarios, e incluso se denote, más claramente, que se han convertido en un incordio. Estos personajes piensan que lejos de las ideologías y los programas que daban un ordenamiento racional al estado, la política se ha transformado en un teatro de operaciones de candidatos para los cuales los partidos políticos representan -en caso de que representen algo- una estructura formal de acceso al poder y un paraguas para la realización de su propia performance. Siempre se han comportado así y ahora que formalmente los partidos se han sentado, han llegado al acuerdo de escucharse y hacerse entender e incluso se reúnen el próximo jueves con el gobernador para hacer institucional ese círculo positivo que se adivina, ellos, los vividores de siempre, temen quedarse fuera de la jugada para siempre. Ahora, el espacio de lo político se pulveriza y se licúa. Para estos personajes, en este momento de sus vidas y sus carreras políticas, sus espacios lógicos e históricos –Congreso, diputaciones alcaldías o las instituciones públicas- se deslizan al territorio móvil y poroso de Internet. Según estos “próceres” las redes sociales transforman han transformado al político en estrella mediática de un circo donde se ofrece pan real pero sólo se consigue el virtual. Todo pende del hilo de la tensión narrativa. Quién logre teatralizar mejor y movilizar ánimos, ya no colectivos sino individuales, resulta ganador en la contienda.  Creen que la política ha pasado del debate, de la discusión y del “dissensus”, a lo interactivo, lo performativo y lo espectral. Estos son los políticos que se presentaron en una presidencia colectiva en esta ceremonia caníbal, demostrando una condición inconfortable de ser a la vez performers y víctimas: Kafka los llamaba “artistas del hambre". El problema de esta forma de concebir y de hacer política es, en definitiva, la negación de la democracia. Los ciudadano nos hemos dado una organización democrática en la que los partidos políticos son el eje sobre el que oscila la representación popular que se ejerce con el voto y no con teatro del malo.