OPINIÓN

Elecciones en medio de la pandemia (II)
05/03/2021

En mi anterior colaboración propuse que se modifiquen las leyes electorales local y federal para que en casos de una contingencia futura como la actual pandemia del COVID-19, se posterguen las fechas de elecciones hasta que se den las condiciones que permitan realizarlas sin riesgo alguno y no peligre la vida de la gente. Así no se gastan recursos económicos, porque además buena falta hacen ante una crisis.

Ya parece que oigo a los grillitos, amantes de la “democracia”, decirme que una ley así nos va a llevar a la dictadura, al gobierno de un solo partido, de los mismos en el poder. Yo les digo a esos grillitos que a ellos no les preocupa la tal “democracia”, a ellos sólo les preocupa que se les abran las puertas de la administración pública, del “círculo encantado del presupuesto” y de los empleos y ¡nada más! Estos devotos de la empleomanía no tienen ninguna sensibilidad por los problemas de la gente.

A esos que dicen que les “preocupa” la democracia ¿ya se les olvidó que venimos de unas décadas de férreo presidencialismo priista cuando la orden del presidente de la república era incuestionable y el dedo presidencial ponía y quitaba candidatos? Además, una cosa es el poder real y otra el poder formal, así como una cosa es la democracia real y otra la democracia formal. El poder real lo tienen los grupos de poder: los grupos económicos de industriales, banqueros y corporativos. En los Estados Unidos quienes tienen el poder real y mandan ahí son los banqueros, los industriales del petróleo y de la guerra; el presidente sólo representa el poder formal y se ajusta a aplicar la política que conviene a esos grupos de poder.

En esa “democracia” formal el voto de un obrero no tiene el mismo peso que el voto de George Bush, miembro del grupo de petroleros y dueño de la Halli Burton; tampoco tiene el mismo peso el voto de un ama de casa o de un taxista de Nueva York que un miembro de las poderosas familias de banqueros como los Morgan o los Rockefeller. Dicho en palabras del ilustre historiador de la cultura y crítico social, el estadounidense doctor Morris Berman, el papel que juegan los electores, obreros, clases medias, burócratas en la democracia de los Estados Unidos es sólo el papel de un “coro”, le “hacen el coro” a quienes son los dueños de la orquesta, a quienes realmente tienen el poder económico y militar. Los votantes sólo le llevan la segunda en Mi bemol a los grupos de poder con su humilde voto, pero por otro lado tienen que obedecer que a sus hijos los manden a la guerra a morir a Irak por el petróleo que necesita la Halli Burton de George Bush en nombre de la patria y de la libertad.

La teoría marxista plantea una democracia formal y una democracia real. La formal, democracia burguesa, es aquella en que según la ley electoral todos tenemos derecho a votar libremente por el candidato o partido que queramos. Pero con el ejercicio de esa democracia formal no se logra una democracia real que consiste en lograr una mayor igualdad en la distribución de la riqueza económica para todos, entonces nos quedamos a mitad del camino. Según el marxismo si no hay un cambio en la distribución de la riqueza económica entonces la democracia formal sólo se queda en la superficie: sin 3 cambiar las estructuras económicas que benefician a unos cuantos privilegiados y generan cada vez más pobres. Entonces la democracia formal, tal y como la practicamos en Tabasco y en México cada tres y seis años, sólo sirve para cambiar de personas en la burocracia política del Estado y en la administración pública.

Por si no se han dado cuenta los seguidores de la 4T, el gobierno de AMLO precisamente ha venido realizando su política económica de gobierno en un terreno en que busca lograr la democracia real. Primero, restituirle al Estado el poder económico que perdió y que, de manera ilegal y corrupta, le robaron los neoliberales al desmantelarlo como estado empresario con su ola de privatizaciones. En ese sentido AMLO ha venido acabando con las fugas que han sido el guachicol realizados por grupos de delincuentes, por funcionarios de Pemex coludidos con los dueños de gasolineras; también ese fin tiene el acabar con la multimillonaria e ilegal condonación de impuestos, eliminar aquellos fideicomisos que eran un nido de desvíos y corrupción; acabar con el dispendio que corría desde Los Pinos y el súper avión de Peña, hasta los escandalosos sueldos de los magistrados de la suprema corte. Acabar con los dispendios en una burocracia donde los titulares se asignaban sueldos y prestaciones de reyes y cobraban miles de familiares y amigos como aviadores y copilotos. Y en el mismo sentido de fortalecer las fuentes de ingreso del Estado van dirigidos los trabajos para reactivar las petroquímicas que los traicioneros de la Nación desmantelaron y dejaron abandonadas.

Lo mismo se pretende con la petroquímica de Paraíso aunque le duela a la burguesía chilango-norteña. También ese propósito se tiene con devolverle al Estado la rectoría y control del sector de los energéticos como la Comisión Federal de Electricidad que de manera antipatriota Peña y Calderón y, bajo el agua, fueron extranjerizando y entregándosela a capitales españoles. Lo mismo hizo Zedillo con la extranjerización de los bancos. El objetivo medular, primero y último, de la política de AMLO es reconstruir y fortalecer económicamente al Estado; devolverle la fuerza económica que tenía como cuando era un poderoso Estado rector y benefactor, y pueda hoy beneficiar a todas las clases sociales como lo hacía en los años anteriores a Carlos Salinas y su neoliberalismo económico antipatriota, empobrecedor de los mexicanos y que dejó a México más subordinado a los Estados Unidos.




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