Añosos ¿y felices?

En México, somos alrededor de 129 millones de personas y poco más del 50% supera los 30 años de edad

Benjamin Franklin dijo que las únicas certezas en esta vida son los impuestos y la muerte. Tenía razón, porque el paso inexorable del tiempo es algo que los seres humanos todavía no hemos conseguido cambiar.

En época de festividades como la del Día de Muertos, tradición ancestral que la UNESCO reconoce como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, vale la pena reflexionar acerca de lo que la vida nos depara en el último tramo de nuestra existencia.

En México, somos alrededor de 129 millones de personas y poco más del 50% supera los 30 años de edad, lo que implica serios desafíos en materia de atención y apoyos para adultos mayores en las próximas dos décadas. Tan solo las personas mayores de 60 años ya representan aproximadamente el 11% de la población, y se estima que esa cifra aumente al 23% en el año 2050, a causa del acelerado proceso de envejecimiento.

Cabe señalar que la esperanza de vida ha aumentado de manera considerable: en 1930 las personas vivían en promedio 34 años; en 1970 este indicador se ubicó en 61; en el 2000 fue de 74 y hoy la esperanza de vida es de 75.5 años de edad.

Cierto, los mexicanos vivimos más. Para una persona vivir muchos años son buenas y malas noticias. En general, consideramos cada año extra que vivimos como algo bueno. Son malas noticias porque la extensión en la longevidad supone el riego de quedarnos fuera del mercado laboral. Por lo tanto, contar con lo necesario para vivir en esos años exige haber trabajado más o consumido menos en el pasado.

Por fortuna, hay que reconocer que el Estado proporciona una serie de transferencias durante buena parte de nuestra vida, con lo cual el problema de proveer recursos para una larga vejez parece en gran medida resuelto. Pero lamentablemente, conforme pasa el tiempo, es mayor el número de personas adultas que dejan de laborar y los recursos públicos son limitados para atender todas las necesidades que provoca una vida longeva.

No falta mucho para que el actual ritmo de las subvenciones públicas represente un problema de sostenibilidad financiera para el Estado. Aunque resulte crudo decirlo, en el futuro habrá mexicanos que no tendrán una pensión digna, otros ni siquiera recibirán esa prestación. Jubilaciones, pensiones y salud pública se convierten, así, en desafíos que no son fáciles de afrontar.

Apremia, por lo mismo, impulsar políticas para crear las condiciones que permitan un envejecimiento activo, con mayores oportunidades de empleabilidad. Esa es la clave para vivir más y mejor, porque además de garantizar ingresos a las personas adultas mayores, se impacta de manera favorable en su salud física y emocional.

¿Quiere evidencias de qué tan certera es la afirmación anterior? Basta con revisar los estudios que dan cuenta de cómo envejecemos en distintos contextos sociales, económicos y culturales para comprobar que en zonas indígenas, a pesar de la pobreza y la marginación, se envejece con más calidad vida.

¿Cuál es la explicación a tal paradoja? En comunidades rurales es muy común encontrar a ancianos que aún cultivan el campo y se alimentan de los productos que cosechan, contrario a lo que ocurre en las ciudades, donde es cierto que hay más servicios, pero también más problemas de alimentación, depreciación del capital humano y estrés.

Corresponde al Estado Mexicano repensar la estrategia del uso de los recursos que se destinan a su programa de pensión universal, justo y loable, pero con grandes riesgos de volverse insostenible en el futuro.

Pienso que hay que pasar de la asistencia pública al enfoque de derechos, por lo que se requieren de acciones estructurales y proactivas más que reactivas. A veces estas últimas solo sirven para alimentar los discursos políticos.

EPÍLOGO LITERARIO

Cuando Miguel de Cervantes,  en su célebre obra "Don Quijote de la Mancha", narra la gran aventura de la Cueva de Montesinos, pone en boca del personaje principal —con el ingenio que lo caracteriza— la siguiente lección a un joven soldado: "no es bien que se haga con los soldados viejos y estropeados lo que suelen hacer los que ahorran y dan libertad a sus negros cuando ya son viejos y no pueden servir, y, echándolos de casa con título de libres, los hacen esclavos del hambre, de la que no piensan librarse sino con la muerte".

Tras la referencia literaria, con estos versos hago honor a la tradición: ¡Ah catrina tan pertinaz / cómo acechas a la población, / si el gobierno no hace más / te la llevarás al panteón!