Empresas y la hacienda pública
24/03/2021
Un problema aqueja al Estado mexicano casi desde el tiempo de su fundación como nación independiente: la debilidad de sus finanzas públicas.
La propia guerra de independencia fue desencadenada por las decisiones de una metrópoli española urgida de extraer recursos de sus colonias para financiar aventuras militares de resultados desastrosos. El siglo XIX sería, después, testigo de accidentados episodios en los que la conformación de nuestras instituciones se vería frecuentemente retrasada y complicada por las batallas entre grupos políticos y frente a las ambiciones intervencionistas extranjeras. En toda esa epopeya, la constante fue la aparición de personajes, grupos y naciones que intentaban aprovechar una oportunidad para dominar o explotar al país para sus propios intereses, a la vista de la escasez que frecuentemente sufrían las arcas públicas. El estado de guerra permanente que esos desencuentros provocaron no hizo más que acentuar los problemas financieros del Estado.
A la vuelta del siglo, el movimiento revolucionario, incuestionable por sus causas de reivindicación social, generaría una nueva factura para la nación. Más tarde, las décadas de esperanza y anhelos generados por el consenso de la Revolución, habrían de desembocar en nuevos y grandes desacuerdos sociales cuando, al cambio generacional, varios sectores, como los estudiantes, decidieron elevar la voz para proclamar que no se estaban cumpliendo las promesas de la ideología revolucionaria. Después, la falta de un gran acuerdo social sobre el modelo económico y de desarrollo adecuado para el país ha hecho que cada gobierno tenga que dedicarse, la mayor parte del tiempo, solamente a administrar crisis tras crisis, cada una de las cuáles ha representado fuertes cargos al erario.
Así, seguimos teniendo una hacienda pública con recursos exiguos, que alcanzan apenas a cubrir gastos obligados por leyes, normas o compromisos previos y que otorgan muy poco margen de maniobra para invertir en planes, proyectos y programas. Es una hacienda con una recaudación que sigue siendo baja, si se la compara con los niveles medios en países similares a México. Y, en ese sentido, es una hacienda que sigue dependiendo, en buena medida, de los recursos que pueda obtener por la explotación de las grandes riquezas naturales del país, a través de las empresas del estado, en un monopolio que no se atreve o no puede soltar frente al miedo de perder su principal fuente de ingresos.
Más allá del discurso sobre la soberanía nacional, en esta lógica se puede entender la intención del gobierno por reposicionar a las empresas públicas en el centro del modelo económico. En un momento en que la apuesta política es por el gasto en programas sociales y en que, además, los retos de la pandemia han vaciado buena parte de los fondos y reservas del gobierno, a éste se le observa tomando acciones a diestra y siniestra para tratar de reducir costos y de obtener recursos de donde sea posible. Puesto que ha expresado la intención de no recurrir a la deuda como fuente de financiamiento (ya de por sí en niveles ciertamente elevados), la alternativa natural es privilegiar los monopolios energéticos.
El problema es que, en la arena del mercado, el que el gobierno otorgue preferencia a las empresas estatales, lo ubica forzosamente en una posición de rivalidad y competencia frente a la inversión privada. Así, el dilema es que, mientras mayor sea la cuota de mercado que se proteja para las empresas públicas, más se desplazará la posibilidad de contar con un sector privado lo suficientemente dinámico para aportar los impuestos que signifiquen los recursos que ahora dependen de las paraestatales.
Pero, si la necesidad de recursos apremia, la apuesta por consolidar, en el mediano y largo plazos, una recaudación robusta, con un sector productivo fuerte, se ve de pronto desplazada por la urgencia de cubrir, en el corto plazo, con los elementos a la mano, los ingresos que necesitan las arcas gubernamentales. Lo ideal es una recaudación fuerte. Lo inmediato es un gobierno que se convierte en empresario. Ojalá un día logremos brincar la barrera de lo inmediato, para alcanzar el ideal de un modelo de desarrollo con finanzas robustas y una economía sana y dinámica.
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