Estamos hablando de hambre. No sólo de hambre y sed de justicia, sino de hambre

Estamos hablando de hambre. No sólo de hambre y sed de justicia, sino de hambre

El mayor reto que enfrentan los que van a gobernar es que se les cuelen en manada aquellos que solo se mueven al olor de la comida y será necesario darles con la puerta en las narices a tiempo. No se puede tener hospitalidad con aquellos que siempre han ostentado como virtud crear problemas, porque necesitan que los demás les arreglemos los suyos con una nómina no merecida a pagar con el dinero público. Lo que ocurre es que son muchos y la escasez no da para todos. La llamada a la reconciliación debe de restablecer entre los mexicanos las relaciones que estaban hechas añicos después de no mirarse a la cara en años y de tirarse los reproches como si fueran piedras. Por primera vez en décadas estamos en disposición de primar el Bien Común por encima de los intereses propios y eso es incompatible con la salvación individual a costa de la mayoría. Quizá no haya más salvaciones que las individuales, pero no hay refugios suficientes. Los tiempos han cambiado pero no eso que llamamos el espíritu colectivo, que no sabemos bien en qué consiste, pero tiene una especial consistencia. México no solo ha dado los primeros puestos en corrupción en el mundo, sino mujeres y hombre valientes, capaces de aguantar lo que les echen, aunque nos echaran un mundo lleno de necesidades y miserias. El paso de un régimen a otro, y la convalecencia, serán largos, pero lo más necesario para que vuelen las cometas sigue siendo el aire y algo ha cambiado en la atmósfera política a ciertas alturas. Hay que alegrarse de que vuelvan a amistarse los dos Méxicos. Ojalá además de amigos lleguemos a ser cómplices. Hay que brindar por ellos con un tequila, que es lo mío. Aunque también soy algo ecléctico en materia etílica. Pero no se puede ignorar que hay quienes no pueden abandonar su pasado porque sus peripecias tóxicas les persiguen y será siempre un trozo su vida como se ocuparon de que en este país cada hombre no fuera un voto, sino un machete o una pistola. No se puede construir sobre escombros y con aquellos que se especializaron en regiones devastadas de nuestra historia, tan abundante en falsos profetas, predicadores políticos y criminales. Es muy difícil conseguir que haya una buena distribución si no hay nada que repartir. No es nuestro caso porque México es un país rico, abundante en materias primas, incluyendo a su buena gente. Y aquí y ahora estamos hablando de hambre. No sólo de hambre y sed de justicia, sino de hambre. También las colectividades enloquecen. El tiempo es oro, pero el rey Midas, que es el monarca absoluto, transforma el oro en tiempo. No debemos perderlo ni ganarlo, ya que él sabe que lo tiene todo por delante y así cualquiera. Me permito advertir a los que gobernaran estas tierras en los próximos años que hay gentes que están dispuestos a tirarlo todo por la borda con tal de hacer naufragar el pacto entre los ciudadanos y su deseo de progreso y democracia encarnado en AMLO en lo nacional y en Adán Augusto López Hernández en lo local. La única solución que se nos ocurre es anillarlos como si fuesen aves de paso y ponerles pulseras rojas para que reciban comida gratis. No deja de ser una buena forma de entender la caridad.