Ilusiones como flores: revientan generosas
Otro dicho dice que al invierno malhechor, primavera peor
Cada año es primavera. Ver otra vez florear los guayacanes y macuilíes siempre trae cierta satisfacción. ¿Cuánto ha pasado desde la última vez que estas flores adornaron nuestras calles? La primavera es el tiempo de las flores y del amor, ¿pero son realmente buenos tiempos para el amor?
Otro dicho dice que al invierno malhechor, primavera peor. Nos tocó un invierno difícil, no por el clima sino por el coronavirus que en su variante Ómicron detonó una ola de contagios un poco menos adversa gracias a las vacunas, pero igual hubo que mantener las medidas de restricción que afectan a la economía. Luego, vino la inflación que, como una terrible helada, ha malogrado los ingresos de todas las familias.
Ahora, la cuesta de enero se ha prolongado casi hasta abril. Caen las flores, amarillas rosas y moradas, sin saberlo alegran a los caminantes, aunque vayan con los bolsillos rotos porque hace mucho no han podido comprarse ropa, a los que tienen que caminar más a falta de recursos para pagar otro transporte.
Tal vez la primavera convenza algunos enamorados de formar una familia. Son los menos quienes se atreven en estos tiempos (en esta economía) a embarcarse en esa empresa. La tasa de natalidad ha caído en todo el mundo a sus niveles más bajos en el último siglo. A pesar del encierro, al que algunos especialistas atribuyeron que provocaría más nacimientos, todo indica que la adversidad de la pandemia no es nada propicia para traer más personas a este mundo.
Debe ser muy lindo apreciar la sorpresa de un par de ojitos nuevos al ver por primera vez florear un majestuoso guayacán, un macuilí, framboyán o una lluvia de oro. Quizá habrá tiempos más favorables para que estos árboles reciban muchas más caricias de las miradas tiernas de los bebés.
Por ahora, más de una pareja que habría planeado tener un hijo lo ha pospuesto. Otros se habrán dejado sorprender con su llegada, aunque ello implique apretar el cinturón más de lo que hubieran deseado.
¿Cuántas personas habrán partido sin volver a saludar la primavera? Uno nunca sabe cuándo será la última vez que verá florear un macuilí o un flamboyán. Tantas cosas nos alejan de estos detalles que se nos hacen costumbre... Puede ser que las vueltas de la vida te lleven lejos de estas flores, que te acerquen a otras; puede ser que la luz de tus ojos se apague y ya no las puedas apreciar de nuevo.
A veces las ilusiones son como estas flores, que revientan, generosas, y después se caen. Pero un tiempo después, si todo marcha bien, vuelven a surgir, incontenibles, porque así está en su naturaleza.
En todo caso, este año tengo la ilusión que sea el último qué los macuilis nos vean usando cubrebocas en la calle. Un deseo modesto, pero que significa bastante tomando en cuenta el tiempo te hemos tenido que soportar usar esa ominosa prenda a pesar del calor y el sudor propios de esta temporada.
Aunque quizá hay algunos a quiénes les venga bien seguir usándolo, tal vez les ayuda a parecer un poco menos por las alergias, que según dicen, se les alborotan más precisamente en primavera. Acaso porque las flores producen el polen enemigo. Tan lindas, ellas.
Cada año es primavera. Que sea una primavera mejor que la anterior, aunque haya menos niños, siempre es una dicha seguir teniendo flores. Nos recuerdan que, aunque haga calor, hay que procurar los abrazos y los amores.