La maestra del vagón

Solo que hay un vagón escuela. Y allí llega Iker, el hijo de un matrimonio, cuyo jefe de familia integra la brigada que está en los trabajos de reparación de las vías férreas

TODOS TUVIMOS UNA MAESTRA como Georgina (Adriana Barraza), protagonista de la película "El último vagón". O un maestro como Ernesto, personaje de la novela con el mismo nombre. No importa el género. Importa sí, su bondad y su entrega para cambiar vidas con unas palabras, una sonrisa, y con actos como ejemplo de su vida misma. Este tipo de maestros existieron y seguirán existiendo. Son los que modifican destinos, alientan sueños y anhelos, y son tan necesarios en las escuelas. Cuando menos uno de ellos toque en suerte,  en la primaria o secundaria, a los niños y niñas desmotivados. De preferencia más de uno.

CUANDO HABLAMOS de "máquina del tiempo", la imaginamos como una gran cámara, donde entraríamos para que nos saque del presente, este, aciago y melodramático, y nos lleve a recorrer el nostálgico pasado o el alucinante futuro. Y no tiene por qué ser así. A veces es el recuerdo que nos lleva y regresa. Y a veces es en el sueño cuando viajamos y nos encontramos  en Egipto a la sensual Cleopatra; en Atenas al límpido Diógenes o a la voluptuosa Marlene Dietrich en un café de Hollywood. Y asimismo viajamos en el tiempo hacia el futuro con la lectura de Julio Verne o Isaac Assimov.

Y TAMBIÉN SON LAS PELÍCULAS, el ambiente del cine (o en la sala de la casa), las que nos llevan a otros tiempos; en este caso a conocer un último vagón, que funciona como escuela, y nos permite conocer los actos de amor al prójimo de los antiguos maestros, quienes con su forma de ser cambiaron vidas, modificaron conductas, alumbraron caminos, con su vida sencilla, con sus modestos actos.

ENTONCES VAMOS a "El último vagón", que es una película simple (acuérdate del agua simple, nunca lo olvides), y sus personajes son simples: maestra, alumnos, padres de familia, trabajadores y un perro. Todos ellos te hacen llorar no por las tragedias, sino al mostrar lo bello de la cotidianidad, donde los roces de sentimientos, y la bondad son parte de toda la trama. La maestra Georgina o el maestro Ernesto, ambos viejos, están cercanos a la jubilación y a la muerte. Y ambos coinciden -porque así debe ser- en tener una mirada invicta, un corazón todo bondad, y una conciencia del "ser" docente, transformador de vidas.

PRIMERO VI LA PELÍCULA. Ahora estoy leyendo la novela. En esta hay detalles de alta narrativa, sutiliza en la descripción de imágenes (la niña Valeria, rumbo al pizarrón pasa junto a Iker, le rosa leve el hombro, y él siente algo muy agradable que no se explica, levanta la vista y la ve de espaldas, su cabellera y su pensamiento lo conduce a imaginarse por primera vez el paraíso). En la película las imágenes van conformando el mundo maravilloso de un pueblo, y de una escuela tipo 123 (las que fueron creadas para los trabajadores de determinado gremio: para los hijos de petroleros, y en este caso, para hijos de los trabajadores ferroviarios).  

NO LA VOY A CONTAR, porque no tendría chiste. Solo que hay un vagón escuela. Y allí llega Iker, el hijo de un matrimonio, cuyo jefe de familia integra la brigada que está en los trabajos de reparación de las vías férreas. Antes esos vagones escuelas viajaban junto con las brigadas de los trabajadores por todos los estados. Terminaban de reparar un tramo, y se trasladaban hacia otro lugar. Y allí iba el vagón escuela, con sus pupitres, sus libros y su maestra o maestro. Lo mismo pasa con los circos, donde un maestro de la SEP viaja con ellos, hasta que se cansa y pide su cambio. 

EN ESTE CASO, sin identificar gobiernos, pero se sobreentiende, que eran esos de cuando las privatizaciones, estas escuelas itinerantes ferroviarias se fueron cerrando. Y fueron quedando una que otra, pero ya con vagón fijo en alguna vieja estación, como me dicen que aún ahora hay una en Naucalpan, Estado de México. Y eso sucede en la película. Está funcionando la escuela. Tiene poco o nulo apoyo de las autoridades educativas. Pero la maestra Georgina no es de las que se quejan. Solo que el tiempo pasa. Y sus capacidades físicas van disminuyendo, no así su gran cariño por sus alumnos.

PISTAS O PIEZAS DE LA PELÍCULA, porque me muero por contarla, pero no lo haré: una maestra, niños y niñas, un vagón escuela, padres de familia ferroviarios activos y retirados, un pueblo con mínimos servicios públicos, injusticias, muerte, revistas y libros, ambiente de clase, la maravilla de un circo, una dolorosa despedida, y una política educativa de cierre de ese tipo de escuelas.

CONFIESO QUE LA VI escéptico. Tantos que la recomiendan, debe ser una gran película, me dije. No lo es. Vi la mitad, y me dije: no es una gran película. Pero quería saber qué seguía. Y entra humo en los ojos. Y me dije: No tiene por qué serlo. Es emotiva, y es un homenaje a los maestros rurales, para conocerlos mejor desde dentro, en las condiciones en las que trabajan, y a pesar de todo ello, sucede el milagro, de la conexión entre Georgina y sus alumnos y alumnas. Y bueno, siempre la pedagogía del amor y la ternura va a redituar frutos. Es la pedagogía deseable. Vocación la llaman. Apostolado, igual. Y estos maestros y maestras son los que forman a hombres y mujeres m de bien, buenos ciudadanos, con conciencia social. Es a quienes les dicen: "no te van hacer monumento". 

YA DIJE QUE LA PELÍCULA está basada en la novela homónima. "El último tren". El lenguaje narrativo fue adaptado bien al lenguaje cinematográfico. Es decepcionante, dicen, leer primero la novela y luego ver la película. Yo por circunstancias de momento lo estoy haciendo al revés. En el caso de la novela trae un epígrafe al inicio de algunos capítulos, pensamiento de pedagogos. En el capítulo 3 trae esta cita: "Yo no soy un maestro: solo un compañero de viaje al cual has preguntado el camino. Yo te señalé más allá, más allá de mí y de ti mismo". Eso es lo que logran hacer los buenos maestros, como Georgina de la película y Ernesto de la novela.

Y LA PELÍCULA NO ES GRANDIOSA, porque no tiene qué serlo para transmitir lo que se quiere: un homenaje a los maestros rurales. Como cuando el Día del maestro el alumno más pobre se acerca para decirte: " maestro, mi familia no tiene dinero para regalarte algo; pero te traigo estos huevitos de rancho". O un jabón envuelto en papel periódico. O la palabra "gracias", con un apretón de manos. Pero más allá de eso, suceden muchas cosas al interior de los alumnos y alumnas, que el maestro, la maestra no se entera: el agradecimiento a la distancia geográfica y de tiempo. Yo le doy gracias a mis maestras y maestros, que tuve y muchos, como Georgina y Ernesto, los maestros de El último vagón.