Hidalgo, el héroe republicano y liberal

La independencia de México no la hizo el cura Hidalgo en 1810, sino el militar Agustín de Iturbide en 1821

La independencia de México no la hizo el cura Hidalgo en 1810, sino el militar Agustín de Iturbide en 1821.Nada quería tener que ver Iturbide con la rebelión de Hidalgo y de Morelos, ni con los restos de insurgentes que quedaban, a quienes seguía viendo como meros delincuentes.

Simpatizantes de aquellos rebeldes fueron electos al Congreso que acompañó al primer gobierno de Iturbide. Eran partidarios de la república y pugnaron por verter el elogio de la patria sobre los curas insurgentes, no solo como precursores de la independencia, sino de la causa republicana.

Primera transfiguración: Hidalgo republicano. Su consagración retrospectiva corrió desde entonces la suerte, azarosa pero triunfal, de la causa de la república.

Iturbide cayó al abismo tratando de hacerse emperador y no solo fue derrotado por los republicanos de la época, sino expulsado del país y de la Independencia misma.

La ley del Congreso republicano del 19 de abril de 1823 declaró beneméritos a Hidalgo y a otros jefes insurgentes. Los restos de Hidalgo fueron exhumados y vueltos a enterrar con honores.

El 17 de septiembre, día de la arenga de Hidalgo a sus feligreses de Dolores, fue asumido como fecha de la Independencia. (Luego cambiarían al 16). “Fue así”, dice O’Gorman, “como legalmente pasó Hidalgo de cabecilla de salteadores a iniciador de nuestra independencia”.

Nada fue quedando en los escritos y los discursos sobre Hidalgo el “sacerdote novohispano”. Empezó a ser “el venerable filósofo virgiliano de corazón sensible” que “reúne a sus fieles para instruirlos en los derechos ciudadanos y redimirlos del abismo de ignorancia en que los tiene sepultados la más cruel e injusta de las tiranías”.

Las urgencias guerreras del país frente a la intervención francesa indujeron la siguiente transfiguración de Hidalgo. La logró en un discurso Ignacio Ramírez, sosteniendo que “no descendemos del indio ni del español sino de Hidalgo, verdadero Padre de la Patria”. 

El Hidalgo necesario entonces, dice O’Gorman, en el momento de la guerra contra el invasor, no era el anciano venerable sino “el iracundo inspirador de ‘mueran los gachupines’, el terrible ángel de la guerra sin cuartel”. “Solo su ejemplo”, concluyó el Nigromante, “conduciría a la república a la victoria”.