El reto del agua
03/11/2020
Una vez más, Tabasco está en peligro de inundación. Su ubicación, su clima y sus características geográficas hacen imposible evitar que, al paso de los años, los fenómenos naturales le pongan, recurrentemente, históricamente, frente al reto de lidiar con los estragos que producen las aguas descontroladas. Lo que sí es posible, tras una larga historia de inundaciones, es acumular experiencias, infraestructura y tecnología para contar con mejores herramientas y tomar decisiones más oportunas al enfrentar este tipo de fenómenos.
Hoy, nuevamente, el reto se presenta a la población, reavivando temores y viejas angustias. Para superarlo exitosamente, sin duda, la participación comprometida y solidaria de toda la sociedad será necesaria. Sin embargo, el éxito para superar el momento requerirá que dicha participación social sea coordinada, encabezada y complementada con la acción oportuna, certera y diligente de las autoridades.
En momentos como éste, son múltiples los factores que se debe tener claros para poder tomar las decisiones adecuadas. Debe recordarse, primero que nada, la importancia de la toma de decisiones preventivas, de manera temprana y con el tiempo suficiente para asegurar su efectividad. Hay que recordar la importancia de establecer y mantener canales de comunicación directa, completamente veraces y confiables, así como frecuentes y oportunos con todos los habitantes. Debe tenerse, como primera línea de pensamiento, la relevancia de generar los avisos y alertas necesarios, con el tiempo y claridad suficientes para permitir que la población coadyuve en la preparación de su propia seguridad. Pues hay que tener muy claro que, sin la participación de la sociedad, los recursos suelen ser insuficientes para atenderlo todo y a todos en caso de verdadera urgencia.
Tendrá que recordarse que la dinámica de las inundaciones puede ser súbita y sorpresiva: aunque los cauces, los embalses y las lluvias tarden días en saturarse y acumularse, el desborde que causa los mayores estragos puede ocurrir en algunas horas o minutos, cuando ya no hay tiempo para tomar muchas de las medidas que serían deseables. Así, debe tenerse presente que una precipitación de más de 200 milímetros (como no es raro que ocurra en Villahermosa, o en otras partes del estado y de sus cuencas hidrográficas) puede distorsionar o hacer inútil, en una sola tarde, cualquier pronóstico.
Tendrá que considerarse, además, que ante la necesidad de posibles desalojos, habrá de encontrarse con la resistencia de muchos ciudadanos para abandonar sus casas y enseres. Y que, como suele ocurrir en las emergencias, en la medida en que la desinformación gane terreno, las acciones de pánico, o simplemente descoordinadas, tenderán a saturar y obstruir las vías y recursos que permitirían realizar desalojos fluidos y minimizar los daños.
Deberá recordarse que, aunque las convocatorias para participar en el levantamiento y reforzamiento de protecciones y costaleras son, en inicio, concurridas y enérgicas, más pronto que tarde la fatiga y la frustración dejarán esos esfuerzos sin brazos.
No podrá dejarse de lado que es fundamental defender a la capital y sus alrededores pues, tratándose del corazón económico del estado, es ahí donde los daños producen un efecto mucho más grave.
Ciertamente, las inversiones realizadas en tiempos pasados, a nivel estatal y federal, como la compuerta del Macayo, las zonas de alivio y los bordos de contención, proporcionan protecciones más amplias que las que se tuvieron en anteriores contingencias. Pero no puede olvidarse que varias vulnerabilidades permanecen. En especial, es evidente el ya añejo y evidente rezago en inversión y mantenimiento de los sistemas de drenaje, particularmente en la ciudad capital. No se olvide que las inundaciones, no empiezan por los ríos, sino por el desborde del alcantarillado, producto de un drenaje saturado.
Deberá, en fin, tenerse muy presente que el agua y la naturaleza no discriminan, que no se reservan el derecho de admisión, ni otorgan tregua o privilegio alguno. La memoria del agua es, bien lo sabemos, implacable y de paso firme. Su potencia es de tal dimensión que nuestras modernas urbes de concreto son insuficientes para contener los daños que puede provocar.
Tabasco, sin duda, saldrá adelante, como en otras ocasiones, por la grandeza de su gente. Ojalá que gobierno y sociedad lo hagan de la mano y estén, ambos, a la altura, para lograrlo en las mejores condiciones. Ojalá que no pase a mayores.
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