Enrique González Pedrero, mexicano ejemplar II
06/10/2021
Como gobernador Enrique González Pedrero consumó un método de cómo gobernar para los pobres sin robarles
El porvenir es la única clase de propiedad que los amos conceden de buen grado a los esclavos”
Albert Camus, El Hombre Rebelde.
SEGUNDA PARTE
Como gobernador Enrique González Pedrero consumó un método de cómo gobernar para los pobres sin robarles, guiándolos hacia estadios superiores de convivencia y civilización, sin radicalismos, sin confrontación, bajo una mano sabia, magnánima y generosa.
Dirigió un canal de televisión pública para buscar que el aparato enajenante sea algo más que alienación y distracción de los problemas nacionales para promover el arte y la cultura. Los caminos se entrecruzan.
El ahora presidente Andrés Manuel López Obrador había sido coordinador estatal del Instituto Nacional Indigenista en 1977. Con una trayectoria de trabajo excepcional en las comunidades chontales y a través de la esposa del gobernador González Pedrero, Julieta Campos –escritora de origen cubano y doctora en Letras-, López Obrador selló su estrecho vínculo llegando a colaborar con él en su campaña política a la gubernatura de Tabasco.
El método de liderazgo lopezobradorista en el PRI estatal provocó desacuerdos con caciques y minas de sal con los poderes locales, orillando a que González Pedrero le designara Oficial Mayor del Estado. Fue un momento vital para ambos, sin interlocución directa, frontal y franca: uno de los muchos en los que la dialéctica parece impedida por la historia. En esa posición le renunció al Gobernador oficialmente al otro día.
Fue un momento político sobre el que podemos parafrasear el poema “Horas de Junio” de Carlos Pellicer: no lo tomó la política ni la amistad, se lo llevó el viento y el alma inútilmente fue gozosa. Ello detonó un nuevo azar en su destino político que lo llevaría más adelante a ser líder social nacional y gobernante en y desde la Ciudad de México.
González Pedrero fue una persona y un político profesional prudente, sin protagonismo incluso en las rupturas. Su ascendencia intelectual, su paisanaje, su contribución a un proyecto de nación de izquierda, quedó plasmado en el documento Proyecto histórico, convocado en 2006 por el entonces candidato Andrés Manuel López Obrador.
Su vocación ideológica de izquierda y de un proyecto de nación anti neoliberal, distanció a González Pedrero en su paso por y después de la Presidencia de Salinas de Gortari.
Su desempeño en el Senado de la República y su misión diplomática en España rebelan siempre al político disciplinado, con rumbo cierto e ideas políticas claras.
González Pedrero tradujo al español y prologó La Democracia en América de Alexis de Tocqueville. Fue un intelectual respetado y un político eficaz e innovador.
La obra histórica y de las ideas políticas de González Pedrero es muy amplia y aguda, vamos a recuperar un pequeño fragmento, tomado de su libro Puntos de Referencia, en donde reflexiona sobre las memorias de Mitterrand:
“…reflexionando sobre el ejercicio concreto de la política, el poder es siempre terrible. Quien lo ostenta debe saber bien a qué atenerse. Esto es, tiene que permanecer día y noche vigilante, con el filo de la navaja de la conciencia al alcance de la mano para constreñirse, para autolimitarse. El hombre poderoso, quiéralo o no, irá siempre hasta el límite del poder que posee. Por eso, además de la separación de poderes que exterior e institucionalmente equilibra sus actos (en un régimen democrático) tiene que crearse él mismo sus contrapoderes internos. Separación de poderes y contrapoderes se balancean y equilibran entre sí. De otra manera, el poder poseerá a quien lo ejerce”.
La generación de medio siglo se nos extingue, se nos han ido Octavio Paz, Carlos Fuentes, Emmanuel Carballo, Víctor Flores Olea, y ahora -sin publicar sus memorias-, González Pedrero.
Pertenecemos a una era de políticos y gobernantes con escaso respeto por sí mismos y por la memoria histórica del país, por lo que no será extraño predecir una mezquindad política más: que no se le realice un homenaje nacional, o que no se le otorgue la Medalla “Belisario Domínguez” post mortem, o que no se le nombre en Letras de Oro en el Congreso mexicano.
Debe imponerse la virtud y la civilidad. (Publicado en Cadena Política, revista virtual)
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