Gerardo Brabata, libro y vida

La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla. Gabriel García Márquez/ Vivir para contarla

Escribo hoy, sábado 23 de abril, Día del Libro y de recuerdos. Los libros son las vidas que vivimos en otros, que recordamos en la otredad.

Buen día, pues para saldar pendientes con un libro que llega a casa cuando otros se han ido, para contar la vida en otras partes.

Poemas, 140 páginas, el primogénito libro de poesía de Gerardo Brabata —aún sin dedicatoria— me fue entregado hace días, al ser presentado en sociedad. Hoy, día del libro, vuelvo a vivir la vida como la cuenta mi amigo.

El libro de Gerardo nos recuerda la vida… y el amor. Intemporales, ambos. Lo vivido y recordado toda una vida. La vida y el amor sin principio ni fin. Lo que fue, y como se recuerda.

El amor al ser amado, el amor al mar, a la mar. A Nydia, que afianzó y le hace entender su existencia al través de su mirada, su otredad, dedica varias páginas en su libro. “Tiempo nuevo/ del amor que se repite…

Para Nidia, su otro mar, su otro amor: “Pues bien que sí,  una niña/ una niña y mucho más. Niña del azul/ celeste: mi niña del cielo azul…

“¡Dulce el viento que te trajo…!, canta a Ligia. Y a Gerardo, que también es su eternidad: “Sí, mi niño, llevas sombra/ de mi sombra,/ como yo la llevaré para siempre/ de tu huella…

A su padre, soñando regresar a la tierra ultramarina: “¡Ah que mi Don Manuel!/El del sencillo modo/ con la mirada al frente/ y el sentimiento llano…

“Cada amanecer me trae/ el azul de tu recuerdo, madre…”, dice a Nelly, su madre; y sus lágrimas acompañamos con el recuerdo personal. Su otredad nos hace recordar.

En Poemas, editado por las Secretarías de Cultura, de los gobiernos federal y estatal, Gerardo Bravata nos transporta a lúdicos recuerdos, a caminar las calles de nuestra ciudad… y al mar: a Miramar, su mar, el mar de su familia y sus amigos.

Hombre de libros, Gerardo Antonio Brabata Pintado, nos cuenta la vida como la recuerda, con voces que nos vienen de Nicolás Guillén, desde enfrente; de Federico García Lorca, por herencia de sangre; tal vez de Pablo Neruda y del dolor de Miguel Hernández que recuerdo en la queja de Gerardo: “Que tristeza me da/ el dolor de mi pueblo/ que no encuentra esperanza/ ni comida, ni paz…”.

Un buen libro para leer la vida como se recuerda. Gracias Gerardo