La importancia de votar por el “Sí”

Hubo quien pagó con su sangre o con la sangre de sus familiares estas décadas donde el exterminio y la depredación eran la norma

Víctimas del régimen neoliberal hemos sido –de alguna manera– todas y todos los mexicanos. Por casi cuatro décadas la masacre y el saqueo, perpetradas, inducidas, toleradas desde y por las instituciones del Estado, imperaron en este país. La línea que debería separar política y delito se borró por completo. Capos del crimen organizado y gobernantes y funcionarios corruptos se volvieron una y la misma cosa. Ese México, cuya destrucción dicen querer impedir los conservadores, ya había caído hecho pedazos a consecuencia de la acción corrosiva del régimen que hoy pretenden restaurar a toda costa.

Hubo quien pagó con su sangre o con la sangre de sus familiares estas décadas donde el exterminio y la depredación eran la norma. En otros hogares la la desaparición de un hermano, de un hijo o una hija, de un padre o una madre, les provocó una pena que no habrá de cesar jamás. Millones fueron expulsados de su tierra por la violencia, la miseria o la falta de oportunidades. Otros más sufrieron persecución, fueron reprimidos o censurados. Los más vieron acotadas sus libertades y derechos por un régimen autoritario en el que la democracia era solo una simulación. Apenas unos pocos, los más privilegiados o quienes se volvieron cómplices del sistema –y quizá ni siquiera ellos– no pueden ni deben considerarse víctimas.

Con nuestros votos, y con la decisión de transformarla de raíz, rescatamos –o más bien comenzamos el rescate– de nuestra patria. Esa victoria, la de 2018, “una señal de vida, de vigor –como diría Ricardo Flores Magón– de un pueblo que está al borde del sepulcro” no fue, no es todavía y desgraciadamente, suficiente. El viejo régimen –que penetró todos los órdenes de la vida pública– sigue vivo. Es preciso que entre todas y todos le asestemos un golpe poderoso y certero para desarticularlo, para impedir que de nuevo ladrones y criminales se instalen en el poder.

Aquí no habrá justicia –y por tanto no habrá paz– mientras los principales responsables de los crímenes del pasado sigan impunes. Aquí no habremos de consumar la tarea que en el 2018 nos planteamos si no obligamos a todas las instituciones del Estado a cumplir con su deber. Que barran con los que tanta sangre derramaron, con los que tantos miles de millones se robaron, solo será posible si somos millones las y los que les ordenamos –con todo el peso que la ley confiere a la consulta– que procedan contra esos criminales, pero de la cabeza a los pies, y lleven a juicio a los ex presidentes.

Ingenuo o malintencionado es quien piensa que tocar a estos personajes (que son el corazón mismo del régimen neoliberal) es tarea de un solo hombre por más que éste sea el Presidente de la República. No es esta una vendetta política de las que se acostumbraban antaño; es un acto fundacional de la justicia que nos merecemos y que nos ha sido negada sistemáticamente. Nos toca a nosotras y nosotros, en el ejercicio de un derecho que hemos conquistado y al que no habremos de renunciar –el de votar no solo para elegir a quienes nos gobiernan sino también para decidir el rumbo que ha de tomar nuestro país– alzar la voz y llevar a Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña ante un juez. Solo si eso sucede se habrá establecido la garantía de no repetición de los crímenes.

Yo he de votar en la consulta ciudadana de este 1 de agosto por el “SÍ” y he de hacerlo pensando en las palabras de Pablo Neruda: “Para los que de sangre salpicaron la patria, pido castigo. Para el traidor que ascendió sobre el crimen, pido castigo. Para el que dio la orden de agonía, pido castigo”. ¿Y ustedes, permítanme preguntarles, qué van a hacer?  @epigmenioibarra