El virus no es tan invisible, al final, estaremos solos

Sólo de imaginar que un familiar o amigo entrará a un hospital por coronavirus -aunque también puede ser uno el afectado

Sólo de imaginar que un familiar o amigo entrará a un hospital por coronavirus -aunque también puede ser uno el afectado-, se pierde la mirada, el pensamiento se queda en blanco y hay una especie de bloqueo.

Puedo confesar que las manos empiezan a sudar, el corazón toma otro ritmo, y por lo tanto la respiración cambia.

Se nos ha metido tanta información en nuestra mente que en esos momentos no se sabe qué hacer, si tomar el teléfono para avisarle a alguien más, llorar para el desahogo, apretar los dientes por la impotencia o simplemente empezar a escribir lo que se venga en gana.

Para los que han pasado por este trance saben de lo que hablo, a lo que me refiero, porque estamos conscientes que no es una novela de ficción.

Ver a tantas personas afuera de un hospital tratando de saber cómo están sus familiares por causa de esta enfermedad, duele, y más cuando no tienen noticias del estado de salud.

Es como estar perdido en un desierto. Buscar agua sabiendo que no podrás encontrar.

Y adentro del nosocomio, como paciente, miras alrededor a varias personas con trajes que jamás imaginaste, y a la par, tratas de respirar lo más que se pueda porque no se quiere perder la batalla.

Tener en tus brazos agujas, y en tu boca un tubo que le dará aire artificial a tus pulmones en caso de que llegues a necesitarlo.

Y es cuando estás más solo, porque a pesar de que tienes a tu alrededor a enfermeras y doctores, necesitas por lo menos ver a uno de tus familiares, a ese ser con el cual puedas cruzar una mirada, que te tienda la mano para que toque tus dedos y sepas que alguien de los tuyos te acompaña.

La situación es difícil y a veces sombría. Sentir cómo las piernas se entumen y el habla se va, y poco a poco el pecho va causando dolor.

Dicen que nos pega más a quienes tenemos enfermedades crónicas. Y es cuando el minutero de ese reloj de la vida avanza más rápido.

Necesitamos estar ahí para saber en verdad lo que sucede, sentir el olor a medicamentos, escuchar los susurros porque acabas de llegar a esa cama fría que tal vez otra persona ocupó hace unos días, y no pudo tocar la “campana de la vida”.

A eso y más estamos expuestos. Somos tan vulnerables a este virus que no terminamos de entenderlo.

Preferimos caminar sin rumbo. Exhibirnos en los mercados y calles del centro de la ciudad.

¿Hasta cuándo tomaremos conciencia? ¿Será necesario experimentar en carne propia el virus, y luego decir que sí era cierto en caso de pasar la prueba?

Un amigo me platicó de manera seria un día: “nos gusta autodestruirnos, ser presa de uno mismo, porque es lo más fácil que encontramos”.

Dediquemos un minuto a la reflexión, el virus no es tan invisible, al final, estaremos solos.

PARÉNTESIS

La SEDENA a través de un comunicado informó que el Hospital General G. Rosado Carbajal, ubicado en el municipio de Comalcalco, está equipado con 30 camas generales y ocho de terapia intensiva con ventilador, y se encuentra listo para atender a los pacientes de Covid-19. (kundera_w@hotmail.com)