Febrero 14, oportunidad para corresponder al cariño con acciones concretas

¿San Valentín debe significar algo para nosotros, o lo asumimos como una fecha de marketing para levantar las ventas con chácharas y flores?

¿San Valentín debe significar algo para nosotros, o lo asumimos como una fecha de marketing para levantar las ventas con chácharas y flores? A mí nunca me gustó la fecha, me da alergia la cursilería barata de corazones de azúcar pintados de rojo o rosa, los te quiero fáciles, imposibles de creer cuando vienen de alguien quizá apenas conocido, pero muy entusiasta de esta fecha. 

Para mi generación, (el segmento que los mercadólogos bautizaron como milenials) esta es la fecha de los célebres “soldados caídos”, los muchachos que piden a la joven que sea su novia en la escuela o el trabajo, y que quedan “derrotados” cuando ella les dice que no. Últimamente los cambios en los valores sociales han llevado a criticar la presión social hacia la joven, pues se hace el pedimento en público, lo que supone para ella la certidumbre de que quedar como “la mala” del cuento si no cede a la petición, cuando es posible que quien la corteja no haya tenido señales de que sí le interesaba una relación romántica o, peor aún, ya había sido rechazado previamente.

Parece que, al margen de los segmentos de generaciones, en la actualidad vivimos cambios importantes respecto de lo que se piensa y acepta como el amor. Cada vez más hay mujeres que se dan cuenta que lo que parecen detalles de atención por parte de sus parejas, como ir a buscarlas siempre cuando salen o caerles de sorpresa cuando están con sus amigos, o hacerlas cambiar de planes por estar con ellos, son en realidad estrategias de control y manipulación, especialmente cuando no hay un punto medio en el que haya reciprocidad o cabida para el espacio personal, para mantener la vida de uno.

Evidencia de ello puede ser el video que se hizo viral en Tik Tok de una abuelita que se graba mientras pasea por el supermercado, feliz de poder comprarse lo que ella quiera tras divorciarse. Aída Sedano, de cabello completamente cano, reconoce que le fue difícil tomar la decisión de separarse de su marido, un hombre controlador que la hacía sentir que ella no tenía derecho a comprar la fruta que quería, pues en su casa sólo se compraba y comía según el gusto de él. Un detalle que puede ser indicador de a qué grado las parejas pueden llegar a ser controladoras. 

Las críticas hacia lo que es e implica el amor romántico no buscan que las mujeres sean todas lesbianas o que se mantengan solteras, sin hijos, llenas de gatos, como caricaturizan quienes se burlan del feminismo. Lo que se busca es entender que ninguna relación puede ni debe basarse en el sacrificio del bienestar propio. Y eso pasa por aceptar que, en una familia, hay trabajos y cuidados que históricamente se han cargado a las mujeres como si simplemente por amor estuvieran obligadas a asumir solas esa responsabilidad. Va en esto la administración del hogar, los insumos que se requieren para vivir, la limpieza, el orden, el cuidado de los hijos, el acompañamiento que requieren en su vida escolar y personal, el cuidado de los enfermos, etcétera, etcétera.

En su libro recién lanzado, “Fruto”, la periodista, documentalista y escritora Daniela Rea Gómez, señala que a las mujeres “nos dijeron que nuestro sacrificio es amor porque nuestro trabajo de cuidados le permite al sistema sostenerse y reproducirse. Les damos seres que producen y seres que consumen. Les creímos que era amor y ahora lo cuestionamos. Pero entonces, ¿qué sí es el amor”.

En este título, de ediciones Antílope, Daniela Rea señala cómo la vida íntima de este país, encarnado de violencias y despojos, es sostenida por el trabajo callado y doliente de las mujeres. Las abuelas que asumen la crianza de sus nietos, mientras buscan a sus hijos desaparecidos. Las que, sin ser madres, también cuidan de sus sobrinos porque son hermanas, las que cuidan de sus madres, en fin. Pone el foco sobre el dolor oculto en estas cuestiones cotidianas, que se dan por sentadas sin detenerse a reflexionar sobre lo que implican para todas las personas que aman y cuidan, a veces más allá de sus fuerzas.

No es que las mujeres sean las únicas que saben del amor. Por supuesto que hay hombres que también saben querer, aunque muchas veces no saben o no pueden decirlo. Para muchos varones, sobre todo los de generaciones anteriores a la década de los ochenta, el querer se limita a procurar que haya techo y comida, a proteger contra quien pudiera hacerle daño a sus seres queridos. 

Para muchos, esta fecha será un pretexto para comprar un dulce o una cháchara a fin de cumplir una especie de compromiso social porque es algo que la pareja espera. Pero también puede ser una oportunidad para pensar en cómo nos amaron y apoyaron quienes nos han permitido crecer, y cómo podemos corresponder a ese cariño con acciones concretas.