Escala Crítica

Una visita de agradecimiento a Tabasco; estampas de la presencia de López Obrador

*Voces: “Queremos que nos volteen a ver en nuestras necesidades”

*Se rescatará el petróleo, como lo hizo Cárdenas; se hará desde Tabasco

*Laboratorio de la (cuarta) revolución, será frecuentado mensualmente

Víctor M. Sámano Labastida

LOS TIEMPOS cambian, la gente aquí abajo sigue firme. Mujeres, hombres, de las más diversas edades van al mitin como si fueran a una fiesta. Ríen, bromean, los varones se empujan y entre el relajo una persona de 60 años aproximados dice: “Hasta que se nos hizo. Tanta lucha y persecución; ahora vamos a ver al jefe de jefes”. El otro, unos cinco años más joven responde: “Fíjate nada más que trabajo para que un hombre, uno sólo, llegue”. “Sí, pero es el que gobernará  nuestro país y salió de aquí, de entre nosotros”. No escucho más, se alejan por las escalinatas que da a la plaza.

Por la vestimenta se diría que hay más gente del campo, de los municipios, que de la ciudad. Hombres y mujeres curtidos por el sol y el trabajo. Se siguen admirando de su propia multitud -¡cuántos somos!-, y de su persistencia -¡cuánto tiempo y todavía aquí seguimos!-. Son los de abajo.

Me encuentro con viejos conocidos, gente del pueblo. El rostro sudoroso y satisfecho. No buscan ningún cargo en el gabinete, si acaso un trabajo con mínimo salario, quizá nada. Si acaso algo de justicia, ese concepto esquivo que para algunos representa que el cacique del pueblo no abuse; a lo mejor sólo medicinas para sus enfermos, escuela para sus hijos.

Dice una señora con el pelo recogido en una pañoleta amarilla: “Queremos justicia. Queremos que nos volteen a ver en nuestras necesidades”. Su acompañante, aparenta ser su madre, expresa entre bromas y serio: “Queremos cárcel para todos los corruptos”. Se detiene y reflexiona entre carcajadas: “Pero ¿quiénes somos nosotros, tan pobres, para pedir eso?” Consciente de que “la política” es lo que sucede allá arriba, donde no están los ciudadanos de a pie.

PEDIR CUESTA MUCHO

UNA MUJER ve que me acerco a una de las vallas metálicas con el gafete colgado en el pecho. “¿Oiga, usted va a entrar? Ándele, diga que soy su acompañante. Nada más quiero estar cerca del Presidente para poder entregarle un documento”. Y me muestra uno de tantas carpetas de color azul, verde, rojo, café, que pasan de mano en mano. Una esperanza escrita como una botella lanzada al mar. Entre los empujones la pierdo de vista.

Sobre la avenida 27 de Febrero, a un costado del Palacio de Gobierno, una de las rutas por donde en enero de 1995 entraron los pandilleros para desalojar a los simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador, ahora hay un despliegue policiaco para asegurar la ruta de salida del Presidente electo. Más tarde, en sentido contrario hacia 5 de mayo, rumbo al Parque de Los Pajaritos, saldrá el vehículo que se lleve a AMLO. Pero eso será después, cuando acabe la asamblea de agradecimiento. Ahora, mientras esperan, reclaman a los uniformados que les impiden ver a “nuestro presidente”. Ellos tratan de convencerlos de que busquen otra ruta. En sentido contrario, otra ruta. Los simbolismos.

Los más obstinados se quedan. Corre la voz que por estas calles saldrá López Obrador. La gente se arremolina. Quieren saludarlo. Las voces del mitin llegan apenas con palabras entrecortadas, lejanas, como si vinieran de kilómetros a distancia, de otros tiempos. Cada vez menos audibles. Más tarde, hay agitación. “Ya viene, ya viene”. “Por favor hagan una valla humana”. “Dejen espacio para la camioneta”. Lenta, peligrosamente, un vehículo avanza entre el gentío. Quieren saludarlo, que los mire y mirarlo por lo menos. Cruzan tres unidades sobre 27 de Febrero y enfilan sobre 5 de Mayo. “Lesho, Lesho, Lesho”, insiste un hombre ya entrado en años. Alguien grita: “Deténganse, por piedad. Deténganse”. El automóvil frena. Una mujer pide: “a ver, dónde está el del ISSET, donde está”. Algo le dicen. Son unos segundos, porque se arremolina quienes ven que su presidente se va. Será quizá más difícil verlo cuando ya esté en Palacio Nacional. Cada vez más difícil. Él dice que no, pero el hombre propone y el poder dispone.

COLOFÓN

ALLÁ, arriba, en el templete, están aquellos a quienes la fuerza de López Obrador y la perseverancia del movimiento iniciado en 1988, y  mucho antes, ayudó a arribar a sus encargos: el gobernador Adán Augusto, los nuevos presidentes municipales, los diputados locales y federales, los senadores. Lo acompañan algunos dirigentes de Morena; hay otros más que lograron colocarse en el templete. No están todos, no caben. No cabrán, porque son muchos los nuevos convertidos. Es la magia del poder.

La gente, abajo, celebra. Como cuando Andrés Manuel ratifica que Tabasco tendrá una papel especial en la hazaña para recuperar la industria petrolera. Será igual que en 1938 cuando se rescató el petróleo; este 2018 se requiere del apoyo de tabasqueños, de campesinos y ejidatarios de las tierras donde se extrae el petróleo, así como técnicos e ingenieros petroleros. Un adelanto: espera que no haya afectaciones y por lo tanto tampoco reclamaciones. En su cuenta de twitter, medio cada vez más recurrido, AMLO escribió:  “vamos a extraer petróleo porque desde la reforma energética está cayendo la producción de crudo y gas. Se rescatará la industria petrolera, como lo hizo el general Cárdenas en 1938”.

La figura del general michoacano estuvo presente no sólo como fondo, cubriendo la pared del Palacio de Gobierno, sino también en su decisión de convertir a Tabasco en laboratorio de la Cuarta Transformación. Como antes se quiso laboratorio de la Revolución, la tercera.

Más aplausos, gritos, silbidos de gusto, cuando anuncia: “Voy a venir a asesorar a Adán Augusto, cada mes”.

AMLO abraza el aire queriendo abarcar la multitud: “vamos a sacar adelante la industria petrolera nacional desde Tabasco. ¿Me van a apoyar, paisanos?”