El sexenio peñista, la etapa fin con muchos pendientes

El sexenio peñista, la etapa fin con muchos pendientes

El presidente de la república, Enrique Peña Nieto, entregó por escrito su sexto informe de gobierno ante un nuevo Congreso de la Unión con mayoría de Morena. Es su último informe en donde da a conocer las condiciones como deja al país.

De principio a fin esta administración estuvo plagada de errores, malas decisiones, complicidades costosas. Hasta en los spots publicitarios sobre su sexto informe han sido corregidos por organismos internacionales, caso particular de las investigaciones de Ayotzinapa y sus propios enredos sobre la propiedad de la llamada “casa blanca”, de alto impacto en la percepción de la corrupción.

Hasta exonerado salió de una investigación realizada por sus propios amigos al frente de la Secretaría de la Función Pública sobre un posible “conflicto de intereses”.

La corrupción fue destacada como el sello de este sexenio. De nada sirvió que el Ejecutivo Federal haya pedido perdón públicamente.

La matanza de Ayotzinapa deja una gran deuda con 43 familias de Guerrero. Hay que sumar los miles de desaparecidos y muertos en la guerra contra el crimen organizado que siguió en esta administración, así como la muerte de periodistas que el Estado no pudo evitar convirtiendo a nuestro país en el lugar más peligroso del mundo para ejercer esta profesión.

Hay que reconocer que Peña Nieto logró con el apoyo de partidos políticos agrupados en el Pacto por México cambios en la legislación de la industria petrolera mexicana, lo que para muchos abrió la entrega a empresas extranjeras.  

Lo que el pueblo de México había logrado en 1938 junto a Lázaro Cárdenas, la nacionalización del petróleo y la expulsión de las empresas extrajeras Peña Nieto lo revirtió con el anuncio de que era lo que más convenía a México y que esto nos permitiría beneficios nunca antes conocidos.  

Miles de mexicanos y sobre todo tabasqueños y campechanos siguen esperando los beneficios de esta reforma polémica.

En los últimos días la administración de Peña Nieto está abriendo las puertas de las cárceles a personajes corruptos. El más emblemático hasta ahora, porque no se descartan otras liberaciones, es la de la maestra Elba Esther Gordillo, quien milagrosamente se recupera y aparece con un aspecto envidiable después de que hace unas semanas argumentaba males crónicos de salud, y fue sacada de Tepepan en camilla rumbo a su casa.

El número de errores es grande. Sirvió para que los mexicanos dijeran ¡basta! el pasado primero de julio en las urnas, y dieran un volantazo a la vida política de México al decidir que no querían más de lo que durante décadas nos han recetado.

La confianza se entregó al tabasqueño Andrés Manuel López Obrador para que dirija el destino de este país y se hagan los cambios necesarios para empezar a revertir las consecuencias del atraso.

El presidente electo ha tomado nota de las deudas que el estado tiene con el pueblo mexicano y una a una se están trabajando para su solución, a la par de que se implementan otras para elevar la calidad de vida de los mexicanos. Por lo menos son las expectativas. No hay espacio para otro esfuerzo frustrado.  

Que el poder sirva a los gobernados ha dicho el de Macuspana. Es lo que ha llamado la cuarta transformación.

Enrique Peña Nieto entregará la banda presidencial el próximo primero diciembre a su sucesor. Ese día se abrirá otra oportunidad para construir un México justo. De no suceder así, el pueblo mexicano ya conoció el valor de su voto, fiel a la consigna de la Constitución: que tiene en el derecho inalienable de modificar la forma de su gobierno. Por fortuna desde hace un siglo se decidió que esto sea mediante la acción cívica pacífica.