Escala Crítica

Narrativas políticas y mediáticas: mediaciones, confianza, lluvia de relatos y red de intereses

* Credibilidad y mentiras: la mediación como manipulación

* Clima de opinión, agendas temáticas y narrativa: características   

* Lo mediático no quita lo político: información e intereses anónimos         

   

La frase es de Abraham Lincoln: “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”. Hay quienes son estilistas del engaño, pero –de acuerdo con Lincoln- no tienen futuro. Eso se esperaría. Aunque en México nunca se sabe.  

La narrativa es cuestión de credibilidad. Se define credibilidad como “la cualidad atribuida a una fuente, y a sus mensajes, que mide la disponibilidad del destinatario a aceptar como verdaderas las afirmaciones recibidas”. Al medir disponibilidad del destinatario, es claro que hay niveles de credibilidad. No se trata de ‘todo o nada’.     

Un proyecto político con pretensión de futuro requiere adhesiones basadas en verdades. La mentira es rápida para ascender y caer. Muchos políticos opinan que una mentira aislada no daña el relato global.

En este tiempo veremos muchas contradicciones. Los clásicos sostienen: “en política, nada es casualidad.”       

La credibilidad requiere perseverancia: no se obtiene buena reputación de la noche a la mañana. La credibilidad sólida surge del tiempo y de evitar acciones incongruentes.    

NARRATIVA Y GOLONDRINAS

Sobre la narrativa política, en Escala anterior se planteó una idea central: “contar historias, dramatizar, es la forma de comunicación más persuasiva y, por lo tanto, es fundamental para la política”. Esta idea, del creador de la teoría narrativa, el psicólogo estadounidense Walter R. Fischer (1931-2018), refleja el peso de las emociones en la política.

Un aspecto confuso de la narrativa es meter en el mismo saco los mensajes de actores políticos y las notas/opiniones de comentaristas mediáticos. También, es clave el hecho de que un mensaje aislado no hace narrativa. Se necesita un conjunto de mensajes para hablar de narrativa. Es útil, por otro lado, tratar de distinguir entre narrativa política y narrativa mediática, con una premisa común: las palabras pasarán, tarde o temprano, por la prueba de credibilidad de quien las pronuncia.            

NARRATIVA, MEDIACIÓN Y CIUDADANOS         

LEO LOS APUNTES DE UN COLEGA:

La narrativa política refleja por acumulación de mensajes una visión concreta y simbólica de país, con estrategias que se transmiten a través de actores institucionales, de gobiernos y partidos. La narrativa mediática también es acumulativa, concreta, simbólica y estratégica, pero los mensajes no tienen emisores políticos formales: hay actores periodísticos y empresas privadas como emisores, con un halo de objetividad que debe tomarse con cuidado. Las élites económicas tienen espacios mediáticos y voces periodísticas a discreción.   

La narrativa implica una mediación que persuade a tomar partido o aceptar ciertas versiones de los hechos sociales y políticos. En la mediación, alguien moldea la realidad para el ciudadano. El ciudadano delega sus ojos y oídos en otros, pues la realidad no es abarcable de primera mano. No hablamos aquí, todavía, de manipulación de la información: una alteración/distorsión de significados frente a lo sucedido y/o declarado. El problema, para el ciudadano, es distinguir la frontera entre mediación (mensaje veraz) y manipulación (mensaje alterado). Una ‘lectura crítica’ de la información pública no es algo que se promueva desde los poderes fácticos. La brega ciudadana pasa por reconocer esa urgencia cultural.           

Es narrativa política, por ejemplo, que el panista Santiago Creel mencione una cinta blanquiazul ceñida a su muñeca, al registrarse como aspirante a dirigir el Frente Amplio por México (04/07/2023), mientras iracundo lanza descalificaciones al Presidente López Obrador. Es narrativa mediática, en cambio, que dos cadenas de televisión (Milenio TV, Televisa) transmitieran en vivo el registro de Creel y sus adjetivos a “un hombre que se creyó dueño de México”. No interesan a Creel los 30 millones de votos que llevaron a AMLO al Poder Ejecutivo. Tampoco interesa eso a los medios que en vivo nada comentaron sobre los dichos de Creel. ‘Objetividad’ a modo. Ahí está la narrativa como mediación: difundir una idea mientras se recorta/elimina el punto argumental que debilitaría dicha idea.

Es narrativa política, también, que el Presidente López Obrador recupere las imágenes de Creel descompuesto por las emociones y diga (05/07/2023): “me da hasta pena”. Es narrativa mediática que Julio Hernández Astillero, a propósito de las emociones que mostró Creel en su registro, ironizara: “voy a llorar”.                   

Hasta ahí los apuntes referidos.

Cuando los mensajes se acumulan con cierta tendencia política y se aceptan socialmente, se convierten en clima cultural. Y hay ‘rachas mediáticas’ que dan paso a otras rachas: golondrinas que no hacen verano. No forman clima. Al final, Lincoln lleva razón. (vmsamano@yahoo.com.mx)