La deuda: una independencia acotada; un país a merced de los especuladores

La deuda: una independencia acotada; un país a merced de los especuladores

EN PRINCIPIO fue la deuda, después la deuda impagable y sus consecuencias. De esta manera surgieron a una independencia extraña nuestros países, entre ellos México. Al final del gobierno de Vicente Fox, la deuda externa mexicana era de poco más de un billón de pesos, con Felipe Calderón llegó a cinco billones y con Enrique Peña Nieto rebasó los diez billones. En estas circunstancias, aunque el gobierno de Andrés Manuel López Obrador no pidiera un solo peso la hipoteca del país sigue aumentando.

A principios de 1980 el gobierno mexicano vivió una “crisis de caja”; los síntomas de una enfermedad que venía de lejos pero que los sucesivos gobiernos no hicieron más que empeorarla.

La historia de México, como de muchas otras naciones, ha sido la del despilfarro, pobreza, endeudamiento e intervención extranjera. Un orden de factores intercambiable.

VENDER A MÉXICO MARTÍN

Reyes Vayssade publicó una biografía que se lee como una apasionante novela: “Jecker. El hombre que quiso vender a México” (FCE 2005-2020). Es la vida (y muerte) de Jean Baptiste Jecker, un banquero cuya especulación y avaricia constituyó el pretexto para la segunda intervención francesa en nuestro país 1861-1867.

No resulta casual que al contar la historia de un prestamista especulador, el investigador termine contando también las penurias de México frente a una triple alianza intervencionista armada: Francia, Inglaterra y Alemania. En la actualidad México no padece intervenciones armadas, pero sí una guerra financiera de baja (y no tan baja) intensidad. Cité el libro de Reyes Vayssade en una colaboración anterior a propósito de las ambiciones que ahora despiertan y despertarán los yacimientos de litio en Sonora.

Al seguir las huellas de J.B. Jecker, Reyes Vayssade se obligó a estudiar más sobre la historia financiera del México independiente. Es algo de lo que comparto ahora con los amables lectores.

Anotó el autor: “Para empezar, debía tener en cuenta que México había nacido endeudado. Antes de consumarse la independencia, el gobierno colonial de la Nueva España había acumulado, entre 1780 y 1820, una deuda de 40 millones de pesos. Según lo analizan Leonor Ludlow y Carlos Marichal en la introducción de su libro “Un siglo de deuda pública en México”, del cual fueron coordinadores, los primeros dos empréstitos extranjeros que contrató la República, por sí solos, representaron 30 millones de pesos adicionales. Cita: “Debido a los persistentes déficits –añaden Ludlow y Marichal-, el gobierno no pudo cubrir el servicio ni sobre la deuda interna ni sobre la externa, con lo que puede decirse que la República nació en medio de una crisis de la deuda”. “Así, la primera suspensión de pagos se produjo en 1828, y la dificultad de renovar el servicio sobre la deuda inglesa se convirtió en un escollo fundamental de los sucesivos gobiernos.

El país se mantuvo prácticamente excluido de los mercados financieros internacionales a lo largo de varias décadas, a merced entonces de los agiotistas locales y el comercio intermediario…” Exprimido desde dentro y desde fuera.

RICOS EMPOBRECIDOS

TODO había comenzado con la invasión española para saquear los metales preciosos y los recursos naturales, y para apoderarse de vidas y territorio.

Cuenta Reyes Vayssade cómo el primer empréstito internacional en la historia de México (independiente) ocurrió el 7 de febrero de 1824. “El gobierno de México recibió ocho millones de pesos, por los cuales entregó bonos por un valor nominal de 16 millones de pesos que devengaban un interés anual de 5%, con vencimiento a 30 años”.

El segundo crédito inglés –refiere como “segundo clavo en la cruz”- se firmó exactamente un año después, el 7 de febrero de 1825, “ya bajo el gobierno del primer presidente, Guadalupe Victoria, con la Casa Barclay, Henrring, Richardson and Company. Las arcas mexicanas recibieron como ingreso neto poco menos de 12 millones de pesos duros, a cambio de expedir bonos por 16 millones con un interés del 6% anual, otorgando como garantía un “segundo tercio” de los ingresos aduanales”.

Como luego sucedió con el petróleo a cuenta de los créditos. Resulta curioso y aleccionador que cuando los prestamistas ingleses se declararon en quiebra ocurrió lo que ha sido la historia del agiotismo: una quiebra sólo significa suspensión de pagos…pero no de cobros. De esta manera, aunque México ya no pidió préstamo alguno hasta 1840, ya entonces debía más de 46 millones de pesos a los tenedores ingleses de los bonos. Un país “independiente” pero hipotecado. La historia de esta tragedia apenas había comenzado.

El 17 de junio de 1861 el gobierno de Benito Juárez tuvo que decretar la suspensión de pagos. También porque los sucesivos gobiernos conservadores y pro monárquicos (a favor de la intervención extranjera) siguieron endeudando al país.

Esta bola de nieve siguió creciendo. Una forma de sometimiento. Se dijo alguna vez que Estados Unidos no necesitaba invadir a México sino sólo cooptar a sus cuadros dirigentes, formarlos en la ideología de aquella clase gobernante y de esta manera capturar al gobierno. Es una idea que se le atribuye a Robert Lansing, ex secretario de Estado de EEUU. Ahora sabemos que también se aplica la máxima: para controlar hay que endeudar. AL MARGEN ¿CUÁLES son los límites de los ayuntamientos? Entre otros, la pesada carga de débitos que les dejan los antecesores. vmsamano@hotmail.com)