Una de las pocas cosas que inducen al optimismo es la fe en la educación y la cultura

La escuela pública -desde la educación inicial hasta la superior- es el medio a través del cual, como sociedad podemos y debemos aspirar a un futuro promisorio

Es innegable la relación dialéctica existente entre sociedad y educación, la primera orientándola y fijando sus características, y, la segunda, moldeando a su vez a la sociedad. La política educativa de un país es un elemento con efecto transformador y peso específico dentro del proyecto de nación al que debe aspirar cualquier Gobierno, y el reto es que sus efectos incidan positivamente en cada Estado del país. Su implementación no será sencilla y menos, rápida; requerirá de la conjunción de distintos factores a los que subyacen intereses distintos.

Un indiscutible momento histórico nos aguarda en lo inmediato. La escuela pública -desde la educación inicial hasta la superior- es el medio a través del cual, como sociedad podemos y debemos aspirar a un futuro promisorio, con ciudadanos no solo más preparados académicamente y con habilidades desarrolladas para enfrentar los retos que ya nos deparan, sino ciudadanos -mujeres y hombres- con conciencia social clara del entorno y del mundo en que vivimos, y, determinados a lograr esos cambios.

Hoy tenemos claro que el modelo económico impulsado desde las aulas de algunas universidades en Norteamérica e implantando por quienes nos gobernaron al menos los últimos seis sexenios, simplemente no funcionó; solo profundizó un problema que veníamos arrastrando -desigualdad económica y social-, y produjo el individualismo y la falta de empatía de un sector privilegiado contra un amplio sector de la sociedad mexicana a la que le faltaba todo. Al respecto, el propio presidente Andrés Manuel López Obrador diría en una de sus acostumbradas conferencias matutinas "... en cuanto al modelo neoliberal he llegado a sostener que si el modelo neoliberal se aplicara sin corrupción no sería del todo malo, es que se puede tratar del modelo económico más perfecto, pero con el agravante de la corrupción no sirve de nada...". No hay que olvidar que durante estos gobiernos de corte neoliberal, se insistió en que la pobreza de muchos tenía que ver con falta de motivación personal e incluso flojera o falta de esfuerzo, circunstancia que ha quedado probada en este sexenio que no es así, lo cierto es que estábamos siendo "conducidos" por un comité presidido por corruptos que solo beneficiaba a ellos y sus allegados.

En un estudio no tan reciente, que se extendió hasta por cuatro años, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), expuso una lista de países en la que se enumeraban por la cantidad de generaciones que les costaba a las familias modestas de esos países alcanzar ingresos de clase media, concretamente lo que conocemos como movilidad social en el mundo. A todo Latinoamérica no le va muy bien, pero particularmente a nuestro país -según este estudio- le cuesta en promedio 4.5 generaciones para que las familias con ingresos bajos puedan alcanzar ingresos que hoy consideramos de clase media, sin embargo, si ponemos en perspectiva que una generación equivale en promedio a 20 a 30 años pues simplemente tendrían que pasar al menos 130 años para que una familia promedio alcance ingresos medios. El mismo Informe apunta a que casi la mitad de los mexicanos que tienen a sus padres en el sector más pobre del país permanecerán ahí durante toda su vida. Esto es lastimoso, por decirlo menos. Y pensar que hay quienes pugnan por quitar las pensiones adultos mayores y a los jóvenes; es ese individualismo del que tenemos que apartarnos como sociedad.

En ese contexto el Estado mexicano ha asumido la nada sencilla tarea de revertir los daños ocasionados por el modelo anterior distribuyendo una parte de lo que el país produce entre los históricamente menos beneficiados, pero este aspecto no puede disociarse o caminar por separado de los cambios que se proponen en la reforma del Sistema Educativo del país, no necesitamos propiamente mirar al exterior, en México tenemos cómo lograrlo, pero se requiere de esfuerzos conjuntos, sostenidos y sobre todo sinceros para llegar a ello.

En un ensayo del sociólogo alemán Max Weber, escrito a principios del siglo XX, llamado "El político y el científico", aborda de manera acuciosa la cuestión de la relación existente entre ética y política, la diferencia entre la ética como convicción y la ética como responsabilidad. Sostiene que el político debe ser capaz de distinguir entre la ética como convicción basada en principios morales y valores personales, y la ética como responsabilidad, que implica la toma de decisiones basadas en las consecuencias previstas por las acciones políticas que se encaminaron. Para Weber, un político debe ser capaz de equilibrar ambas expresiones de la ética para actuar de manera efectiva en el ámbito político.

Será todo un desafío implementar los cambios profundos que implica la reforma educativa impulsada por el presidente de la República y más aún que quienes continúen con la encomienda de construir lo que se ha llamado el segundo piso de la 4ta. Transformación de la vida pública del país, asuman esa tarea equilibrando las decisiones desde una perspectiva ética por convicción y responsabilidad enfocados en el objetivo. Solo entonces la Educación de calidad en todos sus niveles, será verdadero motor de cambio y movilidad social.