La colonia, noche de tres siglos

La colonia fue para América una Edad Media tardía de tres siglos; una trágica jornada de 1521 a 1821

La colonia fue para América una Edad Media tardía de tres siglos; una trágica jornada de 1521 a 1821; una larga y cruel agonía para los pueblos aborígenes y sus descendientes, producto del atropello y la violación, en la que algunos lograron sobrevivir en medio del racismo y la discriminación.

Y para una reflexión es necesario enmarcar y conceptualizar esta dramática jornada y tenemos que irnos a la bula de Nicolás V que en 1453 asignó  a Portugal todo lo que descubriera en el Atlántico.

Portugal cede las Canarias a España mediante el Tratado de Alcazovas, 1479,  y con ello  la ruta a las “Indias” que ya existía en aquellas fechas, pues hay testimonios de que en Sevilla ya se conocía y sembraba el maíz, que tenía que haber sido llevado de lo que después fue América.

En este marco surge el viaje de Cristóbal Colón, financiado por Isabel de Castilla, quien escribió a los marineros “que fueran y que en tres meses a su regreso se les pagaría”. Colón regresa a principios de 1493 e inmediatamente el Papa español, Alejandro VI expide la Bula, decreto por el que “por la autoridad del Dios Omnipotente concede a España el dominio, a perpetuidad” de  todo lo descubierto y por descubrir, incluyendo todo su contenido, los aborígenes.

El criterio que dominaba es que los aborígenes eran subhumanos, y de ello nos hablan los cronistas del Reino de Castilla que escriben: “los indios son subhumanos, tan inferiores, como un niño lo es de un adulto, como un negro lo es de un blanco, como una mujer lo es de un varón”. Y conste que eran cronistas del imperio en que la reina era Isabel, una mujer.

Esta nueva Bula provocó la protesta de Portugal, que se consideraba dueño de todo lo habido en el Atlántico, y el mismo Alejandro VI emitió una nueva Bula Decreto marcando una línea del norte al sur a 270 millas  al oeste de las Islas del Cabo Verde, dividiendo el mundo en dos, para España y Portugal. Pero Portugal siguió reclamando y finalmente negociaron el Tratado de Tordesillas, desplazando esta línea norte sur 1,480 kilómetros más al oeste lo que finalmente daría acceso a Portugal a parte de territorios por descubrir, el pico de Sudamérica, lo que hoy es Brasil.

El espíritu de las Bulas era la evangelización. Pero el propósito de los conquistadores era otro: la dominación, el oro y la plata. Y el concepto de la guerra también era diferente. Para los mexicas, la guerra era un asunto de honor. Primero se tenían que agotar las gestiones con los  diplomáticos, que en los pueblos aborígenes eran sumamente respetados. Terminadas estas, venía la declaración de guerra y los mexicas anunciaban que iban a atacar, el día, la hora y el lugar. Y aun cuando había muertos, el fin no era matar, sino dominar, y que el vencido pagara el tributo. A los mexicas les interesaba el tributo y respetaban la lengua, la religión, las costumbres y el gobierno de los tributarios.

La guerra para los conquistadores era otra cosa muy diferente. Se enfrentaban a indígenas con arco, flecha y escudos de algodón, llevando  caballos, armaduras de hierro, espadas, fusiles y cañones, y la meta no era ganar, sino matar y exterminar.

E incluso lo hacían como una diversión. Bartolomé de las Casas nos da testimonio de ello. Así, en el primer dominio español, Cuba,  exterminaron totalmente a los nativos tainos; no quedó ni uno solo, y para haciendas y minas tuvieron que traer encadenados a negros cazados como animales en África.

En México, como la población era muy grande, era difícil  exterminarla, pero crearon las “congregaciones” para reubicarlos a modo, y los “repartimientos”, que era repartir a indígenas, como si fueran bestias, para trabajos gratuitos en haciendas, obras, templos y conventos. Adicionalmente, negros como el legendario Yanga, llegaron a Veracruz en 1579 y vendidos como esclavos a las haciendas. Yanga fue el primer libertador de América, liderando a libertos y fundador del primer pueblo libre, que lleva su nombre, y que logró que el Virreinato lo reconociera en 1631.

Al menos el espíritu de la Bula de Nicolás V no era el de armar una “cruzada”, sino más bien una misión evangelizadora. Pero eso cambió, con el papa Borgia,  y dio lugar a la mezquindad de los colonizadores que venían por el oro y la plata, a matar por la riqueza. Así, al vencido Cuauhtémoc  y al Señor de Tlacópan, les quemaron pies y manos tratando de arrancarles confesiones de supuestos tesoros. El oro para los mexicas no tenía el mismo valor de atesoramiento que para los conquistadores. Las culturas eran diametralmente opuestas. La ética y la barbarie. La tierra de Cervantes nos mandó lo más abyecto  de su sociedad. Así fue.