La mediocridad como cultura política y social

La mediocridad como cultura política y social

NOTA BENE

La mediocridad como cultura política y social

Quizá ha llegado la hora de aceptar que nuestra crisis, -la mexicana pero en especial la tabasqueña-, es más que económica, va más allá de estos o aquellos políticos codiciosos y corruptos. Asumir que nuestros problemas no se terminarán cambiando a un partido por otro, con otra batería de medidas urgentes o con huelgas y manifestaciones que compliquen aún más nuestra vida cotidiana que pasamos de milagro. Reconocer que el principal problema de Tabasco es la mediocridad. Admitir, para tratar de corregirlo, que nos hemos convertido en un estado mediocre. Ninguna colectividad alcanza semejante condición de la noche a la mañana. Tampoco en tres o cuatro o seis años. Es el resultado de una cadena que comienza en la escuela y termina en la clase dirigente que, por ejemplo, en estos días no solo no reconoce la deuda de la administración anterior con los proveedores que crean riqueza y empleo, sino que sin contemplaciones niega su pago. Hemos creado una cultura en la que los mediocres son los alumnos más populares en el colegio, los primeros en ser ascendidos en el trabajo, los que más se hacen escuchar en los medios de comunicación y a los únicos que votamos en las elecciones, sin importar lo que hagan. Porque son de los nuestros. Estamos tan acostumbrados a nuestra mediocridad que hemos terminado por aceptarla como el estado natural de las cosas. Sus excepciones, casi siempre reducidas a la política, nos sirven para negar la evidencia. Mediocre es una sociedad en la que sus habitantes pasan medio día frente a un televisor que muestra principalmente basura. Mediocre es un pueblo que no ha dado un mandatario estatal, o un alcalde o diputado, que hablara inglés o tuviera mínimos conocimientos sobre política internacional. Mediocre es que, con incontables recursos naturales tenemos a más de la mitad de nuestra población en la pobreza. Mediocre es un estado que, gastando un presupuesto millonario en educación, mucho más que otros, ha situado a los estudiantes en el último lugar de sus compañeros mexicanos. Es mediocre una sociedad donde la brillantez del otro provoca recelo, la creatividad es marginada -cuando no robada impunemente- y la libre expresión de las ideas sancionada. Mediocridad es aguantar por décadas a unos políticos que se insultan sin aportar una idea, por jefes que se rodean de mediocres para disimular su propia mediocridad y por estudiantes que ridiculizan al compañero que se esfuerza. Mediocre es un país que ha permitido, fomentado y celebrado, el triunfo de los mediocres, arrinconando la excelencia hasta dejarle dos opciones: marcharse o dejarse engullir por la imparable marea gris de la mediocridad.

Por Antonio López de la Iglesia