ESCALA CRÍTICA

Reversa con sentido y servicio público: 4T y la experiencia gubernamental

*El cierre de los gobiernos, marcados por los hechos y la demanda

*Habilidades y doble carril: freno a corrupción, con eficiencia

*Un modo distinto de hacer algo diferente, no lo mismo

Víctor M. Sámano Labastida

TODO gobierno comienza con las alforjas llenas de promesas y esperanzas.  Cuando concluye, necesariamente deja tareas pendientes; las necesidades pueden atenuarse, pero la política obliga a alimentar las demandas y estas son insaciables. También el transcurso de un trienio o un sexenio pasa la factura de los intereses afectados, de los ofrecimientos no cumplidos, de irregularidades en el manejo de los recursos, etcétera. Así puede interpretarse también el caos vivido ayer en Tabasco. Fue necesaria una acción de respaldo desde la Federación.  

Por eso lo que viene importa. Hay problemas de fondo. Se argumenta que al gobierno de la Cuarta Transformación (4T) le falta experiencia. Se les califica como novatos, inexpertos, bisoños e ingenuos. Ya veremos lo que significa ‘experiencia gubernamental’ en México. Para gobiernos entrantes se maneja –evaluación ONU de políticas públicas- una curva de aprendizaje que requiere al menos un año. Desde luego, ese aprendizaje no implica eludir resultados el primer año.

AMLO y su equipo entraron a tambor batiente. Necesitan la prueba del tiempo para la ejecución eficaz del programa de gobierno y la evaluación precisa de sus políticas, estrategias y acciones. Los días son agitados y hay nota, aunque ni los primeros 100 días de gobierno (marzo 2019) darán una perspectiva sobre resultados. No es posible. De todos modos, no se ha demorado la 4T en la implementación de medidas. Buen indicador. Otros gobiernos pasaron un año o dos de luna de miel, sin trazar cimientos para su plan.

REVERSA SIN ROMPER VAJILLA

PARA quienes señalan la falta de experiencia y la ‘necedad presidencial’, aquí van tres muestras de reversa con olfato político:

1) la reasignación de recursos para completar el presupuesto de Universidades públicas. AMLO reconoció su error (19 de diciembre) y explicó que recortarán gastos operativos del gobierno para no disminuir el presupuesto universitario 2019 (faltaba el 3.2%, mil 600 millones de pesos) y cumplir con la promesa plasmada en la plataforma de Morena. AMLO rectificó, antes que la bola de nieve crezca en las calles: anunciaron marchas de protesta la UNAM, UAM, IPN. Veremos si es suficiente.             

2) La repesca de bonos de financiamiento del nuevo aeropuerto NAIM/Texcoco (por 2 mil millones de dólares), para evitar demandas internacionales. Se trata de evitar el mal mayor, incluso con el costo de críticas severas a AMLO, que había declarado muerta la obra en Texcoco. Ese muerto agoniza, mientras se recupera el control jurídico de la obra. Tal acción pudo ser cabildeada con Peña Nieto (y quizás fue su salvoconducto) dado que continuaron las obras en el final de su sexenio. Ahora se sabe por qué: cuando se anuncie oficialmente la cancelación, vendrían demandas de inversionistas tenedores de bonos. Los llamados fondos buitre (promovidos por abogados neoyorquinos que estafan a gobiernos nacionales vía letra chiquita) no han entrado en juego por la decisión del gobierno federal de recompra de bonos sin detener la obra. Ajedrez financiero que Morena tuvo que jugar. Todavía no recuperan el control jurídico de la obra, pero el otro escenario (cancelación definitiva) era demanda segura.

3) El estira y afloja con los ministros de la Suprema Corte finalmente se eligió a Juan Luis González Alcántara como sustituto de José Ramón Cossío, clave para desempates en votaciones cerradas. AMLO mandó su terna, no sin antes mostrar dientes de austeridad a los ministros, que se sintieron atropellados en su autonomía. En la opinión pública, gana la austeridad. Antes de la controversia constitucional por tope de salarios, hubo una cena reportada por El Financiero (noviembre 20) entre senadores panistas y priístas con ministros. No es juego limpio, a propósito de autonomía. Es, más bien, otro tipo de ‘experiencia gubernamental’.           

NO, A LA EXPERIENCIA EN TRÁCALAS

DURANTE mucho tiempo, ‘experiencia gubernamental’ en México significó habilidad en enjuagues, discrecionalidad y subordinación a políticas de saqueo estratégico. El cargo público como ejercicio de manos libres, con impunidad garantizada. Licencia para saquear, sexenio a sexenio, con alguna mea culpa sin consecuencias legales, porque los excesos no podían documentarse. La clave: el gobierno se investigaba a sí mismo. Sólo se castigaron casos notorios que trascendían en la esfera pública por descaro ético, aunque no con la documentación para acreditar sanción. Entre otros ejemplos, sucedió con Alfredo Ríos Camarena (fideicomiso Bahía de Banderas, Nayarit, 1977) Arturo Durazo Moreno (“abuso de autoridad y enriquecimiento inexplicable”, seguridad pública, 1983), Jorge Díaz Serrano (director general de Pemex, 1985), Joaquín Hernández Galicia Laquina (líder del sindicato petrolero, 1989), y Elba Esther Gordillo (lideresa SNTE, 2013). Casos políticos, más que revisiones jurídicas de la actuación gubernamental. Lo mismo ha sucedido con exgobernadores indiciados en procesos penales que brillan por su desaseo, sin que esto signifique inocencia de los imputados. Por norma, hubo un factor político que subordinó a todo lo demás. Un estado de derecho que no cuajó.

Ese tipo de ‘experiencia’ no sacará al buey de la barranca. México necesita otra ética de servicio público, otro tipo de acciones y otro tipo de liderazgos. También la ética de la eficiencia.

 (vmsamano@yahoo.com.mx)