Futuro incierto de nuestra civilización.

El hombre tiene una capacidad infinita de autodestrucción

El hombre tiene una capacidad infinita de autodestrucción, dijo H.G. Wells. Y en su amplio ensayo “El abismo de la destrucción”, Valerio Magralli nos dice: “Si hay algo para lo cual el hombre ha mostrado gran capacidad, ingenio e innovación, es para destruirse a sí mismo y a su entorno”. Luego nos dice: después de la segunda guerra mundial pende sobre la humanidad, como la espada de Damocles, la amenaza, la incertidumbre y el temor de una guerra nuclear. Y este temor persiste hasta nuestros días.   

Luis Lafferiere, en su ensayo “¿Podremos evitar el colapso de la humanidad?” Nos dice: “Como la fuerza destructiva de un terremoto gigantesco, de un tsunami planetario, de mil explosiones nucleares o del choque de un meteorito contra la Tierra, la humanidad viene avanzando sin retorno hacia su destrucción”. 

Jack Goody, en su libro “El Robo de la historia”, no dice: “Se habla de avances en las ciencias, del crecimiento económico, de la civilización […] no obstante, el cambio se puede medir en función de otros parámetros. Si adoptamos un criterio medioambiental, nuestra sociedad es una catástrofe a punto de estallar. Si hablamos de un progreso espiritual (la principal variedad de progreso en algunas sociedades, por muy cuestionable que pueda ser en la nuestra), se podría decir que atravesamos una fase regresiva. EXISTEN POCAS PRUEBAS DE UN PROGRESO DE VALORES A ESCALA MUNDIAL, A PESAR DE QUE OCCIDENTE ESTÁ DOMINADO POR AFIRMACIONES QUE APUNTAN A LO CONTRARIO”.   

La humanidad, nuestra civilización, está inmersa, atrapada en una crisis sin precedentes, crisis de tal magnitud que la sobrevivencia de la especie humana y de toda la vida en el planeta está en grave peligro. Urge crear un nuevo orden económico mundial y la creación de una nueva civilización que no gire en torno al dinero. Que no vea a la naturaleza como algo ajeno al hombre, a la que hay que explotar y dominar; una civilización que gire en torno al amor a la vida y sea más solidaria. 

Estamos atrapados por un modelo económico capitalista mundial que sólo tiene como fin el dinero, donde no existe la compasión, ni la solidaridad; esos valores no existen, no cuentan en una civilización donde el dios dinero lo rige todo. Este orden económico mundial sólo ve al hombre como un instrumento de trabajo, un objeto vivo para ser explotado y para convertirlo en consumidor. Dos paradigmas mueven a esa maquinaria económica y social: la ganancia económica y el crecimiento económico (crecer por crecer). Por eso este sistema económico está atrapado en el paradigma de producir por producir hasta el infinito, hasta que se acabe el planeta.   

El paradigma, crecer por crecer hasta el infinito, aunque con ello se destruya al Amazonas, se descongelen la Antártida y el Ártico o se destruya el Lago de Texcoco sólo sirve para enriquecer a unos cuantos. A la minoría multimillonaria, dueña del mundo, en cuyas manos está el destino del planeta, no le importa que se destruya la Tierra si con ello se les llenan los bolsillos. Es la tasa de ganancia el paradigma intocable del capital por la que el dinero y demás medios de producción se vuelven capital y por la que se está destruyendo al planeta. 

Las maquinarias, la fábrica, el agro y los recursos financieros, en la medida que haya mercado y la seguridad de la tasa ganancia, se usan, se invierten. Si no se avizora la posibilidad de una ganancia económica entonces las máquinas se paralizan, se cierran las fábricas y los obreros son lanzados a la calle, aunque ellos y sus familias se mueran de hambre: para el capital no existe la compasión o el amor al prójimo, esos valores le son ajenos.

Si la maquinaria, las fábricas, el campo y los recursos financieros se usaran para que la humanidad comiera, tuviera vivienda, y vestido sin pensar en la ganancia, entonces esos recursos dejarían de ser capital, serían sólo medios de producción para servir a la humanidad, pero esto no es la meta del capital. Lo que le da contenido y sentido de capital a esos recursos es la tasa de ganancia, pero no darle de comer y vivienda a la gente si ésta no tiene para pagar. 

Usar esos recursos económicos, en manos de unos cuantos multimillonarios, para darle de comer a la humanidad y darle vivienda no es negocio, ni es parte de los valores humanos del capital. Es mejor negocio producir y vender armamentos, hacer guerras, matar y masacrar pueblos, eso sí deja ganancias y el capital se revitaliza como tal: al igual que Drácula, el capital necesita chupar la sangre del obrero.

Lo absurdo, lo irracional de todo esto es que los dueños del dinero, como si no pasara nada, están destruyendo el planeta sólo para agregarle más ceros a sus cuentas bancarias, aunque eso nos hunda a todos en subsecuentes recesiones y crisis económicas, y desempleos masivos que les son muy inherentes a la economía capitalista. (El autor es catedrático e investigador universitario)