¿Y de ahí?: Evitar el desastre de ser demasiados y la maldición de la pobreza permanente

Cuando todas las personas en el mundo tengan una buena calidad de vida podremos estar en condiciones de evitar el desastre de ser demasiados para el mundo y de que la maldición de la pobreza permanente se perpetúe.

La humanidad vive un momento de apogeo en sus niveles de población como nunca antes se tuvo en la historia. Desde que en el siglo pasado se dio la llamada explosión demográfica, con una tasa de nacimientos muy superior a la de mortalidad, junto con el incremento en la esperanza de vida, la cantidad de personas que vivimos en el mundo sólo ha ido en aumento, hasta llegar a los casi 8 mil millones en la actualidad.

Hoy es el Día mundial de la Población, una fecha que, a iniciativa del programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, se conmemora con la finalidad de reflexionar sobre los desafíos que los temas demográficos implican para la humanidad. Aunque tienen matices en todo el mundo, los temas de población, como los de contaminación y crisis climática, son globales.

Para ponerlo en perspectiva, en el año 1800 se estimaba la población mundial en mil millones de personas, que para 1970 se dispararon a 3 mil 700 millones de personas. Un crecimiento exponencial que, no obstante, palidece ante el hecho de que en el último siglo hemos cuadriplicado la población.

Tener a más personas es una enorme oportunidad para el desarrollo, pues cada uno representa una fuerza de trabajo, que en conjunto con una mayor educación y posibilidades de colaboración dan como resultado un mayor desarrollo tecnológico, así como una más rica fuente de creatividad para solucionar los problemas a los que la humanidad se enfrenta. Es lo que se conoce como el bono demográfico.

No obstante, es necesario reconocer que muchos de esos problemas se derivan directamente de ese incremento exponencial en la cantidad de población, pues mientras más somos, más dificultades hay para administrar los recursos naturales que son finitos, así como es necesaria mayor preparación e infraestructura a fin de que cada uno tenga acceso a los que consideramos derechos humanos básicos, como el agua y la salud.

Entre los desafíos que tiene la humanidad ante sí, que afectan o eventualmente van a afectar a cada uno de los miles de millones de personas que somos, están la necesidad de reducir la tasa de nacimientos sin poner en riesgo la continuidad de la especie o el sostenimiento de las sociedades, combatir la contaminación ambiental que se agudiza a medida que somos más personas, proteger y de ser posible aumentar los recursos naturales, que han sido la base material de todo el desarrollo tecnológico que se ha logrado. En particular, el agua potable es un recurso tan necesario que en el futuro podría haber guerras por la disponibilidad de ese recurso estratégico, a menos que tomemos las decisiones necesarias para protegerla y aumentar su disponibilidad.

Con casi 8 mil millones de personas en el mundo, es cada vez más urgente que se consolide el propósito del fin de la pobreza, el acceso a la educación y la salud. Mientras tanto, los problemas derivados de la desigualdad, la sobreexplotación y la crisis climática, han dado lugar a un fenómeno de migraciones recurrentes en todo el mundo. Aunque son temas complejos, tienen solución y posiblemente le veamos forma más clara conforme pasa el tiempo.

La transición demográfica es un fenómeno observado en todos los países del mundo. A medida que aumenta el acceso a los servicios de salud y la educación, conforme mejoran las condiciones de vida, se reduce la mortalidad, ocurre un pico de población temporal por un aumento simultáneo en los nacimientos, pero después la natalidad también baja y la cantidad de la población se estabiliza. Cabe esperar que los países en vías de desarrollo completen esa transición próximamente, lo que puede ser fundamental en un contexto de crisis climática e incertidumbre sobre el futuro.

Para evitar los desastres y las guerras que tememos que puedan ocurrir, es necesario consolidar el desarrollo económico, en particular, en materia de salud y educación, de modo tal que todos los nacimientos sean deseados y que todas las personas tengan la oportunidad de trabajar en donde mejor consideren que sirven sus talentos. Cuando todas las personas en el mundo tengan una buena calidad de vida podremos estar en condiciones de evitar el desastre de ser demasiados para el mundo y de que la maldición de la pobreza permanente se perpetúe.