ESCALA CRÍTICA

Arturo Núñez: expectativas y realidades; el complejo ejercicio del poder, su límites

*Circunstancias internas y externas, las responsabilidades del equipo

*El resfriado federal y la pulmonía tabasqueña, falta el diagnóstico

*El poder no lo puede todo, había advertido el politólogo Moisés Naím

Víctor M. Sámano Labastida

EXPECTAIVAS y realidad, son los polos del inicio y el término de una administración. Lo son de la vida: esperanzas en el horizonte, balance en el destino. Ayer, el gobernador Arturo Núñez envió al Congreso del estado su sexto y último informe de  gobierno, y dirigió un mensaje sobre su gestión de estos seis años. Recordemos que al tomar posesión del mandato que le dieron los ciudadanos estableció –como él mismo mencionó- una meta de tres etapas “como ruta de navegación”. Cada una de dos años.

Así, dijo entonces que del 2013 al 2014, su gobierno se dedicaría a enfrentar “la crisis heredada” de la administración precedente, en referencia al equipo que encabezó Andrés Granier Melo y que fue calificada como resultado de un saqueo y desorden; el 2015 y 2016 serían de consolidación “para dejar atrás la pesadilla”, y, finalmente, el 2017 y 2018 permitirían proyectar a Tabasco “a nuevos índices de desarrollo integral y bienestar de la población”.

Pero como dice la conseja popular: uno propone y la circunstancia dispone. Factores externos extremos, además de condiciones internas moldearon el curso de ese itinerario. Sobre todo la Reforma Energética y la caída del mercado petrolero, lo que a su vez condicionó la respuesta que la Federación tuvo para Tabasco. La mayor parte de los compromisos del gobierno de Enrique Peña Nieto se diluyeron en promesas. Los recortes presupuestales a nivel federal, estatal y municipal fueron una muestra de ellos.

LA CRISIS Y EL GABINETE

AQUÍ podría decirse que cuando al Presidente le da un resfriado a los gobernadores y alcaldes les da pulmonía. Si la afección es mayor en el centro del poder nacional, los efectos son devastadores en la periferia.

Por supuesto que no fue sólo ese factor. Viene a mi memoria lo que en enero del 2013 me preguntó un observador de la política: ¿designó el gobernador un gabinete de crisis? Entiendo que no fue así, aunque Núñez estaba convencido de su acertada elección de colaboradores y que cumplían “dos requisitos esenciales para el desempeño de sus respectivos cargos: idoneidad para dar resultados a la sociedad tabasqueña y honorabilidad”.

Ya había dicho en octubre de 2012 durante una gira de agradecimiento del voto que aun cuando designara a algunos de sus amigos en los cargos, si había desvíos en el desempeño de sus funciones: “nada me va a doler más que perder amigos, pero quienes se confundan y caigan en la tentación, dejarán de ser mis amigos con todo el dolor de mi alma”.

Lo reiteró después: “Me dolerá perder un colaborador o amigo, pero más el hecho de perder la confianza y esperanza de los tabasqueños…” Se habló entonces de curvas de aprendizaje y lecturas de cartilla. Las lealtades también se miden en los resultados.

Han transcurrido casi seis años de aquella histórica alternancia, cuando el PRI dejó el poder para que entrara en relevo un equipo surgido de una suma de fuerzas opositoras con el indudable impulso de un movimiento fundado en 1988 por Andrés Manuel López Obrador. Apenas iniciado el sexenio ese bloque de fuerzas opositoras se dispersó hasta llegar a la confrontación, no sólo a la competencia. ¿Qué tanto afectó esa desavenencia? Una tarea de investigación para cuando el calor de la contienda permita aclarar la perspectiva.

LO QUE FUE NO SERÁ

LO QUE SUCEDE en estos días trae a mi memoria un interesante texto publicado precisamente en 2013 y escrito por Moisés Naím: “El fin del poder” (Editorial Debate), en la que el ex ministro de Comercio e Industria y ex director del Banco Central de Venezuela se refiere a cómo “el poder ya no es lo que era”, cómo se ha ido degradando a través del tiempo. El poder no lo puede todo. Otra vez: el contraste entre las expectativas y las realidades.

En el fondo, dice Naím, están tres revoluciones: la revolución del más, la revolución de la movilidad y la revolución de la mentalidad.

El más. Explica que “vivimos en una época de abundancia” porque “hay más de todo. Más gente, más países, ciudades, partidos políticos, ejércitos” lo cual dificulta la organización, el gobierno y el control (represión). Agregaría el columnista: más demanda, aunque no necesariamente más necesidades, por lo que el político en lugar de acrecentar las expectativas debería hacerlas mesuradas. El entorno tiene un límite; las circunstancias –como le decía- tienen mayor fuerza.

Moisés Naím también señala otro factor: la movilidad. Hay fronteras endebles, frágiles, porosas, y una población inestable, migrante.

Todo esto lleva al cambio de mentalidades, una permanente agitación, reclamo, exigencia. Rechaza el autoritarismo y alienta la diversidad. Los sistemas tienen la presión de la pluralidad.

Sostiene y demuestra Naím que “el poder es cada vez más fácil de obtener, más difícil de usar y más fácil de perder”. Pero al mismo tiempo existen los macropoderes (grandes poderes) y una multitud de micropoderes. El Estado debe competir con el Mercado, en donde se atrincheran los poderes fácticos. Cualquier apuesta de cambio debe conocer y socializar los límites.

AL MARGEN

EL PARTIDO Acción Nacional (PAN) es el único que mantiene –con virtudes y defectos- la consulta a las bases para elegir a su dirigencia. Hay quienes afirman que es causa de su debilidad actual, sin embargo diversas corrientes sostienen que no hay otro camino para su recuperación y sobrevivencia. Ayer acudieron fueron convocados 270 mil panistas a las urnas; votaron por dos opciones para su dirigencia: Marko Cortés y Manuel Gómez Morín, así como para 28 presidentes estatales. (vmsamano@hotmail.com)