Festival de Edimburgo

El Festival de Edimburgo es considerado el más grande del mundo y se celebra durante tres semanas en el verano, entre agosto y septiembre de cada año

El Festival de Edimburgo es considerado el más grande del mundo y se celebra  durante tres semanas en el verano, entre agosto y septiembre de cada año. Es el principal evento de la capital de Escocia, cuyo centro histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y el más importante  atractivo turístico de esta bella ciudad que recibe a más de 13 millones de visitantes cada  año.

Hace muchos  años recorrimos Inglaterra y visitamos Edimburgo durante las fechas  de su festival.  Al llegar a la estación central de los trenes, fuimos a la oficina de turismo y de entrada nos dijeron que no habían alojamientos a menos de 100 kilómetros de Edimburgo. Insistimos en que nos dieran el plano de la ciudad y nuestra guía de hoteles y me fui a los aparatos telefónicos y como al décimo intento encontré un hotel muy bueno casualmente en la avenida Princess, frente a la estación de los ferrocarriles y casualmente frente a la roca, el promontorio en que se ubica el castillo. La habitación contaba con equipo y dotaciones para hacer el tradicional te o café.

Toda la ciudad, pero especialmente la Av. Princess y la Royal Mile que comunica al castillo con el Palacio Real de Holyroodhouse, atestadas de visitantes y de conjuntos musicales a cada paso. Por momentos, parecía imposible seguir avanzando ante una multitud que disfrutaba esta hermosa ciudad y su festival.

Una de las primeras cosas que hice fue informarme y cruzar la estación de los trenes para del otro lado comprar mis boletos para la Tattoo, una parada militar de bandas típicas de Escocia, que  por las noches se realizan en estas fechas en la explanada del Castillo.

Ya en la noche, a la hora apropiada, tomamos nuestro taxi para subir a la roca del Castillo, en pleno centro de Edimburgo, y casi enfrente de nuestro hotel. Se trata de uno de los eventos más bellos a que hemos asistido y que nos dejó huellas imborrables. Realmente por este solo espectáculo vale la pena viajar a Inglaterra.

Las calles están  ocupadas por un sinnúmero de conjuntos  musicales y caminar se dificulta al grado que en ocasiones cuesta mucho trabajo avanzar, y esto desesperaba a mi hijo que en ocasiones ya quería abrirse paso a golpes.

De Edimburgo nos fuimos al norte a Inverness, un bello puerto  y pueblo típico,  y al día siguiente bordeamos el lago Ness, en las Tierras Altas de Escocia, un profundo y enorme lago de 1775 kilómetros cuadrados, en el que existe la leyenda de que se aparece el temido monstruo del lago Ness.

De Escocia recordamos también su bella capital financiera Glasgow,  en la que un día le dije a un taxista que quería conocer una fábrica de Whisky, y nos dijo aquí cerca hay una y nos llevó a  gran establecimiento de la firma Teacher. A los vigilantes de la entrada les dije que queríamos conocer la factoría, y nos pasó inmediatamente a  una antesala de las  oficinas.

Una secretaria muy atenta vino a suplicarnos que esperáramos un momento, ya que estaban localizando a algún funcionario que hablara algo de español. Y vino un tipo “de edad” que hablaba portugués, y nos llevó a un extenso recorrido de más de una hora. Nos entregó unos folletos en castellano “Haga su  propio Whisky en su casa”, a colores y con dibujos. En los diferentes procesos vimos que el whisky de más calidad es el de pura malta y finalmente nos llevó a un bar  donde nos obsequiaron unas botellas de crema de whisky y firmamos un libro de visitantes. Una atención como aca´, ¿verdad?

Realmente vale la pena recorrer la pérfida Albión, cuna de libertades, hay que recordar la Carta Magna de 1215 y la BILL OF RIGHTS de 1689, antecedente de las modernas declaraciones de derechos.