Islandia, Modelo a Reproducir
El pasado miércoles se celebró el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer
El pasado miércoles se celebró el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer. Como es costumbre, reflexiones a granel, buenos deseos y optimistas proyecciones abundaron en la esfera pública con el anhelo de erradicar esta lacra social. Lamentablemente, los números muestran que, al menos en México, la violencia está lejos de desaparecer.
Según el reporte de 2019 de la ONU, México se ubica en la posición 74 de 189 países en los que la organización mide anualmente el Índice de Desigualdad de Género. Este índice registra la desigualdad de las mujeres en cuatro rubros: salud, educación, empoderamiento político y participación en el mercado de trabajo. El valor mínimo del índice, 0 (cero), refiere inexistencia de desigualdad; es decir, en los países que registran ese valor (hasta ahora, ninguno) la igualdad de género es plena. Por el contrario, aquellos países que alcanzan el valor 1 (uno) acusan una desigualdad absoluta. México es superado en América Latina y El Caribe por Uruguay, Costa Rica, Chile, Cuba y Trinidad y Tobago.
Diversos estudios sobre violencia de género en el mundo, ubican a México entre los quince países en los que el fenómeno tiene mayor presencia. También México es uno de los países del mundo en los que más feminicidios se registran anualmente. En América Latina, México y Brasil son los países en los que las mujeres son asesinadas por odio en mayor número. Sin embargo, en este año, el número de mujeres ultimadas por razones de odio en México ha superado en mucho el número de víctimas del país sudamericano. Mientras que los registros brasileños dan cuenta de 497 feminicidios en los primeros ocho meses del año, el Observatorio de Feminicidios de México da cuenta de 724. Un buen número de las mujeres mexicanas no sólo viven en desigualdad, sino que, además, su integridad física y su vida están bajo amenaza.
La desigualdad es estructural y la violencia de género, ocurrida mayoritariamente en el hogar y ejercida por la pareja, es un fenómeno relacionado con aquella. Pero estos fenómenos no se presentan en todos los países por igual. Las razones son, también, estructurales e históricas. ¿Por qué no, entonces, mirar hacia los países en los que las mujeres cuentan con condiciones que las acercan a alcanzar la igualdad de género? ¿Por qué no estudiar a Islandia, el país que durante los últimos once años ha sido catalogado como el lugar donde existe la menor desigualdad de género?
Podrá argumentarse que habrá que tener reservas en el análisis porque en Europa es donde se encuentran los países con mejores índices de igualdad de género. También, podrá decirse que es un país pequeño. Cierto. Argumentos válidos, ambos. No obstante, revisar la historia del desarrollo de la igualdad de género permitirá identificar procesos que podrían conducir, en México, a ampliar las posibilidades de que algún día mujeres y hombres contemos con iguales condiciones y posibilidades de desarrollo humano. Sobre todo porque aún en los países europeos, e Islandia no es la excepción, existen índices de misoginia y feminicidio. Hay tres hechos que merecen ser destacados en el caso de Islandia. Primero, la representación femenina en el parlamento es, hoy día, casi similar a la masculina. 48 por ciento de los asientos son ocupados por mujeres y en otros momentos han ocupado la mitad. Desde esas posiciones, las representantes han empujado legislación favorable a la equidad de género. Segundo, existe un ministerio de Asuntos Sociales y Equidad, instancia del poder Ejecutivo que ha promovido políticas públicas tendientes a reducir las desigualdades. Tercero, Islandia tuvo una presidenta, desde 1980 hasta 1996, que ganó una elección y tres reelecciones. En esos 16 años, la agenda pública prestó atención especial a la condición de las mujeres. En dos ocasiones, los islandeses han tenido primeras ministras. De hecho, el ministerio es ocupado desde 2017 por una mujer, Katrín Jacobsdóttir, de 44 años, con una formación académica en letras y arte. De esa forma, los islandeses se han acostumbrado a ver en la esfera pública un modelo de “mujer fuerte” como lo califica hoy la primera ministra, que a las mujeres les ofrece un modelo a seguir y a los hombres una representación de mujer a la que se debe reconocer respeto. No por nada, las iniciativas políticas tendientes a la equidad reciben el apoyo de las tres cuartas partes de la población del país.
Hoy, Islandia está en camino a desaparecer las desigualdades salariales entre hombres y mujeres. Hoy, en Islandia, está legislada la licencia post-natal que otorga a los padres nueve meses para atender a los críos, dividida en tres períodos de tres meses cada uno. El primero de ellos, es otorgado a la madre; el segundo al padre y la distribución de los tiempos de atención a los infantes del tercer período queda sujeto a la decisión de la pareja. Además, en las escuelas se imparten obligatoriamente cursos sobre masculinidades tóxicas, sexualidad y misoginia. Hoy, en Islandia, las mujeres que sufren abusos reciben protección social y psicológica y se ha desarrollado toda una cultura de no-culpabilidad que facilita que las mujeres que son violadas denuncien a sus agresores para que éstos reciban el castigo de ley. Y esta historia tiene una fecha de inicio: el 24 de octubre de 1975, día en que las mujeres decidieron realizar lo que hoy se conoce como Huelga Nacional de Mujeres, así, con letras mayúsculas. Las mujeres decidieron no trabajar, dejar a los hombres hacerse cargo de los asuntos que ellas tenían tradicionalmente asignados. La economía colapsó. El país fue sacudido por completo. Cinco años después, en 1980, Vigdís Finbogadóttir, sería electa presidenta y permanecería en el cargo, como ya dije antes, hasta 1996. El resto está siendo historia.
Procesos como los que ha vivido Islandia le vendrían muy bien a México, especialmente a las mujeres.