OPINIÓN

La deuda pública en México (IV)
06/06/2022

La deuda pública en México (IV)

Hemos comentado en esta serie el origen de la deuda y sus nefastas consecuencias. También algunos mecanismos de control.

Menciono ahora, por ejemplo que, cada año, en los Estados Unidos, de los más de 4,000 condados y gobiernos de tercer nivel (ciudades, parroquias, etc.) uno o dos se declaran en bancarrota, y sus finanzas tienen que ser reestructurados por el sistema judicial con los costos correspondientes, tanto para los acreedores como para los ciudadanos.  estas democracias podrían terminar con un endeudamiento alto.  O sea, existe un método: cuando el problema de endeudamiento excede la capacidad del organismo a responder, pasa ese organismo al siguiente proceso (de bancarrota), se sanean las finanzas públicas con una parte puesta por los acreedores del condado.

El caso reciente más importante de bancarrota fue la de la Ciudad de Detroit en 2013. Una serie de circunstancias, esencialmente la fuga de ciudadanos ricos a los suburbios de Detroit, redujo la base fiscal de la ciudad, a la vez que esa base fiscal perdida fue sustituida por el endeudamiento, bancario y de toda clase de acreedor.

En 2013, Detroit tenía más de 100,000 acreedores diversos. Todo mundo pensó que la ciudad podía pagarle su factura. Pero cada árbol, por muy fuerte, puede cargar solo equis peso y ni un gramo más. Pues, llegó el día cuando no se podía pagar una factura con una nueva deuda, y Detroit tenía que buscar la protección de las leyes de bancarrota con la pérdida del control sobre sus propias finanzas mientras que el gerente nombrado por la Corte para conducir el proceso de bancarrota concluía su trabajo y ubicaba de nuevo esa ciudad en bases financieras sostenibles.

Detroit pudo bajar el saldo total de sus deudas de 18 mil millones de dólares en unos 7 mil millones de dólares, una quita de casi un 40%. Hoy día, sus finanzas se califican como sanas.

Todo este proceso no existe en México, por vincular las finanzas locales con las participaciones federales. El estado o el municipio simplemente sigue endeudándose hasta el límite de sus participaciones, y conforme su va acercando a ese límite, las condiciones de contratación, incluyendo las tasas de interés, se endurecen. De esta manera, la Deuda impide que el gobierno atienda a sus ciudadanos y le saca de su única obligación: servir a su pueblo. En cambio, ahora trabaja para servir al banco acreedor. La Deuda ha modificado el esquema político de una manera dramática: ahora el soberano no es el pueblo, sino el banco. Esto no se registra así en nuestras constituciones políticas.

Tanto el gobernante como el pueblo terminan siendo comparsas de un sistema de gobierno corrompido por la Deuda. El resultado es una crisis política de gobierno: el ciudadano y el gobernante están en un conflicto permanente, sin espacio para ninguno de los dos, ya que ese espacio fue previamente asignado a la Deuda.

El ciudadano no va a tener una ampliación de su carretera, la pavimentación, un buen servicio de la luz, o la seguridad que anhela. A toda solicitud, la respuesta va a ser la misma, aunque de diversas maneras: No hay dinero. Y así, como se recibió el gobierno endeudado, se lo entrega a la siguiente administración, siempre con más deuda todavía.

Por ello, regresamos al inicio: todo este asunto es realmente una cuestión humana. Hay que ponerse en la posición de un gobernante nuestro, honrado, capaz, y con buenos deseos, pero encumbrado al principio de su administración de una deuda grande existente y el incentivo para controlar esa deuda es casi cero, ya que habría que sudar para recaudar más de los ciudadanos sin poder regresarles lo suficiente en obras y servicios. Aun para nuestro gobernante excelente, el incentivo para salir del endeudamiento es escaso. Y hay que considerar que, en nuestra especie, los buenos humanos con muchas virtudes son pocos, y por ende, en las administraciones siguientes habrá muchos gobernantes muy dispuestos a vivir de nuevas deudas. (El autor es Doctorado en Economía por la  Universidad de Pennsylvania, 1971)



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