En Tabasco los niños/as no quieren ser futbolistas

En Tabasco los niños/as no quieren ser futbolistas

En Tabasco no hay un equipo de fútbol de primera división, ni tampoco los Olmecas disfrutan de una posición envidiable que digamos en la liga de beisbol, en definitiva no parece que los niños/as tengan como sus héroes a los deportistas que ganan medallas, no. A diferencia de otras sociedades, en Tabasco los niños/as no quieren ser futbolistas o beisbolistas, en nuestro estado, desde pequeñitos, los infantes/as quieren ser políticos o Consejeros Electorales. Es normal. De nada sirve que estudies tres carreras para que luego tengas que conducir un Uber porque no hay trabajo en lo que te preparaste, y que te costo años de esfuerzo y mucho dinero. Cambiar una cosa por otra fue el arranque del comercio. A los fenicios se les atribuye la invención de trasladar las cosas desde el sitio donde abundan a donde escasean, pero ahora están siendo claramente superados. Si ellos que fueron el primer pueblo que se atrevió a meterle un remo al agua, ahora nuestros políticos se arriesgan todos someterse al veredicto de las urnas porque si les sale bien tienen la vida arreglada para siempre. Si ganas una diputación local tienes garantizados 150 mil pesos, más lo que caiga, que cae. Los alcaldes ni se diga. Mínimo el doble y si tienes padrino y consigues llegar a Consejero Electoral en el IEPCT pues ya tienes siete años resueltos con un salario aparente de 50 mil pesos más los bonos que son generosamente ocultados, más también lo que caiga, que cae. En toda transacción hay uno que gana y otro que pierde, pero más tarde, cuando nadie puede arrendarle las ganancias. El eslogan de los partidos pudiera ser único: “Se cambia, se vende y se renta”.  Sin necesidad de haberse asomado a Tayllerand, que era listísimo además de ser cojo y clérigo, sabe que Dios nos ha concedido el divino don de la palabra para poder ocultar nuestros pensamientos. A cada uno de los ávidos comensales le llega su sanmartín privado, aunque no sea de la devoción de ninguno de ellos. La cautela es una virtud política, pero también es un defecto moral, enmascarado por el servicio a la patria, que es un lugar donde cabemos todos y no excluye a los antipatriotas.