ESCALA CRÍTICA

Combate al robo y a la corrupción, una campaña a fondo; nueva ética pública

* Materia prima de la política: fallos y aciertos humanos     

* Vida pública: anonimato, riesgo en la toma de decisiones       

* Izquierda política: dique contra intermediarios y sobornos      

Víctor M. Sámano Labastida

LA BATALLA contra el saqueo a Pemex no es, no debe ser, un combate en solitario del presidente López Obrador. Es apenas una fase de lo que se ha denominado como “disputa por la Nación”. Leemos dos encabezados en los diarios: “Cayó 77% el robo de combustibles en 20 días: AMLO”, mientras que en otro “Se agudiza el desabasto y llega al Valle de México”. Dos maneras de leer una misma realidad. Al final, lo que debe resultar para bien del país es la recuperación del control de nuestros energéticos.

Los días que corren ameritan reflexión. Colocarse del lado del interés mayoritario. Lo que está en juego no es sólo el negocio ilícito y criminal de los “huchicoleros” (de todos los niveles).  Es la política y el ciudadano que necesitan un fondo ético, sin el cual se desdibujan las acciones. Sin ética, esa capacidad para actuar con libertad y responsabilidad en la toma de decisiones, la política se convierte en pelea de todos contra todos. Guerra soterrada que pospone el bienestar comunitario. Abuso de la paciencia del lector para una breve reflexión sobre la manera de encarar los desafíos actuales.

Recordar que las diferencias políticas son una cosa y polarización social es otra. Las diferencias políticas tienen cauces racionales e institucionales para su procesamiento. En cambio, la polarización social destruye cualquier marco de diálogo y produce un ambiente público envenenado. En la mitad del camino sacan provecho quienes viven del abuso, el robo, la corrupción.

HUMANAS CONTRADICCIONES 

MATERIA prima de la política es la condición humana. Seguimos la distinción entre condición humana y naturaleza humana, elaborada por Hannah Arendt: el ser humano inserto en su contexto cultural y tecnológico. “Yo soy yo y mis circunstancias”, escribió don José Ortega y Gasset.  

Quizás lo mejor que se ha escrito sobre condición humana como materia prima de la política pertenece a George Steiner: “Nuestra especie es proclive a un sadismo extremo. Somos capaces de caer en el canibalismo y en una codicia homicida. Decir ‘bestia humana’ es difamar a los animales. (…) Individuos ecuánimes se funden con la masa en su sed de sangre y asesinan a sus vecinos de toda la vida por motivos demenciales y totalmente artificiosos”.  La parte oscura del ser humano, atravesada de imperfecciones y apetitos desmedidos.

Sin embargo, plantea Steiner, existen pruebas de otro tipo: “los hombres y mujeres están dotados no sólo de luminosa creatividad intelectual y estética sino también de compasión, altruismo y atracción hacia el sacrificio de sí mismos. Son capaces de un increíble heroísmo y lealtad, de un sentido de solidaridad humana que los lleva a afrontar una muerte segura”.

¿Qué conclusión sacar de este abanico de contradicciones? La política, actividad pública por excelencia, debe frenar el lado oscuro y potencializar virtudes. El contrato social se firma para mejorar. El problema es que, por su funcionamiento, “nuestra sociedad es un buen proyecto para el mal” (dice el cantautor español Víctor Manuel). Steiner reconoce la dualidad de la condición humana: “Somos, como se suele decir, ‘un árbol torcido’. Pero podemos arder produciendo dignidad y excelencia. Esta es la materia prima con la que toda política tiene que habérselas. No hay otra.”          

¿SUMA DE INDIVIDUOS QUE NO SUMA?

UNA PARADOJA: la suma de individuos no produce mayor humanidad. El grupo puede resultar inhumano. Las responsabilidades se diluyen. ¿Por qué? Una razón es el anonimato grupal: la no asignación clara de responsables. Ésta fue, por ejemplo, la defensa esgrimida por funcionarios de campos de concentración nazis: “obedecimos órdenes”. El grupo atrofia la responsabilidad individual. Así es frecuente ver Estados que no respetan derechos humanos y libertades individuales. Y masas que aplauden.

Los gobiernos son responsabilidad compartida. Esto se malentiende y se maneja “la delegación irresponsable de responsabilidad” (Norberto Bobbio). La burocracia es fenómeno de este tipo: en el laberinto de oficinas “se echan la bolita”.  

Escribe Elías Canetti: “Son fatales los modelos de gobierno que se adentran en la oscuridad servil y nos dejan sin aliento en el sótano más remoto y miserable. Gobiernos que practican el soborno de ida y vuelta y, con excesiva prontitud, nos resultan útiles en toda suerte de pequeñeces, con intermediarios a granel”. Es duro decirlo: venimos de un modelo de gobierno con esas características. Por eso el voto abrumador por el cambio en 2018.

Canetti describe sin complacencia: “Nos inclinamos y humillamos ante ellos [ese tipo de gobierno]. Acabamos viviendo entonces de sus gracias, como animales bien amaestrados, y nos contentamos con las golosinas que provengan de sus manos”. Fue terrible esta experiencia en México: vivir de las migajas que lanzaron los gobiernos década tras década, mientras protegían el saqueo.       

La Revolución cobra cuotas sangrientas. Por esta razón, política y democracia son llaves para el cambio que antes se encomendaba al ideal revolucionario. Los votos de hoy, antaño eran balas. Esa mejora no puede regatearse.   

Queda un último problema: “El que sueña lo posible tiene la posibilidad real de la verdadera desilusión”, escribió el portugués Fernando Pessoa. Tiene razón, salvo que también lo posible en política puede concretarse y entraña  satisfacción real. Habría que poner un letrero: disculpe las molestias que causan estas obras. (vmsamano@yahoo.com.mx)