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Confiar en el pueblo


Fueron, durante décadas, capaces de moldear a la opinión pública como si fuera arcilla. La subsistencia del viejo régimen dependía sustancialmente de estos "pastores" que, tanto en el aparato político como en el mediático, conducían al "rebaño" y se sentían capaces de llevarlo mansamente al matadero.

Si aún conservaran ese poder ya habrían defenestrado, hace tiempo, a Andrés Manuel López Obrador. Si todavía fuera tanto y tan grande su peso en México no estaría Claudia Sheinbaum arrasando en todas las encuestas.

Se le vino a la élite -económica, política, intelectual y mediática- el mundo abajo en el 2018.

A estos fieles seguidores y beneficiarios de la contrainsurgencia se les olvido la tesis central de esa doctrina y como peces sin agua se quedaron.

Al hartazgo, a la ignorancia de las masas o al influjo de un populista mesiánico y carismático atribuyeron equivocadamente su derrota.

No se dieron entonces cuenta, no se dan cuenta aún, de que el pueblo, que dejó de ser ese sujeto pasivo y manipulable, les dio la espalda y que esto se debió a un cambio de mentalidad, a que se produjo una verdadera revolución de las conciencias.

Sin "mentes ni corazones" se quedaron los conservadores.

Cambió la gente, el pueblo raso -como dice Andrés Manuel- se supo soberano y en esa dialéctica, unidos por la convicción de que era preciso erradicar la corrupción y de que había que hacerlo de manera pacífica, democrática, radical y en libertad se vieron inmersos y se sumaron otros sectores de la sociedad.

No es ya necesario ser por fuerza obrero, campesino o estudiante. Tampoco el haber militado históricamente en la izquierda. Hoy basta con ser decente para ser revolucionario y asumir un papel protagónico en la Transformación de México.

Fueron la amplitud y la diversidad de este movimiento, convertido en espejo de lo que, en su enorme diversidad étnica, cultural, social, religiosa, política y económica, es el pueblo de México, las que posibilitaron su victoria en el 2018 y las que habrán de garantizar, si se mantienen qué, a partir de 2024, continúe la transformación.

Fue esta pluralidad, de la que se nutre una conciencia colectiva, recuperada y fortalecida, la que hizo perder su eficiencia a los instrumentos de manipulación masiva que permitieron prevalecer al régimen corrupto.

Al establecerse, por primera vez en la historia, el diálogo entre distintos sectores de la sociedad que asumen como propia la tarea de erradicar la corrupción y revolucionar a México, se quedan las y los pastores de siempre sin rebaño.

Se desfonda así el viejo régimen corrupto y todo esto sucede valiéndose -vaya singularidad la de este proceso revolucionario único en la historia- de los instrumentos tradicionales de la democracia burguesa.

En sus narices, la que era solo arcilla moldeable para los conservadores, recuperó, en 2018, su condición de pueblo y los echó pacíficamente de palacio.

Fue la mexicana la primera revolución social del Siglo XX. Del hacendado y la tienda de raya se liberaron nuestros ancestros; de los muy diversos y complejos instrumentos de manipulación masiva que permitieron a los conservadores perpetuarse en el poder -y podrían permitirles volver al mismo- debemos terminar de liberarnos nosotros. Entonces fue con las armas; ahora es en las urnas.

De confiar en el pueblo, de escucharlo, de consultarlo más que de dictarle y pastorearlo, de ponerse en sus manos, de obedecerlo -como lo ha hecho Andrés Manuel, como estoy seguro que lo hará Claudia- se trata esta primera insurrección cívica del Siglo XXI: la 4a Transformación de la vida pública en México.


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