La cultura, indispensable para el cambio a profundidad y duradero; el resto, maquillaje

La cultura, indispensable para el cambio a profundidad y duradero; el resto, maquillaje

*No estaría mal una mirada del centro al Tabasco de los ochentas
*La lucha de los modelos y la importancia de la democracia
*La división de poderes no es confrontación; el poder ciudadano
DECÍAMOS ayer. Una frase que gustaba repetir el escritor Juan José Arreola aunque ese ayer fuera distante en el tiempo. Pero me refiero esta vez a lo que en mi columna del viernes me permití someter a su paciencia lectora: la difícil construcción de la participación para la democracia y más todavía una cultura para y en la democracia. En el entendido que la política es parte de esa cultura, o debería serlo.
Sobre la trascendencia de la cultura para una transformación verdadera hablaron ampliamente Cirilo Antonio Guzmán, Mario Cerino Madrigal y Juan de Jesús López en la oportunidad de un interesante diálogo en torno a la vida y obra de Enrique González Pedrero. Sobre el tema se ha insistido en estos días. Sobre todo ante el segundo tramo del sexenio en que se propuso un cambio de modelo, entre el neoliberal y uno de bienestar.
Hay otro necesario cambio de modelo del que también ha estudiado, documentado y argumentado con amplio conocimiento Firdaus Jhabvala: entre el modelo imperial, centralista, autoritario y empobrecedor, y el modelo democrático, abierto, participativo y distribuidor de la riqueza.
DERECHOS Y PRIVILEGIOS
EN MÉXICO, desde la perspectiva oficial se habla también en esta administración de la importancia de la cultura y de la educación. La titular de la Secretaría de Cultura, Alejandra Frausto, asegura que este gobierno garantiza la cultura como un derecho humano y ya no se le concibe como un privilegio. Pero también sostiene que es uno de los ejes de la transformación del país. Lo veremos, ya que estamos a la mitad del camino.
No estaría mal que desde el centro del país se revisara la propuesta que en materia de cultura para la transformación planteó González Pedrero, me comenta el maestro Cirilo Antonio. Y coincido.
“Prefiero hablar de culturas, no de razas”, afirmó el Presidente Andrés Manuel López Obrador (conferencia 20/04/2022). Es una idea también compartida que descree de los determinismos biológicos. Hasta el lema de la UNAM (“Por mi raza hablará el espíritu”) salió raspado, aunque para don José Vasconcelos el complemento del lema (espíritu) importa más que el sustantivo ‘raza’.
De cualquier modo, la construcción social implica libertad y voluntad, libertad y responsabilidad, libertad y sensibilidad. Esta pluralidad humana produce civilizaciones/cultura, no civilizaciones/raza. Culturas en plural, más que cultura en singular. En este sentido, la afirmación es correcta: apunta a la actividad humana como campo impredecible desde la biología.
El sociólogo francés Jean Baudrillard comparó la democracia con los vinos: “no soporta todos los climas, no se adapta a todos los terrenos, no soporta ciertas temperaturas, no arraiga en todos lados”. Es aventurado equiparar un proceso cultural con un procedimiento físico-químico de variables climáticas. Sin embargo, Baudrillard sugiere que no todos los pueblos están preparados para la democracia. Más allá de la intuición elitista, exploremos el caso de México.
En el plano formal, México lleva 201 años de vida republicana, democrática e independiente (1821-2022). División de poderes, gobiernos elegidos a través del voto ciudadano y autonomía (relativa) en la toma de decisiones. En el plano real, encontramos la concentración del poder en el Ejecutivo, desde Guadalupe Victoria hasta Enrique Peña Nieto, con la excepción de pocos años de la Reforma (1857-1867), con un congreso libre que cuestionaba a Juárez y un Poder Judicial que moldeó el Juicio de Amparo, instrumento jurídico ciudadano frente a eventuales abusos del poder gubernamental. Por cierto, ahora los amparos se tramitan por decenas (particulares y empresas), para tratar de frenar políticas gubernamentales.
“Gobiernos elegidos a través del voto ciudadano”. La expresión haría sonreír a don Antonio López de Santa Anna, once veces Presidente entre 1833 y 1855. Benito Juárez fue presidente 15 años (1858-1872) y Porfirio Díaz comenzó su rebelión con el lema “Sufragio efectivo, no reelección”, pero se instaló 30 años en el poder; vino Madero, desempolvó el lema “Sufragio efectivo, no reelección” contra su creador, en el Plan de San Luis, levantamiento popular contra el régimen dictatorial que asaltó las urnas de 1910. El tema da para más, porque los mexicanos esperamos más; debemos merecerlo y conquistarlo, claro.
AL MARGEN
LA FRASE “decíamos ayer” se atribuye a dos escritores y profesores de la Universidad de Salamanca: fray Luis de León (siglo XVI) y Miguel de Unamuno (Siglo XX). Del primero se cuenta que solía comenzar sus clases resumiendo la clase anterior. Así cuando volvió a la universidad tras haber estado 5 años en prisión (acusado ante la Inquisición de diferentes herejías, de lo cual fue exculpado finalmente), retomó sus lecciones diciendo: "como decíamos ayer...", como si los últimos cinco años no hubieran pasado. Algo similar pasó con Unamuno quien al volver de su exilio siete años después retomó sus clases con esa misma frase.
(vmsamano@hotmail.com)