La democracia mexicana se renueva rechazándose

La democracia mexicana se renueva rechazándose

El domingo debe haber quedado reconciliada con la democracia mexicana la absoluta mayoría de los mexicanos. O, al menos, la mayoría absoluta que votó por López Obrador.

Si algo fue claro en la jornada del domingo es que los votos de los inconformes no sólo se contaron y contaron, sino que fueron reconocidos sin regateo alguno por las instituciones y por sus competidores.

El hecho debería de marcar un antes y un después en el aprecio por la democracia de los mexicanos, que rutinariamente le dan uno de los más bajos rangos entre países latinoamericanos.

Muchos votantes lópezobradoristas, y el candidato mismo, acudieron a estas elecciones bajo sospechas y advertencias de un posible

La democracia mexicana se renueva rechazándose fraude, convencidos de podían ser despojados del triunfo con malas artes.

En sus discursos de victoria, López Obrador reconoció la imparcialidad del presidente

Peña Nieto en el proceso, y la de los medios de comunicación, que esta vez se portaron, dijo, de modo ejemplar.

Olvidó mencionar a las instituciones electorales mismas, al INE en particular, y al millón y medio de ciudadanos que instalaron y cuidaron las casillas voluntariamente, sin recibir otra cosa que el reconocimiento un tanto rutinario de su sociedad.

El voto del domingo pasado fue un gigantesco voto de castigo contra los usos y costumbres de la democracia mexicana, contra el descrédito de los partidos y los gobiernos nacidos de ella, contra su corrupción, su ineficacia y contra su representatividad diluida.

No es la menor de las paradojas el hecho de que ese voto de rechazo valga hoy como un voto de legitimación de la democracia misma, como el principio de un nuevo reparto de la representación y el poder.

La democracia realmente existente encontró en el rechazo mayoritario la puerta a su renovación. Yo diría que goza hoy de una nueva legitimidad, rubricada por el triunfo de quienes más inconformes estaban con ella, ahora sus triunfadores.

Los votantes fallaron contra la democracia que tenían y al hacerlo le devolvieron la credibilidad. Se hicieron parte de ella, la rejuvenecieron, se volvieron, de un día para otro, sus beneficiarios y uno esperaría que sus guardianes.