Eterna desigualdad social, necesaria la reforma fiscal
El pasado 16 de junio, el periódico La Jornada publicó en uno de sus encabezados lo siguiente:
El pasado 16 de junio, el periódico La Jornada publicó en uno de sus encabezados lo siguiente: “Neoliberalismo ahonda la pobreza y la desigualdad en México: CEPAL”. Y luego, el mismo documento de la Comisión Económica para América Latina, nos dice que en el 2020 el uno por ciento de las familias más ricas en México percibió ingresos económicos 840 veces mayor a las del 90 por ciento restante de la población mexicana.
Y un día antes, el mismo periódico nos dice que en sólo cuatro meses, de enero a abril del presente año, los bancos en México obtuvieron una ganancia récord de 92 mil millones de pesos. Les comento de pasada que la mayoría de esos bancos son extranjeros y parte de sus ganancias se van a sus países de origen: a eso se le llama descapitalización o, dicho de una manera más cruda, se le llama saqueo de la riqueza de un país por otro. Recuerden que los bancos los vendió Zedillo a capitales extranjeros.
Por su parte la CONEVAL (Comisión Nacional de Evaluación) nos informa, en la misma fecha, que dos terceras partes de la riqueza nacional está en manos del 10 por ciento más rico de los mexicanos y el uno por ciento, los muy ricos, acapara más de un tercio de la riqueza, aunque otra fuente nos dice que ya hoy ese uno por ciento acapara el 47 por ciento de los ingresos. La CONEVAL también nos informa que 44 millones de mexicanos viven en la pobreza y ocho y medio millones sobreviven en la pobreza extrema.
Dentro de ese uno por ciento de multimillonarios se encuentra Carlos Slim, el mexicano más rico del mundo: su fortuna asciende a 84 mil millones de dólares y se ubica en el lugar 12 de los 500 hombres más multimillonarios del mundo según el organismo Bloomberg.
Germán Larrea, director ejecutivo de la empresa minera Grupo México, posee una fortuna de 27 mil millones de dólares y ocupa el lugar 49 entre los más multimillonarios del mundo, según Bloomberg. Ricardo Salinas Pliego, dueño de TV Azteca con 11 mil 600 millones de dólares; Rufino Vigil, magnate del acero, con 4 mil 400 millones de dólares.
Familia Arango, dueña de Aurrerá, con 4 mil 437 millones de dólares; José Beckman, el magnate del Tequila, de Tequila Cuervo, con 4 mil 500 millones de dólares. Eva Gonda, dueña de OXXO y FEMSA con 5 mil 841 2 millones de dólares y María Aramburu Zavala, dueña del Grupo Modelo, con 6 mil 200 millones de dólares.
Ya desde hace muchos años se han publicado estudios que nos dicen que México está entre los primeros lugares con mayor desigualdad en la distribución del ingreso en el mundo. Desde 1968, el Fondo Monetario Internacional nos informaba que México ocupaba el lugar 67 entre 72 países estudiados con una tasa tributaria muy baja, del 10 por ciento respecto al Producto Interno Bruto, carga de impuestos que pesaba más sobre los trabajadores que sobre el capital, y sólo debajo de México se encontraban Haití, Guatemala, Corea del Sur, Etiopía y Afganistán.
39 años después, en 2007, la carga fiscal seguía siendo la misma, de 10 por ciento respecto al PIB, muy por debajo del 40.6 por ciento que es el promedio de los integrantes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCED) y de la cual México es miembro. Durante los años de Calderón y Peña los más ricos gozaron de la condonación de impuestos, los millonarios estaban exentos del pago de impuestos, y el peso de la carga tributaria cayó sobre los trabajadores y profesionistas cuyos ingresos en nómina los hizo cautivos del fisco.
En nuestros días la tasa tributaria promedio en América Latina es de 23 por ciento y en México subió de 16 a 19 por ciento y con el gobierno de la 4T ya no existe la condonación de impuestos. Aún así la desigualdad persiste.
El pasado lunes 12 de junio el periódico El Financiero destacó una nota que su contenido ya no causa gran sorpresa en los medios financieros y de los inversionistas. La nota dice: “Tiemblen Slim y Larrea: que los ricos paguen más impuestos”. Propuestas como ésta las vengo leyendo o escuchando desde que tengo uso de razón, pero poco se ha hecho en ese sentido.
Esta iniciativa la proponen varias organizaciones de la sociedad civil, entre la que destaca la OXFAM de México. Señalan que para ello se debe modificar el artículo 31 de la Constitución. La reforma a ese artículo consistiría en implementar un sistema fiscal con un sistema progresivo de tasas de impuestos, es decir, entre mayor sea el ingreso de una persona, mayor porcentaje debe aportar al ingreso público.
La propuesta hecha por OXFAM de México consiste en que aquellas fortunas de los hombres llamados “súper ricos”, con fortunas de más de mil millones de dólares deberán pagar una tasa adicional de impuesto de 5 por 3 ciento. Quienes poseen fortunas arriba de cien millones de pesos deberán pagar una tasa adicional del 3 por ciento y 2 por ciento pagarían aquellos que poseen 20 millones de pesos.
Esa propuesta de reforma fiscal por esos organismos se nos hace una ilusión, no es fácil. La distribución de la riqueza económica es la expresión del poder económico de los que más tienen, de las familias más ricas. Como lo dijera en Diario Presente, el prestigiado economista David Ibarra Muñoz, el pasado 7 de enero:
“Son múltiples las fuerzas económicas, así como las variables que intervienen en acentuar o alterar la distribución de los países en el mundo”. Y “Las estructuras distributivas, nos dice David Ibarra, nacen y se arraigan de complejos armazones legales y de medidas convenidas o impuestas (por los grupos de poder) que prevalecen durante periodos históricos prolongados que, sin ser inmutables, resulta arduo, muy difícil, remover”. Es por eso que, a pesar de los esfuerzos en contra, la pobreza con el gobierno de AMLO creció en 3.8 millones de personas hasta marzo de 2023 y en dos millones crecieron las personas en extrema pobreza.
Veremos en nuestro siguiente comentario que una distribución del ingreso más justa, más equitativa es necesaria, política y económicamente. Ello alejaría el peligro de la violencia y un posible estallido social en México y además le daría más fuerza, más autonomía, a nuestra economía capitalista al fortalecer el mercado interno y no depender tanto del mercado exterior: esto último nos vuelve más vulnerables.